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Obstaculizaron autoridades ingreso de mujeres rurales

Por Guadalupe Vallejo Mora

Luego de sortear varias trámites «de rutina» solicitados por las autoridades del consulado de México en Guatemala, entre ellos el demostrar solvencia económica, un empleo estable, ser propietaria inmobiliaria, contar con declaración de impuestos «en regla» y una cuenta bancaria no inferior a los dos mil dólares (20 mil pesos mexicanos) y, por si fuera poco, vacunarse contra la fiebre amarilla, la indígena Catalina Pérez, de 28 años de edad, logró arribar a nuestro país.

Pero no traía consigo los dos mil dólares solicitados ni, por supuesto, una tarjeta de crédito que avalara que era persona «confiable». Sus únicas pertenencias eran 20 dólares (200 pesos mexicanos) que le fueron entregados por la organización en la que trabaja; un cambio de ropa (falda y blusa de manta prestados por unas compañeras), sus huaraches y un rebozo.

También la acompañaban un cúmulo de demandas bajo el brazo -propias y de sus comunidades-; entre ellas, denunciar la injusticia que sufren las guatemaltecas que viven con menos de un dólar al día y la falta de empleos, lo que ha provocado que las mujeres se sumen cada vez a la migración hacia los Estados Unidos.

A esto se suma el no poder poseer tierras debido a los usos y costumbres tan arraigados en sus comunidades -pues en toda Latinoamérica y el Caribe menos del 1 por ciento de mujeres cuenta con un título de propiedad- y el carecer de un documento oficial, como el acta de nacimiento, lo que les impide reclamar tierras, ponerlas a su nombre en caso de viudez, o solicitar créditos.

Así como Catalina, al menos una veintena de asistentes al Segundo Encuentro de Mujeres Indígenas de América Latina y el Caribe tuvieron que sortear varios obstáculos. En cuanto a la aplicación de la vacuna, sólo la delegación de Perú, conformada por 10 mujeres indígenas, cumplió con ese requisito.

Fue gracias a que la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe (Redelac), organizadora del Encuentro, interpuso sus «buenos oficios», que Catalina y muchas otras indígenas lograron arribar a nuestro país, pero no el día de la inauguración -25 de septiembre-, sino el martes 27, dos días después de iniciados los trabajos en el centro vacacional de La Trinidad, municipio de la Santa Cruz.

A esta situación se sumó que, el pasado ocho se septiembre, la cancillería mexicana y el Instituto Nacional de Migración (INM) hicieron oficial la imposición de visas a los visitantes de Brasil, Ecuador y Sudáfrica, hecho que movió a las coordinadoras de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe (Redelac) a presentar el problema ante Melva Priá y Alfonso Celestino, de la Unidad de Atención a Organizaciones Sociales de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), para que las apoyara en los trámites.

La justificación de la cancillería al solicitar las visas a esos países es que el «programa opera exitosamente con varios países de la región con el objeto de fomentar el turismo, la inversión y el desarrollo de negocios, bajo un marco de seguridad jurídica apropiado».

MOVILIZACIÓN DE LA RED

Por fortuna -dijo María del Carmen García Jiménez, de la coordinación de apoyo de la Red-las brasileñas pudieron ingresar al país; son la delegación más numerosa del encuentro, con 40 representantes. No obstante, cuestionó las políticas migratorias aplicadas en México en contra de pueblos hermanos, situación que, dijo, «lo ubica a la par de los Estados Unidos, país que aplica las mismas medidas antiterroristas y paranoicas contra los mexicanos que buscan internarse en esa nación».

Ante la «hospitalidad» mostrada por las autoridades mexicanas, algunas de las participantes buscaron el apoyo familiar o de sus organizaciones; otras optaron por quedarse en sus comunidades. La coordinadora campesina Martha Cecilia Ventura Ventura, de Guatemala, permaneció en casa.

La Redelac México envió una carta al Consulado de México en Guatemala -a cargo de Miguel Ángel Isidro- para que seis guatemaltecas pudiera ingresar al país. En dicha carta invitación, con fecha de acuse de recibo de 20 de septiembre de 2005, a las 1:52 PM -de cuyo original Cimacnoticias tiene una copia signada por García Jiménez y Adriana Welsh, de la coordinación internacional de la Redelac México- se exponen al cónsul mexicano los motivos del encuentro, día, lugar donde se llevaría a cabo, además de que los gastos de transporte, hospedaje y alimentación estaban cubiertos.

Gracias a ello, María Saturnina Us Álvarez, Angelina Clara Nicolás Salomón, Claudia Idely Morales de Rojas, María Ixmucané, además de la propia Catalina Pérez Domingo, recibieron un permiso de internación por 30 días.

Junto con ellas, recibieron el permiso de internación 5734, con fecha 23 de septiembre de 2005 -de acuerdo al artículo 47, fracción I de la Ley General de Población y 160 de sus reglamentos- cuatro ecuatorianas; dos peruanas; 10 bolivianas y una colombiana, firmado por licenciado Luis Muñoz Ángeles y dirigido al Ministro Juan Miguel Gutiérrez Tinoco, de la Dirección General de Protección y Asuntos Consulares de la SRE.

PARA MUESTRA UN BOTON

En una de las mesas de trabajo, denominada Dinámica vivencial e identidad. ¿Cómo mujer rural, de qué tipo de organización formo parte? ¿Qué tipo de actividades productivas realizo?, la nicaragüense Antonia Aguilar, de 32 años de edad, comentó que tanto la ropa que traía consigo para el evento (dos camisas y una falda, así como 15 dólares, equivalentes a 150 pesos) le habían sido otorgados por su organización, la Fundación de Mujeres y Desarrollo Económico Comunitario (Fundec).

Y aunque su rostro reflejaba la amargura de haber dejado solos a sus cuatro hijas e hijos (de 16 14, 11 y 6 años de edad) para venir al foro, decía sentirse feliz y daba gracias a Dios por haberle permitido salir de la opresión en que había vivido hasta 1998, fecha en que conoció a las mujeres de la organización.

Durante su relato informó que, aun cuando enviudó hace casi cinco años, aún no es la poseedora de la tierra, pues para ello «se necesitan muchos trámites y dinero».

Durante ese tiempo -agrega-, «he sobrevivido con la ayuda de la organización y de lo que vendo producto de mis tierras; en un principio mi suegro me envió mil dólares de los Estados Unidos, pero una de sus hijas lo mal informó diciendo que yo estaba en malos pasos, que me salía casi todo el día y que quién sabe con cuantos hombres andaba. Nunca más he recibido apoyo de nadie, ni de mis otros tres hijos casados de 20, 21 y 19 años; además, con qué, si apenas les alcanza para sus familias».

Pese a ello, dice estar satisfecha de que «el pan que llevo a la mesa de mis hijos es bien ganado y, aun cuando me critiquen, seguiré con la organización, porque así como me quitaron la venda de los ojos y me ayudaron a salir adelante, a ver que yo también valgo, así quiero poder ayudar a otras mujeres, aunque me critiquen, porque sé que ellas me necesitan». Como la de ella, muchas otras historias se repitieron a lo largo del día.

05/GV/YT

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