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Aumenta número de mujeres adictas a drogas legales

Por la Redacción

Los vicios femeninos son ocultos y silenciosos. Ni la ciencia médica ni la investigación tienen estadísticas claras en relación con el consumo de drogas en las mujeres.

Sin embargo, todo parece indicar que cada año aumenta el consumo de cocaína, marihuana y heroína entre las mujeres en el mundo occidental, donde también ellas acuden a los psicotrópicos, el tabaco y el alcohol.

Es conocido, además, que las más expuestas son las mujeres entre 20 y 30 años de edad, de nivel socioeconómico medio-alto. En ellas es frecuente la automedicación y la negación del fenómeno, según difunde Servicio de Noticias de la Mujer.

Cuando se trata de productos de consumo público, como el cigarrillo o el alcohol, es más sencillo averiguarlo. Pero aún ahí mentimos. «Me fumo diez al día, pero si me voy de fiesta, fumo más», contesta la que en verdad fuma más de un cajetilla al día.

«Sólo tomo cuando hago vida social», dice la que toma todos los días. «Sólo me emborracho entre amigas en grandes ocasiones», dice la que se embriaga más seguidamente.

Pero cuando se trata de ansiolíticos, relajantes musculares, pastillas para dormir, las mujeres mienten sin remedio: «Como si hablar de ello fuera una forma intolerable de reconocer que han perdido el control o que algo está mal en sus vidas, que tratan de mantener casi perfectas, para no fallar al estereotipo de la mujer completa», asegura la psiquiatra de la Universidad Católica y, experta en adicción femenina, Silvia López.

El perfil de la adicta potencial a los tranquilizantes y antidepresivos es la mujer profesional, independiente económicamente, de entre 20 y 40 años de edad, con baja autoestima y deficiencias en la formación de su identidad.

Otro perfil femenino con tendencia a la adicción, esta vez del alcohol, los sedantes y los analgésicos, es aquella dueña de casa, frustrada en su desarrollo y aspiraciones, apresada en las formas restrictivas de ejercer el rol femenino. Es el grupo que oscila entre 40 y 50 años, con hijas e hijos que han sobrepasado la adolescencia y comienzos de síntomas de menopausia.

El tercer perfil, según la doctora López es el de las mujeres trabajadora, fuertemente presionadas por sus roles laboral y reproductor, que puede ser casada o separada y jefa de familia, con edades entre 35 y 55 años. Se trata de un grupo con alto riesgo a ser adicto a los tranquilizantes e hipnóticos, en forma simultánea.

Aunque existen causas y factores muy específicos en uno u otro lugar del mundo, estudios sobre adicciones realizados en la Unión Europea han concluido que el consumo femenino es encubierto en la mayoría de los casos y que ocurre algo muy similar, lo mismo en el viejo continente que entre las latinoamericanas.

«Peor aún, las y los médicos tienden a recetar con mucha mayor frecuencia el uso de tranquilizantes o relajantes, inductores del sueño e incluso antidepresivos a mujeres que consultan con síntomas difusos», abunda la psiquiatra de la Universidad Católica.

La respuesta radica en la creencia de que las mujeres es más sensible al dolor, lo que parece obvio si se piensa que ellas han estado a cargo de la familia u estabilidad, su acogida y su contención.

De manera que las mujeres tenemos, por razones de la especie, la obligación a reaccionar ante el dolor o el peligro de las crías y, por condicionamientos de la cultura, una educación para hacer ese papel.

Pero luego el mundo moderno proscribió la sensibilidad y el dolor como obstáculos para la eficiencia en el desarrollo de las tareas sociales. Las mujeres y su sensibilidad, que alguna vez emocionaron a los hombres e inspiraron pasiones, están completamente pasadas de moda.

Hoy ella tiene que rendir, estar alerta y en control. Las penas, sobre todo sin razón, cansan, distraen, dan vergüenza a quien las vive y más aún a quien debe asistirlas.

Las mujeres también tienen una mayor presión social para mantener su apariencia externa impecable. Igualmente sufren molestias ligadas a los cambios hormonales, que afectan su psiquis o su sentimiento de bienestar estable.

Además, tienen una sobrecarga física y psíquica por los roles múltiples del trabajo productivo, reproductivo y competencia desleal con el mundo masculino.

«El tema genético es aún oscuro. Sólo se sabe, de manera inespecífica e incipiente por estudios realizados en las y los jóvenes estadounidenses y británicos, que los factores de riesgo en el consumo de sustancias que producen adicción son diferentes entre los sexos», destaca López, también experta en adicción femenina.

Para ellas, agrega, es mayor la influencia genética, mientras en los hombres parecen pesar más los aspectos socio-culturales».

2004/GV

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