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Padecen hacinamiento y abandono mujeres chilenas presas

Por la Redacción

Más de dos mil mujeres chilenas presas, que representan el tres por ciento de la población carcelaria del país sudamericano, padecen la sobrepoblación en los penales y precarias condiciones de vida, según un reporte del portal especializado Mujeres Hoy, que visitó el Centro de Orientación Femenina de Santiago (COF).

Francisca pasa sus tardes tejiendo ropa para su nieto bajo el tibio sol del invierno de Santiago. Junto a un grupo de mujeres que bordea los 50 años, su «carreta», como se le conoce en la jerga penal, o más bien su grupo de amigas en prisión, conversan y ven pasar los días en el patio de uno de los módulos del reclusorio.

Ella cumple una condena de cinco años y un día por robo. «Yo fui detenida en 1987, en esa ocasión estuve un año y medio en la cárcel y luego salí por buena conducta a la espera de la condena. En 16 años, el tiempo en que se demoró el juicio, jamás volví a delinquir y mis antecedentes eran intachables, pero eso no pesó a la hora del dictamen del juez», relató a Mujeres Hoy, lo que hace evidente de la justicia chilena, y la latinoamericana.

Al lado suyo Nancy, de 43 años, confecciona sencillas artesanías en papel que luego envía afuera para su venta. Al igual que ella, muchas mujeres de este módulo desempeñan diversos oficios para ganar algún dinero que permita acceder a pequeñas comodidades y también, para enviar a la familia.

«La Francisca vende diarios, la Elvira corta y tiñe el pelo, y muchas también lavan ropa ajena o venden sandwich u otros comestibles como papas fritas», relata Nancy, quien lleva casi cuatro años recluida.

Condenada por microtráfico de drogas, su historia es similar a la mayoría de las mujeres que cumplen condenas en las cárceles chilenas.

Según datos de la Gendarmería, la institución estatal a cargo de la administración de los penales chilenos, alrededor del 60 por ciento de las presas están procesadas por tenencia y tráfico de sustancias ilícitas.

Y aunque el nombre es rimbombante, más que importantes narcotraficantes, estas son mujeres de escasos recursos que caen en la venta de drogas a pequeña escala como marihuana y «pasta base», un derivado barato de la cocaína, producto de sus precarias condiciones económicas y sociales.

El segundo delito de mayor ocurrencia entre las mujeres es el hurto y el tercero, el robo con intimidación. Y aunque el porcentaje de reincidencia es alto -casi la mitad de las reclusas vuelve a delinquir-, el lugar donde se encuentran recluidas las entrevistadas se asemeja más a un gran patio trasero de un conjunto habitacional de sectores populares, que a la oscura imagen que se tiene del mundo carcelario.

Grupos de mujeres conversando o jugando cartas bajo los árboles, mientras otras lavan ropa y las más jóvenes juegan vóleibol en una vieja cancha.

«Mire, si yo diría que acá nosotras no estamos tan mal porque nos ayudamos mucho entre nosotras. Pero en nuestro dormitorio somos 110 cuando deberían ser menos de la mitad. Muchas duermen de a dos o tres en camas de una plaza, y a varias sólo les queda acomodarse en el suelo», relata Francisca.

Otra queja recurrente es la carencia de una efectiva atención médica. «Uno tiene que estar casi muriéndose para que la lleven a la enfermería, también depende de la simpatía que le tenga a una la gendarme. Muchas sufren de reumatismo o lumbago, pero ninguna recibe tratamiento estable. Para qué decir de atención sicológica, parece que hay psiquiatras, pero una tiene que estar ya con una depresión terrible para que la lleven», enumera otra de las internas.

La conversación se ve interrumpida por un aviso que se corre de voz en voz, «el concierto va a comenzar». Con la lentitud que da una vida entre rejas y con todo el tiempo a disposición, las internas comienzan a caminar al gimnasio del penal, donde serán espectadoras de un evento muy especial.

ROCK Y REJAS

En Chile hay dos mil 240 mujeres recluidas en cárceles, de un total de 35 mil personas que conforman la población penal. El Centro de Orientación Femenina de Santiago es la prisión para mujeres más grande del país con 982 internas, de las cuales 464 están condenadas y 413 a la espera del dictamen judicial.

Un alto número de ellas fue partícipe el pasado lunes 25 de un espectáculo completamente insólito para sus rutinas: en el gimnasio del recinto asistieron a un concierto de música rock, que se incluye en el proyecto Rock y Rejas, que llevará nueve bandas a un número similar de penales de la región central de Chile.

Coreando las canciones del cantante Florcita Motuda, todo un personaje de la música popular chilena, las reas escaparon por una tarde a la monotonía carcelaria.

Nacido de los cerebros de un periodista y un sonidista, el proyecto, que tuvo en este show su cuarta fecha, se traducirá, además, en un álbum compilatorio con lo más destacado de estas actuaciones, gracias a la obtención de recursos fiscales a través de un concurso público.

El 50 por ciento de las ganancias de ese disco, que se editará en diciembre próximo, se donará a los talleres de música de los penales incluidos en esta particular gira. Se contempla también la realización de un documental y una exposición fotográfica que rescatará la experiencia.

2003/MH/MEL

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