Inicio Pide organización internacional dejar de comerciar con derechos de trabajadoras

Pide organización internacional dejar de comerciar con derechos de trabajadoras

Por Román González

La globalización ha introducido a millones de mujeres de los países en desarrollo en el mundo de trabajo, en las empresas multinacionales; producen ropa, zapatos, cortan flores o montan juguetes.

Sin embargo, los contratos -si es que tienen-, son de corta duración, trabajan a un ritmo frenético, reciben un salario muy bajo y no tiene cobertura médica, revela un estudio de la organización Oxfam Internacional (OI). La consigna de las empresas es producir rápido con el menor gasto posible y obtener una ganancia mayor, establece.

Ante ello, Oxfam propone a los gobiernos dejar de comerciar con los derechos de las trabajadoras tanto jurídicamente como en la práctica y hacer cumplir las normas internacionales del trabajo para fomentar empleos dignos que favorezcan la reducción de la pobreza, la igualdad de género y el desarrollo.

Para la asociación –agrupada por una confederación de 12 organizaciones que trabajan en más de 100 países–, las empresas multinacionales no tienen Patria.

Buscan en todo el globo, aquella nación que ofrezca mejores condiciones para asentarse, es decir: mano de obra barata y sumisa, pocos gastos y sobre todo, ninguna responsabilidad.

En su estudio, Más por menos: El trabajo precario de las mujeres en las cadenas de producción globalizadas, lamentó que se anteponga la ganancia a los trabajos que podrían aportar a las mujeres ingresos, seguridad y sobre todo, salir de la pobreza junto con sus familias.

Y eso no es todo. La OI asegura que sin en algún momento las empresas trasnacionales /se ven presionadas de manera que suponga una merma en sus beneficios, sencillamente recogen su maquinaria, cierran las puertas y se van a otro lugar.

El estudio realizado en 12 países, pone de manifiesto la forma de trabajo de los llamados «minoristas» –supermercados y grandes almacenes–, que utilizan el poder de las marcas de ropa en las cadenas de producción para trasladar sistemáticamente los costos y los riesgos a los productores, quienes a su vez los desplazan a las mujeres trabajadoras.

CONDICIONES DE ALGUNOS PAÍSES

Como ejemplo pone a Chile, nación donde el 75 por ciento de las mujeres del sector agrícola trabaja con contratos temporales, recogiendo fruta durante la temporada más de 60 horas a la semana. Una de cada tres empleadas gana menos de un salario mínimo.

En tanto, menos de la mitad de las mujeres empleadas en el sector de la exportación de textiles y prendas de vestir en Bangladesh tiene contrato y la gran mayoría no tiene derecho a licencia de maternidad o cobertura médica. El 80 por ciento teme ser despedida si se queja.

Asimismo, en la provincia china de Guangdong, una de las regiones industriales de crecimiento más rápido de todo el mundo, las jóvenes hacen 150 horas extras al mes en las fábricas de confección: el 60 por ciento no tiene contrato y el 90 por ciento no tiene acceso a la seguridad social.

En Colombia, dice OI, uno de los países exportadores de flores con mayor volumen de mercado, las trabajadoras tienen jornadas que pueden durar hasta 16 horas, desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche. Además, la última reforma laboral aprobada en 2002, alarga las jornadas, abarata los despidos y fomenta la contratación temporal.

MÁS TRABAJO

El estudio, indica que la repercusión de estas irregularidades en el empleo va más allá del lugar de trabajo, pues se considera que las mujeres deben ocuparse de criar a las y los hijos y de cuidar a sus familiares enfermos, aunque trabajen fuera de casa.

Las trabajadoras soportan una doble carga y apenas reciben ayuda de sus gobiernos o empresarios. La presión que sufren puede acabar con su salud y minar las posibilidades de que sus hijas e hijos accedan a un futuro mejor.

Para OI, las trabajadoras tanto de países ricos como pobres, sufren las consecuencias, pues las mujeres e inmigrantes de las comunidades pobres de las naciones desarrolladas –empleadas agrícolas de Estados Unidos y Canadá–, o las que se llevan el trabajo a casa en el Reino Unido y Australia, tienen contratos muy precarios.

2004/RG/GV

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