Inicio Erradicar la violencia, meta de talleristas de Guerrero

Erradicar la violencia, meta de talleristas de Guerrero

Por Guadalupe Vallejo Mora

A sus 16 años, Isabel creía que era «normal» que las mujeres de su comunidad murieran «en el parto» o por problemas relacionados con su maternidad, y que su pareja la cuestionara sobre todos y cada uno de sus movimientos: ¿A dónde iba? ¿Por qué tardaba tanto? ¿Con quién platicaba?, e incluso no sólo que le prohibiera salir a la calle «por su bien», sino que la lastimara emocionalmente.

Once años más tarde conoce sus derechos y puede decidir sobre su cuerpo, gracias a los talleres sobre violencia intrafamiliar y salud reproductiva que le fueron impartidos por mujeres de su comunidad, en el Municipio de Chilapa, Guerrero. «Tengo tres hijos, dos niños y una niña de 12, siete y cuatro años».

«Ellas se acercaron a mí en varias ocasiones. Me decían que no era normal que no saliera a la calle ni que no platicara con nadie. Finalmente me decidí a acudir con ellas porque tenía miedo de que mi pareja me fuera a hacer algo; nunca me pegó pero no hacía falta, me insultaba mucho. Además tenía miedo de embarazarme», recuerda Isabel.

Y aunque su vida ha dado un giro de 180 grados y ahora la violencia es una cosa del pasado, pues «ya que mi esposo ahora hasta me ayuda a lavar los trastes y a cuidar a mis hijos», reconoce que los conocimientos adquiridos debe compartirlos con otras mujeres que, como ella, callan su dolor durante muchos años por temor, miedo o ignorancia.

Ella pertenece a un grupo de mujeres denominado «Noches Sihuame Zan Ze Tajome SS» (Todas las mujeres como una sola), que se encarga de apoyar a través de talleres de educación sexual y reproductiva, así como capacitación en el trabajo, a la población femenina de Chilapa y de comunidades aledañas.

«Sé que falta mucho, pero en las comunidades se ha ido avanzando, ahora si vemos que alguien está embarazada de inmediato vamos a apoyarla, le decimos que acuda al médico, y si sabemos de un caso de violencia o violación, las apoyamos y orientamos, sobre todo en nuestras comunidades donde se casan a los 12 años y hay quienes se embarazan a edad adulta».

Mientras relata su nueva actividad, sus ojos brillan incesantes y dejan ver la alegría que le da el poder serle útil a otras mujeres que como ella sufren ahora la violencia o que están embarazadas y pueden salvar sus vidas.

A su memoria viene el caso reciente de Paula Ramos Calvario, una compañera de Tlalistahuacán, municipio de Chilapa, a quien inyectaron para evitar que vuelva a tener más hijos. «Ahí es donde nuestra labor de sensibilizar a las compañeras a que acudan al Hospital General de Chilapa se va para abajo, pues muchas de ellas nos relatan que cada vez que van el médico las regañan, les repiten la misma canción: otra vez está embarazada y las inyectan o les ponen el DIU sin su consentimiento».

TALLERES PILOTOS

Desde hace una década iniciaron en Chilapa los talleres pilotos sobre salud sexual y reproductiva, a cargo de Domitila Sánchez, quien a su vez recibió capacitación de la Secretaría de Salud estatal. Al principio lo integraban cinco mujeres y con al paso del tiempo se logró capacitar a 25 promotoras de cada región del municipio

Isabel asegura que no buscan competir con el Hospital General de Chilapa, «sería una locura. Lo que queremos es concientizar a las compañeras para que acudan al doctor cuando están embarazadas, porque ya no queremos que haya más muertes. Queremos que se haga todo claro y que la Secretaría sepa qué hacemos, porque de nada nos sirve capacitar a las compañeras si no tenemos casas de salud, por eso estamos buscando financiamiento para poder contar con estos lugares, ya que es más fácil que las mujeres se acerquen a nosotras que al Hospital».

Mientras que a nivel nacional la tasa de mortalidad materna es de 51 por cada 100 mil nacidos vivos, en las zonas indígenas de Guerrero es de 283 muertes por cada 100 mil nacidos vivos, muertes que sólo podrían compararse con la situación de El Salvador hace 10 años, cuando los saldos de la guerra interna habían empeorado las condiciones generales de salud, afirma un análisis de Gisela Espinosa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

El análisis retoma los trabajos de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas hecho a un grupo de 216 mujeres procedentes de Chiapas, Guerrero, Michoacán, Veracruz, Oaxaca y Puebla. Destaca que la muerte materna evidencia no sólo los rezagos sociales nacionales, sino la desigualdad, la discriminación y marginación en que viven las comunidades indígenas. El mayor porcentaje de muertes son prevenibles.

2005/GV/GM

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