Probablemente esta semana se escriba aquí un nuevo capítulo de la historia del movimiento mundial de mujeres, cuyas representantes son las mismas que hemos visto frecuentemente en los pasillos de Nueva York: algunas son o fueron funcionarias y otras representantes de agencias de financiamiento.
Las voces para volver a politizar el movimiento feminista, a tomar las calles de nuevo, a renovar los mecanismos de presión política y de ética feminista se están multiplicando a unas horas de comenzado el noveno foro internacional de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID, en inglés), denominado Reinventando la globalización.
Se trata de darles sentido a sus actividades sin el fácil camino del cabildeo y la negociación. Muchas latinoamericanas planean discutir la manera como saldrán de la presión que ejercen muchos de sus donantes sobre sus proyectos, además de sacar una campaña en esta reunión que se efectúa por primera vez fuera de los Estados Unidos.
Por eso se lanzó la campaña Globalízalos, para que el mundo que no entiende (es decir muchos dirigentes hombres y poderosos), le quede claro que promover y respetar los derechos de las mujeres es hacer una inversión para el futuro.
En la sesión inaugural la propuesta fue palpable. Cuando las oradoras oficiales propusieron recuperar la radicalidad, el público –mayoría inmensa de mujeres– la subrayó.
En esta reunión, a la que asisten mil 200 mujeres de los cuatro continentes, nadie aún puede recuperarse de la emoción de poder hablar con una mujer de Ucrania que dice que el feminismo es vigente y vital, o de discutir con las nigerianas (en apariencia el grupo más grande) que tienen en su haber diversas experiencias de organización productiva autónoma; además de que precisamente son ellas las pioneras en la construcción de un fondo de recursos autónomos para otras mujeres.
Lo cierto es que aquí, sin nombrarse como reunión o encuentro feminista, las que dirigen, organizan, hacen los paneles y discuten son todas las que reivindican al movimiento feminista como el propulsor de las propuestas más avanzadas del siglo XX, sobre las relaciones de las mujeres y los hombres cuya selección de temas, talleres y formato de las discusiones vienen de esa experiencia.
Se dice ya en los pasillos, cuando apenas son las 12 del día, que sí, que la única manera de resolver la pobreza de 900 millones de mujeres, o la disparidad lacerante de la pobreza, no es otra que una nueva revolución: la de las mujeres que no tiene más ismo que el feminismo.
Suena curiosa toda esta parafernalia, sobre todo de europeas, asiáticas y africanas: mucho más radicales que las latinoamericanas en este foro.
Los resultados podrían ser sorprendentes. Ya hay una propuesta de ocho puntos sobre los cuales trabajar en el futuro: transformar a los organismos internacionales, hacer responsables a los estados de la situación de las mujeres, acelerar los procesos de comunicación y apropiación tecnológica para ellas mujeres, crear nuevas áreas para una economía social y reinventar la manera como se puede sustituir este sistema.
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