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Vamos Marta y el estilo conyugal de gobernar

Por Eduardo Ibarra Aguirre

Como en los mejores tiempos del salinato, la documentada denuncia reporteril de Sara Silver tuvo que provenir de allende nuestras fronteras, desde Londres para ser exactos, para que un secreto a voces se convirtiera en bomba informativa que estallara en las narices y colocara en el centro de la opinión pública y publicada los más que irregulares manejos financieros, institucionales y políticos de la Fundación Vamos México y que, en estricto rigor, debiéramos llamar Vamos Marta.

Antes fue Olga Wornat, desde Buenos Aires, quien puso el dedo en la llaga con La jefa, que tanto irritó al primer círculo presidencial, cuando es sabido que Marta Sahagún Jiménez le proporcionó amplísimas facilidades informativas, seguramente pensando que se haría un libro que maquillaría la imagen de quien sin sonrojarse reconoce tener aspiraciones presidenciales, cultivarlas desde Los Pinos y discutirlas con su marido que, casualmente, es el titular del Ejecutivo Federal. Tan grotesco fue, que su esposo y presidente le enmendó la plana enseguida.

Por supuesto que no han sido pocos los colegas, sobre todo columnistas –Raymundo Riva Palacio, Carlos Ramírez, Julio Hernández López y Alvaro Cepeda Neri de manera destacada y sistemática– que han documentado el enorme poder de facto que concentra la llamada –arcaicamente para los presuntos tiempos de cambio–, primera dama, el uso de recursos públicos para fines privados, el nepotismo y tráfico de influencias que se teje y ejercita a su alrededor y el de su familia.

El hecho de que estos temas se ventilen en los poco leídos pero influyentes espacios de opinión, a cuenta y riesgo de columnistas y articulistas, pone al desnudo la vigencia de los viejos pero realmente existentes mecanismos de censura y autocensura que ejercitan los propietarios del duopolio televisivo, el oligopolio radiofónico y los grandes consorcios del diarismo impreso. Las notables excepciones en los tres ámbitos, confirman la regla de conducta.

Nada tiene de casual que sólo La Jornada y El Independiente hayan destacado el lunes 2 el reportaje del Financial Times, como tampoco los 45 minutos brindados a doña Marta por El canal de las estrellas, en su matutino del día 3, En Contraste, con todo el comedimiento de que fueron capaces Adela Micha y Leonardo Kurchenko, mientras que la corresponsal del diario londinense brilló por su ausencia. Menos aún el intenso tour informativo que doña Marta y sus empleados desplegaron para vender su verdad: «todo en orden», pero sin aportar pruebas. Y sin aceptar preguntas en las conferencias de prensa brindadas por la jefa y sus costosísimos subalternos, llegaron a retar a los colegas: «Se ha informado más de lo que estamos obligados».

Más allá de los hechos, llama mucho la atención la insolencia de la presidenta de la Fundación, insisto, Vamos Marta y de su selecto personal que cobra en la nómina de Presidencia como lo documentó Jorge Meléndez Preciado en La Crisis, para descalificar como «mentira, calumnia, difamación o manejo tendencioso o tergiversado de la información» de la corresponsal y el diario británicos. El uso tramposo del discurso de género sólo se explica por el nerviosismo que la tiene atrapada y el afán de capitalizar políticamente este traspié.

Su esposo, el presidente de la República, se incorporó a la colección de inconsistencias y desfiguros denominando a los críticos de doña Marta «caníbales» y «jauría».

Marta y Vicente, o al revés, están actuando como lo anunciaron la primera semana de marzo del año pasado: «Somos una pareja que compartimos decisiones (…) Somos una pareja presidencial». Lo que en su momento se percibió como uno de los tantos dislates de Vicente Fox y que, por cierto, recibió una cerrada defensa del líder de su partido, Luis Felipe Bravo Mena, después fue corregido y aumentado: las decisiones no sólo las comparte con su cónyuge, también con el gabinete, el Congreso de la Unión y el pueblo de México. En ese orden.

Sobre advertencia no hubo engaño. El estilo conyugal de gobernar, con el permiso de don Daniel Cosío Villegas, fue sustentado explícitamente hace 11 meses y puesto en juego seguramente mucho antes. Recibió múltiples críticas periodísticas y discursivas, pero ningún legislador y menos aun grupo parlamentario, con todo y ser mayoría la oposición, han hecho nada consistente para reafirmar que la titularidad del Poder Ejecutivo se deposita en una persona y su esposa es solamente eso.

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04/EI/GB

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