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Sobre el derecho a decidir

Por Teresa Mollá Castells*
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El jueves pasado el pueblo escocés votó en referéndum si querían su independencia o no del Reino Unido, por poco margen decidieron quedarse como estaban y seguir perteneciendo al imperio.
 
Dentro de unas semanas seguramente la gente de Catalunya votará también sobre su independencia del Estado español en un referéndum que seguro traerá cola y más polémica de la que ya ha generado.
 
Hoy mismo en Bocairent, un pueblo de mi hermosa y querida comarca, La Vall d'Albaida, se está realizando un referéndum para cambiar o no las fechas de sus fiestas de Moros y Cristianos que se celebran a principios de febrero y pasarlas o no a un fin de semana cercano a esas fechas.
 
Independientemente de la opinión que tengamos sobre cada una de las cuestiones, creo que coincidiremos siempre en la más básica: el ejercicio de la democracia, que supone para la ciudadanía el hecho de poder elegir en temas que se consideran importantes.
 
Pero al parecer ese ejercicio democrático desaparece por arte de birle, birloque cuando de los cuerpos y las vidas de las mujeres se trata. En ese caso la democracia ya no vale y se impone la tutela del patriarcado más rancio para evitar que, del mismo modo que elegimos si queremos ser independientes del Estado español o no, podamos decidir si queremos ser madres o no.
 
En ese momento surgen los “demócratas de toda la vida” justificando que no es lo mismo: unas son cuestiones políticas y las otras, las relacionadas con los cuerpos de las mujeres y sus maternidades, son cuestiones morales.
 
En mi último artículo exponía la necesidad de una alerta feminista permanente. Hoy lo ratifico porque pese a que la propuesta del  ministro de Justicia español, Alberto Ruiz Gallardón, sobre la ley del aborto no ha salido en el último consejo de ministros del verano, tal y como afirmó que ocurriría, no me fio ni un pelo de que nos vuelvan a engañar como lo vienen haciendo desde que gobiernan. Y mientras nosotras andábamos pendientes de ese tema, nos han “colado” la supresión del Instituto de la Mujer y alguna modificación de la ley de igualdad. Es un ejemplo reciente de la necesidad de esa alerta feminista permanente.
 
Gallardón jugará sus bazas hasta el último minuto de legislatura esté o no dentro del Gobierno. Y sus correligionarios que nos desgobiernan tienen a punto de resolver el recurso que en su momento interpusieron ante el Tribunal Constitucional sobre la vigente ley del aborto que seguramente les hará el trabajo sucio y permitirá que puedan quedar con las manos limpias ante su electorado.
 
Pero quiero volver al derecho a decidir con el que algunas personas se llenan la boca. Partiendo de la base de que estoy completamente de acuerdo con que los pueblos y las personas se expresen con total libertad y todas las veces que se considere oportuno sobre las cuestiones que crean convenientes y que respaldo total y abiertamente la consulta catalana, la escocesa y la de Bocairent, me hago la siguiente pregunta: ¿Estarían todas las personas que se llenan la boca pidiendo referéndum para poder elegir sobre los llamados “asuntos políticos” (independencia, fiestas, etcétera…) tan de acuerdo con el derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos, sus maternidades y sus vidas?
 
Me enerva ver a gente pidiendo y exigiendo poder votar para decidir sobre si quedarse o no dentro del Estado español pero mirando hacia otro lado cuando de derechos de las mujeres se trata. Y eso, al menos para mí, tiene un nombre: HIPOCRESÍA
 
No se puede pedir e incluso exigir un derecho como el de poder votar o no un asunto y, en el mejor de los casos, mantenerse equidistante en posturas favorables y desfavorables en temas como el del aborto, el matrimonio igualitario, la adopción por parte de parejas del mismo sexo, etcétera… No, no se puede, de lo contrario mienten por intereses partidistas y electorales. Y malogran esa pretendida democracia que defienden puesto que no buscan la verdad en la opinión de la ciudadanía, buscan su verdad para poder llevarla a cabo según sus intereses, sean estos del tipo que sean.
 
Dejar los derechos de la mitad de la población, que somos las mujeres, en manos de gente que, de antemano sabemos que son contrarios a que ejerzamos esos derechos, es jugar sucio y hacer trampas. Es practicar la deshonestidad política.
 
Votar en las instituciones temas que afectan a los derechos de ciudadanía en función del número de votos que nos puede dar o quitar es, sencillamente un fraude democrático.
 
Utilizar temas tan sensibles como moneda de cambio es deleznable pero lo es todavía más no implicarse con la misma energía cuando de decidir se trata sobre lo que en un momento dado un grupo más o menos amplio de gente política considera prioritario, como el derecho a decidir sobre si queremos ser o no independientes (Ojo, que estoy totalmente a favor) que cuando se trata del derecho a decidir de la mitad de la población sobre su vida, sus cuerpos y sus maternidades.
 
Derecho a decidir si y siempre pero también para todo, para elegir nuestras maternidades, nuestras parejas, nuestra forma de amar, de tener descendencia y cómo cuidarla, también.
 
Derecho a decidir si y siempre para poder decir, basta de seguir perteneciendo obligatoriamente a la secta de los de faldas largas y negras que pretenden imponernos su moral a golpe de decreto-ley.
 
Derecho a decidir si y siempre para exigir el más absoluto de los respetos a nuestros derechos como ciudadanas iguales y también de primera categoría y en todas partes.
 
Derecho a decidir si y siempre también para poder pedir explicaciones sobre las motivaciones no siempre confesables sobre determinados silencios y ausencias que permiten que se nos siga asesinando por terrorismo machista mientras se siguen recortando partidas destinadas a evitarlo.
 
Derecho a decidir si y siempre para pedir, mejor dicho, exigir responsabilidades políticas a quienes utilizan dinero público en beneficios personales sean del tipo que sean.
 
Estoy harta de tanta hipocresía, de tanta justificación intragable, de tanta mentira, de tanto mirar a otro lado cuando de temas relacionados con derechos de mujeres y de su bienestar se trata.
 
Estoy harta de que quien se desgañita en los estrados de asambleas parlamentarias de todo tipo y exige derechos para decidir y salga de los hemiciclos cuando hay que votar o decidir sobre temas relacionados con derechos de ciudadanía.
 
Y sobre todo estoy muy harta de posiciones de la gente política de todo tipo, léase de derechas, izquierdas, nacionalistas, seudo-centro e incuso de quienes no saben ni lo que son, cuando se mofan e incluso ridiculizan el feminismo con expresiones que intentan ser permanentemente descalificadoras, cuando los diferentes tipos de pensamientos feministas pretenden igualar hombres a mujeres y romper el sistema hegemónico de privilegios y dominación, a veces sutil, pero siempre presente de los hombres sobre las mujeres y que recorre todos los aspectos de la vida, incluso en las decisiones políticas que dicen tomar en nombre y representación de toda la ciudadanía.
 
Derecho a decidir siempre, pero también sobre nuestro derecho a ser madres o no serlo, con quien sea y cuando nosotras deseemos hacerlo.
 
Y por favor un poco más de coherencia señoras y señores de la política.
 
Y de nuevo me reafirmo en la necesidad de mantener la alerta feminista de forma permanente. Al menos esa va a ser mi posición.
 
[email protected]
 
*Corresponsal, España. Periodista de Ontiyent.
 
14/TMC/AGM

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