Inicio #8M al paro: el capitalismo nunca fue feminista (ni lo será)

#8M al paro: el capitalismo nunca fue feminista (ni lo será)

Por Cynthia Híjar Juárez**
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Llegamos de nuevo al 8 de marzo. Una vez más, las rosas rojas cubrirán los escritorios de las mujeres que trabajan en oficinas, los medios de comunicación harán despliegues de sensiblería ignorante en torno a “La mujer” y en la radio sonará ese himno del mansplaining que canta “si yo fuera mujer, si fuera mujer…”. Como cada año, el mundo se desquiciará en debates en torno a la igualdad y el backlash antifeminista hará gala de sus prejuicios violentos. 
 
Las luchas de las mujeres por mejores condiciones y una posición igualitaria en la sociedad tienen momentos históricos específicos, coyunturas donde mujeres organizadas en diversos países lograron conseguir derechos para sí mismas y para quienes habitamos el mundo ahora. Teorizaron sobre ello, hicieron política. La conmemoración del 8 de marzo se inscribe en esta genealogía y sin embargo, la crítica propuesta por el pensamiento feminista siempre corre el riesgo de ser utilizada por la ideología dominante para perpetuarse.
 
Los ejemplos van del machismo progresista a los discursos neoliberales de un supuesto feminismo que brilla por ser blanquizado o burgués.
 
Dicho lo anterior, aclaro que mi opinión no tratará de juzgar qué mujeres pueden o no ser feministas o cómo deberían manifestarlo. Sostengo que cuando hablamos de lo personal-político no hacemos apología de los chismes ni situamos nuestras opiniones personales sobre otras mujeres como argumentos políticos; decir que lo personal es político es asumir una praxis, feminista y dialógica, que nos libere también de las opresiones que vivimos en la esfera de lo privado.
 
Lo que sí intento enunciar es que en los tiempos del capitalismo más voraz, el neoliberalismo, se hace fundamental revisar la historia de los feminismos y reconocerles una tradición llena de fuentes conceptuales, momentos históricos precisos, signos de identidad teóricos, reivindicaciones interseccionales y, por supuesto, mujeres que hicieron historia y nos heredaron derechos.
 
LUCHA, NO CELEBRACIÓN
 
Una de esas mujeres fue Clara Eissner, quien propuso durante el II Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, llevado a cabo en Dinamarca en 1910, que se estableciera el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es 2017 y los colectivos feministas de más de 30 países han convocado a un paro internacional de mujeres para este día que nos remite a una huelga que en 1857* iniciaran las obreras de la textilera Cotton en Nueva York para lograr su reivindicación salarial y una regulación de las jornadas de trabajo.
 
¿Por qué importa tanto decir que el #8M es una conmemoración que invita a luchar y no una celebración? Porque las condiciones impuestas desde las políticas públicas del Estado neoliberal nos obligan a vivir en condiciones similares a las de esas mujeres en cuyo honor se estableció el 8 de marzo como Día de la mujer: feminización de la pobreza, violencia y despojo patrimonial, precarización laboral, dobles o triples jornadas de trabajo, trata, feminicidio y la eterna discriminación familiar, escolar, laboral y comunitaria.
 
No hablamos de cosas menores; cumplimos aún una función central en el proceso de acumulación capitalista porque nuestra fuerza de trabajo no se remunera o se remunera mal y encima no tenemos tierra, patrimonio ni derechos. Es por eso que el paro internacional del próximo 8 de marzo importa tanto. Cuando decimos que “Si nuestras vidas no importan, produzcan sin nosotras” hacemos una clara enunciación: la importancia de nuestras vidas está en diálogo con la de nuestra fuerza de trabajo y es fundamental visibilizar todas las formas en las que somos explotadas, desde la cama hasta los centros donde laboramos.
 
Las raíces de la explotación social y económica de las mujeres no se encuentran en el patriarcado como un sistema aislado del capitalismo. Por el contrario, clase raza y género son sistemas de opresión que se interseccionan para despojarnos y obstaculizar el ejercicio nuestros derechos. El capitalismo nunca fue amigo del feminismo porque fundó muchas de las raíces del patriarcado que criticamos.
 
Si reconocemos esto, podemos notar que los discursos neoliberales que utilizan la teoría de género para legitimarse y producir mayor explotación de las mujeres son trampas evidentes. El paro internacional #8M se presenta como un gran momento para comenzar a explicarnos qué función tenemos en el capitalismo y cómo la pérdida de derechos laborales nos afecta a todas.
 
El paro es un gran pretexto para reflexionar sobre los servicios que brindamos sin ser remuneradas: ¿cómo servimos y sostenemos una casa, un partido, un movimiento político, una relación amorosa?,  ¿cuántas veces a la semana somos libres de descansar, de tirarnos a la cama y leer un poco?, ¿qué tan cansadas están nuestras madres, las sabias, las abuelas?, ¿qué tan cansadas estamos nosotras y cuánta culpa sentimos por ello?
 
Nuestra explotación es doméstica, emocional, laboral, sexual y afectiva. Eso también es lo personal-político. Sobre esta explotación se sostiene el capitalismo heteropatriarcal y es ante ello que la organización se hace necesaria. Es momento de parar la maquinaria que sostenemos para poder parar nosotras mismas, para poder pensar fuera del engranaje y observar cómo funciona la fábrica y cuánto en ella nos ha sido arrebatado.
 
Porque vivas y libres nos queremos.
 
*Existen referencias distintas al año de esta huelga, María Esther Aguirre Lora escribe en Imágenes en torno a la mujer que fue el 8 de marzo de 1857. Otros textos hablan de 1908 o 1909.
 
**Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.
 
17/CHJ/GG

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