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Mujeres, niños y niñas indígenas dejan casa y escuela por crisis

Por Román González

La crisis cafetalera que afecta al país y que ha empobrecido aún más a los pequeños productores, ha obligado a mujeres, niñas y niños indígenas a realizar tareas que por el esfuerzo físico que requieren eran exclusivas de los hombres y a dejar algunas labores del hogar y las escuelas, aseguró hoy la presidenta de la Asociación Mexicana de Mujeres Organizadas en Red (AMMOR), Valeria Vidals Martínez.

Al participar en el Diálogo por una Política de Estado para el Campo, Vidals Martínez dijo que en especial se incrementó el desempeño de las mujeres, niñas y niños, que aunque ya participaban han sido obligados a dejar algunos quehaceres domésticos y la escuela respectivamente.

Esto, explicó, fue debido a que, en relación al ámbito productivo, se observó un cambio generalizado en las actividades culturales, tanto en la cantidad y calidad de tareas realizadas, como en quiénes las efectuaban.

De este modo, apuntó Vidals Martínez, varias actividades se abandonaron -con la consecuente baja en la productividad y calidad y el aumento de plagas y enfermedades- y prácticamente todas las que eran parcialmente asalariadas -en especial el corte- pasaron a ser desarrolladas por miembros de la familia como mano de obra no remunerada.

En el Archivo General de la Nación (AGN), donde tienen lugar las mesas de trabajo sobre la situación del campo mexicano, expuso que con el incremento de la ocupación de mujeres y niños, las familias buscaron sustituir la contratación de jornaleros que efectuaban labores como limpias, podas, entre otras actividades.

«Es decir, en aquellas actividades en las cuales las mujeres participaban escasamente hace unos años, y en cambio durante la crisis comenzaron a desarrollar, a pesar de ser consideradas labores ‘muy pesadas’ para ellas».

REDISTRIBUCION DE ACTIVIDADES

Así, afirmó, la distribución por sexos de algunas tareas agrícolas se modificó, de manera que algunas actividades que eran desarrolladas exclusivamente por los varones, comenzaron a realizarse también por las mujeres, ya sea como trabajo familiar no remunerado en mayor medida, o como trabajo asalariado de manera marginal.

La explicación de estas modificaciones se centra en la drástica reducción de los precios del café y por lo tanto de los salarios agrícolas regionales. La severa reducción salarial convirtió el pago de algunas actividades en algo «poco atractivo» para los varones, y en cambio comenzó a interesar a las mujeres, porque los ingresos de ellas son considerados siempre como «complementarios» al ingreso familiar, aunque no lo sean.

MAS CONSECUENCIAS

La presidenta de AMMOR destacó que otra consecuencia derivada de la caída de los precios del café fue la emigración de las familias hacia centros urbanos en busca de trabajo, primero las mujeres más jóvenes y solteras, luego los jóvenes varones y finalmente las personas adultas, casadas, acompañadas o no de toda la familia.

Con ello, salían para buscar empleo como trabajadoras domésticas, peones de albañil, estibadores en los mercados, o «de lo que sea». La emigración de familias completas fue más acentuada en los primeros años de crisis, y ha disminuido por la recesión norteamericana: como comentan «no se halla nada allá tampoco», aseguró.

Efectivamente, dijo, la emigración masiva inicial pasó a ser selectiva incorporando casi exclusivamente a los varones -solteros y casados- y a las mujeres jóvenes solteras. Por ello, aumentó de manera absoluta el número de familias encabezadas por mujeres, «esto supone que las mujeres se quedaron al frente de la producción agropecuaria, organizándola y asumiéndola en condiciones sin el reconocimiento del sector institucional».

ALTERNATIVAS DE SOLUCION:

En su análisis, Vidals Martínez expone que tomando en cuenta todo lo anterior y que la producción cafetalera es una actividad netamente campesina en la que intervienen todos los miembros de la familia, por ello no es una actividad exclusivamente masculina.

Esto implica, que cualquier proyecto y programa institucional, deberá abarcar la participación de las mujeres no sólo en lo relativo al cultivo, sino también con el propósito de transformar la situación actual de desigualdad social que viven las mujeres.

Concluyó que es necesario se reconozca la situación desfavorable que viven las campesinas por ser mujeres, y que se reconozca la capacidad y su participación, así como avanzar en el proceso de organización de las mujeres campesinas.

RGL/MEL

       
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