Inicio Columna Creciente informalización del empleo: pobreza y exclusión para jóvenes y mujeres

Creciente informalización del empleo: pobreza y exclusión para jóvenes y mujeres

Por Carmen R. Ponce Meléndez*

Durante más de una década el mercado laboral femenino se ha caracterizado por el desempleo y su alto grado de informalidad. La tasa de ocupación femenina en este sector ha sido superior a la masculina: para el primer trimestre de este año es de 30.44, mientras que la masculina es de 27.94; en el caso de las jóvenes de 14 a 19 años en 2010 llegó a 31.85, fácilmente 32 de cada 100 trabajadoras jóvenes (cifras de ENOE-INEGI).

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La cifra de empleos informales en el país es escandalosa -13.4 millones de personas-; representa un crecimiento de 1.2 millones respecto a 2009; no sólo es un refugio frente al desempleo sino también un modus operandi de la economía, y no es exclusivo de las micro, pequeñas y medianas empresas (Pymes), aunque desde luego son su nicho natural.

Los micronegocios y pequeños establecimientos absorben el 65.0 por ciento de la mano de obra femenina (65 de cada 100 empleos). La precariedad de las trabajadoras se explica en gran medida en el hecho de que en los micronegocios laboran 7.6 millones de mujeres; las grandes empresas únicamente representan el 8.3 por ciento, ocho de cada 100 empleos femeninos (II trimestre 2011, ENOE-INEGI).

Conforme al criterio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que califica como informales los empleos que no cuentan con seguridad social, la informalidad laboral es mucho mayor.

Según cifras de Coneval, de cada 10 personas ocupadas seis no cuentan con seguridad social, alrededor de 27 millones de personas; para el segundo trimestre del año daría una cifra de 10 millones 376 mil 952 mujeres ocupadas en la informalidad, carentes de seguridad social, ellas y sus familias.

Los factores que han contribuido al crecimiento del empleo informal son: el grado de flexibilidad laboral; la desaparición del sector público como empleador por el retiro del Estado de las actividades económicas; la reducción de generación de empleos en las grandes empresas al volverse intensivas en capital, y desde luego el desempleo por los bajos niveles de desarrollo económico.

Empleo informal es sinónimo de mala calidad, bajos salarios y reducida productividad. Para la OIT carece de aspectos básicos tales como: Estabilidad en el empleo, contrato escrito, seguridad social; seguridad del empleo (protección contra despidos) y en el trabajo (protección contra enfermedades y accidentes); seguridad de representación, incluso muchas veces es difícil distinguir entre empleador y empleados, así como seguridad del ingreso.

Todas estas «carencias» de las trabajadoras y sus familias provocan problemas sociales importantes como marginalidad y pobreza, ejercen una presión significativa en la sociedad al polarizarla y requieren de la intervención del Estado, porque no se pueden resolver en forma individual como lo plantea el neoliberalismo, se paga un costo social muy alto por abaratar la mano de obra.

La informalidad también se acrecienta con las llamadas «áreas grises»; en México son muy amplias y han crecido en las crisis recurrentes.

Se trata de empresas legales y modernas que cumplen parcialmente con la ley, ya sea en materia fiscal o laboral; no pagan impuestos, no se registran los contratos laborales, hay un subregistro de los salarios, las jornadas laborales exceden a las permitidas por la ley, hay subcontratación, etcétera.

Esta situación es muy evidente en la industria manufacturera de exportación: la subcontratación de obreros y técnicos en el mes de mayo registró un crecimiento del 12.0 por ciento con relación al año anterior, mientras que la contratación directa sólo creció 4.0 por ciento (Inegi).

Para la solución de la informalidad que permea las actividades económicas se requieren políticas que permitan más desarrollo, propicien insertar estas unidades económicas en la formalidad, elevar su nivel de productividad, incorporarlas a los circuitos financieros, capacitación, simplificación administrativa y fiscal.

PERSPECTIVAS

En el mediano plazo las expectativas económicas del país son críticas y pueden recrudecerse, ya que el programa de ajuste norteamericano es de 10 años, hay una caída de la producción y del empleo; la cifra de 3.9 en el crecimiento del PIB para el primer semestre del año lo confirma.

Las necesidades anuales de empleos son de 1.3 a 1.5 millones, esta cifra depende del crecimiento demográfico y de los desempleos que se produzcan. Para 2011 el Banco de México pronosticó un crecimiento de 3.8 a 4.8 por ciento, con una generación de empleos entre 575 mil y 675 mil, menos de la mitad de los que se requieren.

Prácticamente es un hecho que el paquete económico de 2012 contenga programas contracíclicos, pero tienen que ser con una visión que rebase ampliamente la ortodoxia neoliberal que ha caracterizado la política económica del país, y que por donde se le vea es un fracaso; hay que aprender de las lecciones de la recesión económica.

*Economista especializada en temas de género

[email protected]

twitter @ramonaponce

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