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La maldita equidistancia

Por Teresa Mollá Castells*
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Últimamente y seguramente por cuestiones del azar, estoy escuchando y leyendo con demasiada frecuencia frases como "ni machista ni feminista, soy de personas", o "ni de hombres ni de mujeres, defiendo los derechos de los seres humanos en su conjunto", y ya comienzo a estar un poco harta.
 
Y lo estoy porque al igual en que entre un terrorista y sus víctimas no hay equidistancias tampoco la puede haber a la hora de posicionarse en la defensa de los derechos de las mujeres y de las niñas.
 
Valga iniciar esta reflexión diciendo que, por supuesto, estoy por la defensa de los derechos de todos los seres humanos y animales, faltaría más. Pero también por supuesto añado que de unos más que de otros.
 
Desde mi punto de vista, en la defensa de los derechos de las personas, nunca puede haber la misma distancia entre quien lo tiene todo y quienes apenas tienen para comer; entre quienes dictan las leyes con claros intereses partidistas en demasiados casos y entre quienes han de cumplirlas les gusten o no; entre la clase trabajadora y la patronal; entre el pueblo palestino y el gobierno sionista; entre el pueblo yemení y el gobierno de Arabia Saudí; entre los derechos de mujeres y niñas y los de los hombres.
 
Y no puede haber equidistancia porque siempre y en todos los casos que he nombrado y en otros muchísimos más hay quienes se llevan la peor parte y, por tanto entre quienes sufren las consecuencias de quienes ostentan el poder y los privilegios.
 
Los derechos de las mujeres y las niñas han sido pisoteados a lo largo de la historia por los hombres de toda clase y condición, llegando incluso a negarles durante muchos siglos su condición de persona. Aún hoy en día no es difícil escuchar noticias del tipo "Ha llegado una patera con once personas y cinco mujeres". Y este ejemplo es real.
 
Que el patriarcado tiene la habilidad de camuflarse de cualquier manera para subsistir, es algo que ya sabemos. Pero la ofensiva que está llevando a cabo en estos momentos con temas tan sensibles como la paternidad mediante vientres de alquiler es alarmante. Y como siempre cuenta con el capitalismo y grandes medios de comunicación a su favor.
 
No crea que sea justo ni equitativo hablar de altruismo y de generosidad de las mujeres gestantes porque tienen que hacerlo como consecuencia de necesidades económicas. Mientras que los padres lo hacen por satisfacer su DESEO de perpetuar su linaje. Porque si realmente necesitan satisfacer su paternidad, la adopción de bebés seria la opción más solidaria.
 
Dicho esto, me resulta imposible empatizar cómo esta gentuza famosilla que impone de forma hegemónica sus deseos hechos realidad gracias a las necesidades de mujeres de otras partes del mundo. Y me resulta imposible porque evidentemente no soy equidistante entre las dos partes.
 
Gente que pretende imponer un debate para que se legisle sobre cómo satisfacer un deseo personal a costa de la salud de las mujeres. Gente que con dinero cree que puede comprarlo todo, incluso "alquilando" vientres de mujeres. Gente caprichosa y despreciable a quien lo único que le importa es la satisfacción de sus deseos a toda costa. No, conmigo que no cuenten.
 
El debate que han impuesto nace viciado para convertir en derechos lo que son solo deseos. Y ahí no puede existir equidistancia. La salud de demasiadas mujeres e incluso niñas está en juego.
 
El neoliberalismo patriarcal pretende pasar por encima de los derechos de las mujeres jugando torticeramente, injustamente, con el lenguaje y utilizando de forma interesada expresiones acuñadas por las feministas. Expresiones como "lo personal es político" o "mi cuerpo es mío" están siendo utilizadas para justificar su discurso patriarcal dando la vuelta a su sentido original.
 
Es muy curioso ver cómo para impedir que las mujeres podamos interrumpir embarazos voluntariamente se nos intente despojar de nuestra capacidad de decisión sobre nuestro propio cuerpo, mientras que se nos devuelve toda esa capacidad de decisión cuando de satisfacer los derechos de paternidad de otros se trata.
 
El debate de los vientres de alquiler está servido. Hay muchos intereses patriarcales de por medio. Y por supuesto mucho negocio. Pero al igual que ocurre con la prostitución, el patriarcado pretende convertir deseos en derechos y no duda ni un segundo en intentar apropiarse del cuerpo de las mujeres y las niñas. Aunque sea "alquilando" partes de este, con tal de satisfacer esos deseos y seguir alimentando su "alter ego". Lo encuentran natural incluso. Y solo cuando esa "naturalidad" es cuestionada al poner los derechos de las mujeres al mismo nivel que los suyos, entonces sale en tropel la manada patriarcal clamando el mantenimiento de sus privilegios patriarcales de convertir en derechos lo que solo son deseos.
 
No, no es posible mantener una equidistancia cuando los derechos de más de la mitad de la población están en juego. Pretender mantenerla es una perversa estrategia patriarcal que disfraza de generosidad y altruismo lo que en realidad son necesidades económicas de mujeres, que no son libres para elegir gestar para otras personas con los riesgos para su salud integral que eso conlleva.
 
Y esa perversa estrategia patriarcal está alimentada por un neoliberalismo feroz que no tiene límites a la hora de diseñar líneas de negocios rentables. Aunque la materia prima para esos negocios sean los cuerpos de las mujeres y de las niñas.
 
Y lo mismo ocurre con el negocio de la trata de mujeres y niñas para su explotación sexual en donde tampoco podemos ser equidistantes.
 
Los derechos de las personas, por encima de todo y siempre, por supuesto. Pero de TODAS las personas. Y las mujeres y las niñas somos personas con derechos.
 
Y en estos temas mantener equidistancia es alimentar al neoliberalismo patriarcal más perverso que utiliza nuestros cuerpos para sus negocios. Porque allá donde existe necesidades por cubrir no existen libertades plenas para decidir.
 
[email protected]
 
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.
 
17/TMC/GG

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