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Jornaleras agrícolas: migrantes invisibles

Por Soledad Jarquín Edgar

Son transterritoriales. Las llaman jornaleras agrícolas, pero apenas tienen lugar en sitios dispersos que no les pertenecen. Existen donde son fuerza de trabajo sin derechos. Las vuelven invisibles la pobreza y el olvido institucional que no construye alternativas.

Una tercera generación de habitantes de Coatecas Altas inició el éxodo desde los vientres maternos: niñas y niños crecieron entre los caminos y la tierra árida de su comunidad en Oaxaca y los campos productivos de Sinaloa, Baja California y Chihuahua. Cuando se pudo, llegaron a los Estados Unidos.

A poblaciones como Coatecas Altas, a 60 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, distrito de Ejutla -como a otras en extrema pobreza de Africa, India o Sudamérica- se refieren los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En Coatecas la pobreza vive de planta y expulsa a sus habitantes. Cada noviembre, la comunidad lanza hacia la supervivencia a 40 por ciento de su población, es decir, a unas dos mil personas.

«Las mujeres son más de 50 por ciento de quienes emigran a los campos agrícolas del norte del país; de ellas, 47 por ciento son menores de 14 años» que intentan escapar de la pobreza extrema, la falta de educación, la desigualdad entre los géneros, la mortalidad infantil, el fallecimiento materno… y el resto de los ODM.

ERRADICAR LA POBREZA EXTREMA

La pobreza no sólo consiste en la falta de dinero sino, más concretamente, en la ausencia de opciones: Gro Herlem Brundtland, antigua directora general de la Organización Mundial de la Salud.

En Coatecas Altas se construyen historias sobre la pobreza. Carmen Vázquez, Paula García y Paola Reyes tienen las suyas. Carmen empezó a migrar a los 19 años. Paula, a los ocho. Paola estaba en el vientre materno cuando empezó a ir y venir.

En la comunidad se habla zapoteco. Un alto porcentaje de habitantes no lee ni escribe. La esperanza de vida es de 62 años. Un importante número de jornaleros, sobre todo las jornaleras, carece de tierra propia. La falta de agua ha erosionado los terrenos donde se cultivan maíz, frijol y garbanzo. La migración es un proceso forzado por la extrema pobreza.

Con un padre enfermo, sin trabajo y con la primaria terminada, Carmen se inició como jornalera a los 19 años. Ya no tenía chivos que cuidar. Todos los habían vendido para pagar la hospitalización de su padre.

Temblando de miedo hizo fila para subir al camión y emprender a Sinaloa un viaje larguísimo de 40 horas; viaje que tuvo que repetir durante al menos 10 temporadas -cada una de seis meses- hacia Guanajuato y Sinaloa, de la pizca de fresa a la de tomate.

LOGRAR LA EDUCACIÓN PRIMARIA UNIVERSAL

La educación de las niñas constituye una herramienta fundamental para el empoderamiento de las mujeres: ODM

Paula, de 35 años, no sabe leer ni escribir. Ella explica en zapoteco a su hija de siete años que la están entrevistando. Cataloga su historia como triste. «No hubo oportunidad de ir a la escuela, pues era puro migrar y migar».

«Iba a la mitad del primer año cuando me fui a Sinaloa; al siguiente año volví a empezar y nunca avancé. Me casé y seguí migrando. Nacieron mis hijos e hijas. Yo dije: ya no voy a migrar para que los chamacos vayan a la escuela, que no se queden como yo, sin leer ni escribir. Mi hija mayor se casó. Ahora está en la pizca. Seguimos sin tierra y sin casa».

Paola tiene 16 años. Viajó desde que estaba en el vientre materno. De niña no tiene otro recuerdo. Su juego, como el de otras muchas niñas y adolescentes, era llenar cubetas con tomates.

PROMOVER LA IGUALDAD ENTRE LOS GÉNEROS

Cuando una mujer se encuentra en condiciones de planificar su familia, puede, asimismo, planificar el resto de su vida: Thoraya Ahmed Obaid, directora del Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Carmen es un caso excepcional. Al terminar la primaria «ya estaba pedida». Tenía sólo 13 años y le rogó a su papá que no la casara; se salvó de un matrimonio forzado y evitó ser maltratada, como veía que pasaba con otras mujeres.

Paula no tuvo opción. A los 15 años era mamá. Tuvo cuatro hijos. Hoy, a sus 35, es abuela. Es una de las dos terceras partes de mujeres analfabetas que hay de un total de 799 millones de personas en el mundo, como señalan los documentos de los ODM.

Paola aspira a dejar de cargar 50 tomates grandes en cada cubeta, por lo que obtiene un peso. Al día gana 60 pesos en jornadas de 10 horas. Quiere estudiar la secundaria. Considera que las autoridades deberían poner una para migrantes, como la primaria. No ha pensado en estudiar una carrera.

¿Casarse? Todavía no, afirma, y explica que habrá de postergar eso «hasta que tenga unos 20 años, porque las que se casan o se juntan luego tienen hijos y ya no las dejan salir».

REDUCIR LA MORTALIDAD INFANTIL

Los medios básicos para salvar vidas no llegan al número suficiente de niñas y niños. Esto es lo que tiene que cambiar: Carol Bellamy, antigua directora ejecutiva de UNICEF.

Díaz Cruz señala que en la mayoría de los hogares de Coatecas hay una niña o un niño muerto como resultado de la pobreza extrema y de la situación en que se desarrolla la gestación, pues las embarazadas no interrumpen su trabajo como jornaleras.

Según un estudio del Comité Promotor por una Maternidad sin Riesgos, una tercera parte de las mujeres de la región tuvo de dos a cuatro embarazos; menos de la quinta parte, de cinco a siete, y una quinta parte, ocho o más.

Los bebés son una carga, pues de pequeños sólo consumen y no generan recursos, aunque después -como Paola- sean una fuente de ingreso, apoyo y compañía. «Estas familias integran al trabajo a sus hijas e hijos apenas pueden caminar», refiere Díaz, autor del libro Políticas públicas para jornaleros agrícolas migrantes.

MEJORAR LA SALUD MATERNA

La maternidad sin riesgos es un derecho humano: James D. Wolfensohn, antiguo presidente del Banco Mundial.

Angélica Ayala Ortiz, del Grupo de Estudios de la Mujer Rosario Castellanos, explica que el programa Paso a paso cuida el embarazo ha sido fundamental para que las mujeres, algunas autoridades y los hombres entiendan la importancia del proceso de gestación.

El organismo inició este proyecto como un modelo de atención en salud sexual y reproductiva con perspectiva de género, bajo el auspicio del Fondo de Población de las Naciones Unidas. Ayala sensibiliza a las mujeres sobre los riesgos del embarazo, la violencia durante la gestación, los derechos sexuales y reproductivos, con el fin de contribuir a la disminución de la muerte materna.

Los resultados del programa, medidos por la Secretaría de Salud, señalan que antes de las pláticas menos de 1 por ciento de las mujeres se había hecho el papanicolau; después de la sensibilización, la cifra se incrementó a más del 7 por ciento.

Angélica pregunta sobre los signos de alarma de un embarazo y Paula, mientras borda una servilleta de manta, murmura: «yo me parezco a la mujer de la película. No fui a la escuela, tuve hijos desde muy chamaca y no me cuidaba como debía», refiriéndose al video que le permite entender la importancia de cuidar el embarazo.

A pesar del duro trabajo en los campos agrícolas, ella viajó siempre estando embarazada, cargó las pesadas cubetas de tomate y caminó sin descanso entre los terrenos de lodo; admite que corrió con suerte y no está muerta de «puro milagro, pero entonces no tenía la información».

Son más de tres décadas de migración de un pueblo; son fuerza de trabajo en los campos agrícolas del norte del país donde jornaleras y jornaleros enfrentan discriminación, explotación laboral y violación a sus derechos humanos.

Son las y los expulsados de la pobreza, desterrados y sin tierra, en un Estado que no los ve y que carece de políticas públicas para cumplir con las metas de un acuerdo internacional: los ODM que se acordaron en la Cumbre del Milenio de 2000.

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