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“Edén” tabasqueño expulsa a miles de mujeres

Por Lizbeth Ortiz Acevedo, enviada
migrantes26kaosenlarednet

El progreso que alguna vez trajo Pemex a la entidad devino en pesadilla, al orillar a la población femenina rural a dejar el país en busca de oportunidades laborales.
 
En el “edén” de Tabasco (al sureste de la República Mexicana), la miseria, el ecocidio y el rezago social han provocado la migración de miles de mujeres rurales hacia Estados Unidos.
 
Tras desvanecerse el “boom” económico impulsado por Petróleos Mexicanos (Pemex) en esa entidad durante los años 80 (con empleos bien remunerados en la industria energética y en los sectores agrícola y ganadero), llegaron la pobreza, la desintegración familiar y la destrucción del medio ambiente en varias comunidades del estado.
 
Efraín Rodríguez, asesor jurídico del civil Comité de Derechos Humanos de Tabasco (Codehutab), responsabiliza a la paraestatal del daño ecológico en la entidad y de la destrucción del tejido social, que han derivado en la migración de miles de mujeres que antes se dedicaban a labores del hogar, la agricultura o la pesca.
 
Explica que en las últimas tres décadas, Pemex ha desarrollado procesos para la extracción y conducción del petróleo, así como para el procesamiento de hidrocarburos, que destruyen la naturaleza y en consecuencia ha llevado a que comunidades pesqueras y agrícolas queden sin trabajo y alimento.
 
DESTRUCCIÓN
 
Rodríguez también apunta que actualmente Pemex no otorga empleos a la población originaria de Tabasco, ya que trae a personas ya contratadas desde Tamaulipas, Veracruz o Campeche.
 
De acuerdo con cifras del Inegi, desde 1994 el sector agrícola en Tabasco perdió 2.5 millones de empleos, 600 mil de los cuales fueron en la producción de granos básicos, lo que provocó que cinco millones de campesinos, en su mayoría jóvenes, se fueran a EU.
 
Según la investigación “¿Quién dice que no hay hambre y desempleo?”, realizada por el Codehutab en 2008, en una zona conocida como La Isla, el 80 por ciento de los hombres que habitaban el lugar se dedicaban a la agricultura y el 90 por ciento de las mujeres eran amas de casa, mientras que el 10 por ciento restante trabajaban en la ciudad como empleadas en algunos comercios.
 
Hoy, por ejemplo, en el municipio de Paraíso, a 60 kilómetros de Villahermosa, capital del estado, y donde se encuentra el Puerto Dos Bocas, uno de los más importantes en el país por la exportación de hidrocarburos, se observan palapas abandonadas, locales comerciales cerrados y algunos restaurantes que se niegan a dejar de funcionar porque han logrado traer mariscos desde el vecino Campeche.
 
Paraíso, antes una esplendorosa comunidad pesquera, ya no desarrolla este trabajo tras los daños ecológicos provocados por Pemex.
 
Y son precisamente las mujeres de Chiltepec, una villa perteneciente a este municipio, quienes se convirtieron en jefas de familia al tener que comenzar a trabajar la jaiba, luego de la migración masculina que también mermó la producción de coco.
 
María Asunción, de 23 años, quien emigró en 2012 a Louisiana, EU, explica que tras el cierre de la empacadora de jaiba en Chiltepec, los dueños de origen norteamericano decidieron reubicarla en el país del norte, por lo que les ofrecieron trabajo cada año durante siete u ocho meses a las mujeres de la comunidad para continuar la labor que realizaban en Tabasco.
 
Relata que ella junto con su madre y otras mujeres de su comunidad comenzaban su jornada laboral a las 3 de la mañana, para obtener en “días buenos” hasta 400 dólares semanales (5 mil 300 pesos mexicanos), o 150 en “los malos” (cerca de 2 mil pesos mexicanos), y así enviar dinero a sus familias, pagar su manutención y ahorrar para su regreso a México.
 
Además, el viaje a EU ellas lo tienen que pagar ya que los empleadores no les garantizan la visa de trabajo y tampoco les envían dinero para su traslado, detalla María Asunción.
 
Esta mujer, quien dejó sus estudios de medicina ante la falta de recursos para solventar su carrera, dice admirar a su madre, quien lleva 21 años emigrando al país vecino para trabajar la jaiba y mantener a sus siete hijos.
 
NULO DESARROLLO
 
María Asunción también señala a Pemex como el responsable de la devastación económica y familiar en su comunidad, y denuncia que la empresa no apoya a la población pese a la destrucción de los manglares, ríos y terrenos fértiles para la agricultura.
 
Lucila Domínguez, de 63 años y quien viajó cada año a Carolina del Norte desde 1996 hasta 2008, narra que fue contratada para preparar la comida de las trabajadoras jaiberas.
 
Cansada de tanto emigrar, esta mujer decidió quedarse definitivamente en su comunidad y vender comida para sostenerse económicamente, ya que aunque trabajó muchos años fuera del país su nivel de vida nunca mejoró.
 
14/LOA/RMB/LGL

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