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Cuba: Mujeres bajo estrés

Por la Redacción

No distingue sexo, edad, nivel económico ni estatus social, aunque es más común en las grandes ciudades y al parecer, también, más frecuente en mujeres que en hombres.

El estrés, reconocido como un mal de los tiempos modernos, se instala en la vida de las personas sin previo aviso y no sólo malogra sus relaciones familiares y laborales, sino también su salud mental y física.

Los síntomas pueden ser diversos, al igual que las consecuencias, según pudo constatar en sí misma Ana Mayra Pérez, una profesional cubana de 40 años, casada y madre de una niña de diez años, informó el Servicio de Noticias de la Mujer

«Pasé por la consulta de más de tres especialistas para concluir, al final, que no tenía nada físico, sino estrés», cuenta esta mujer que, por cuatro años, ha pasado por los más variados síntomas y sospechas para su salud, incluida la posibilidad de padecer un tumor maligno.

Bajo tratamiento médico y luego de cambiar de trabajo, ahora con más horas libres, Pérez ha notado cierta mejoría, pero aún no se siente completamente recuperada y algunos síntomas reaparecen de vez en cuando.

«Tuve que sentirme muy mal para darme cuenta de que no podía seguir llevando la vida de esa manera. Era casi una autómata con una larga lista de tareas para cumplir. Un día me di cuenta de que casi no me tomaba un respiro entre tantas obligaciones con el trabajo, la casa y mi hija. Me iba a la cama agotada y me levantaba igual, sin haber reparado mis energías», explica.

De acuerdo con la literatura médica, el estrés fue definido por vez primera en 1936, gracias al fisiólogo canadiense Hans Seyle, quien lo explicó como una respuesta biológica inespecífica, expresada en cambios en el sistema nervioso, endocrino e inmunológico, y describió tres formas clásicas de esa respuesta orgánica: la alarma, la resistencia y el agotamiento neurovegetativo.

Con el paso del tiempo, el término ha variado y algunos autores lo vinculan incluso a síntomas ansiosos, como una respuesta vivencial, fisiológica, conductual, cognitiva y asertiva, caracterizada por un estado de alerta, de activación generalizada.

De manera que, de un lado, se le clasifica como causa de algunas enfermedades o desencadenante de otras, mientras se valora también como ingrediente imprescindible para el desempeño de ciertas actividades, como movilizador de los recursos intrínsecos necesarios para ejecutar determinadas tareas. La literatura define incluso un estrés positivo (eustrés) y uno negativo (distrés).

Estudios recientes señalan que el estrés toca, de alguna manera, al 80 por ciento de la población y que 20 por ciento de los europeos sufren o han sufrido una depresión.

En Cuba no hay investigaciones ni estadísticas nacionales que den una idea general de este proceso en la población, pero investigaciones aisladas confirman que los habitantes de la isla, y en particular las mujeres, también padecen los efectos del estrés.

El exceso de obligaciones y tareas, con jornadas interminables, se ha reconocido como uno de los aspectos que pueden llevar a situaciones estresantes. Y se sabe que las mujeres, con dobles y hasta triples jornadas, tienen más presión y trabajo que los varones dentro y fuera de casa.

A ello se añade la culpa que sienten por no cumplir adecuadamente con su rol de madres, esposas y amas de casa, que les deja no pocas veces efectos psicológicos negativos. También se agrava con la difícil situación económica que vive la isla desde 1990.

Aunque disponen de iguales oportunidades que los hombres en el mercado del trabajo, las cubanas siguen arrastrando, en franca desventaja, la pesada carga del hogar y sus tareas cotidianas.

Si bien las cubanas son mayoría dentro de la fuerza técnica y participan con éxito en el mundo del empleo, lo cierto es que han asumido la responsabilidad laboral sin abandonar las agotadoras tareas de la casa.

En ese grupo de conflictos se incluyen los problemas de la pareja, derivados muchas veces de los roles asignados y asumidos por unos y otras, así como de los desacuerdos sobre la actividad laboral o doméstica y el malestar psicológico relacionado con la pérdida del deseo sexual.

05/SM/GM

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