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Violencia medioambiental amenaza a indígenas bolivianas

Por Anayeli García Martínez
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Originaria de la provincia de Poopó en el departamento de Oruru, en Bolivia, Margarita Quino Aramayo es una adulta mayor que ante la inminente extinción del lago Poopó –el segundo más grande de aquel país luego del Titicaca– se alió con sus compañeras para crear la Red Nacional de Mujeres en Defensa de la Madre Tierra, un proyecto para visibilizar lo que llama “violencia ambiental”.
 
“Como mujeres indígenas nos comparamos con la madre tierra porque es fértil, da frutos; nosotras también damos fruto a la vida y como a la madre tierra no hay quien la defienda porque no tiene voz, no sabe cómo defender sus derechos, nosotras –las mujeres– nos hemos puesto a defenderla”, aseguró la indígena boliviana Margarita Quino Aramayo.
 
A sus 65 años, recién cumplidos el pasado 17 de septiembre, Margarita es una mujer con facilidad de palabra. “Mientras me quede vida tengo que seguir peleando. El gobierno piensa en el momento, no piensa en el futuro. Queremos dejar un ambiente sano porque mañana tal vez nos juzguen nuestros hijos, nuestros nietos, por no haber peleado”, dice en entrevista con Cimacnoticias. 
 
Madre de tres hijos y abuela de cuatro nietos, Margarita viajó en septiembre a Brasil para participar en el XIII Foro Internacional de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID) donde habló de la defensa de la tierra, repartió folletos para explicar qué es la "violencia medioambiental contra la mujer" y de paso vender artesanías, actividad que sirve para recaudar fondos para su causa.
 
“Nosotras estamos visibilizando la violencia medioambiental contra la mujer que era invisible hasta hace unos 3 años. Ni nosotras sabíamos que estaban violando nuestros derechos”, explicó.
 
Las bolivianas de Oruru empezaron a forjar la idea de crear una red de defensoras de la tierra luego de que gente de otra comunidad afectada por la minera las invitó a participar en un taller sobre extractivismo. Tras ese encuentro, el 15 de noviembre de 2013, las comunidades de Oruro, La Paz y Potosí, decidieron tejer su propia red de solidaridad.
 
Ahora Margarita es coordinadora de la Red y desde su cargo como vocera se ha dedicado a hacer incidencia, “estamos visibilizando la violencia medioambiental que es la violación de todos los derechos hacia la madre tierra, nosotras como mujeres indígenas nos comparamos con la madre tierra porque la madre tierra es fértil, da frutos, nosotras también damos fruto a la vida”.
 
La Red comenzó con tres comunidades y ahora tiene más de doce y unas 90 líderes. Con apenas 3 años de lucha pareciera que las bolivianas tienen todo en contra, y es que el 28 de mayo de 2014 el gobierno de aquel país promulgó la Ley 535 de Minería y Metalurgia que significó un revés a todo el discurso de las indígenas. “Ellos nos arrinconan mediante leyes. La Ley minera tiene 27 artículos en contra de los indígenas originarios”.
 
Desde el punto de vista de Margarita Quino, lo peor de esta norma es la criminalización de la protesta porque quienes se opongan a los proyectos mineros pueden ser acusados de delitos penales y pasar hasta 8 años en prisión, “ahí ya nos mandaron un mensaje: las defensoras de la madre tierra pueden estar haciendo maletas e irse. Nosotras somos ancestras, vivimos de nuestras comunidades y nadie nos expulsará de nuestro territorio”.
 
Además recalca: “El gobierno dice que todo lo de encima de la tierra es de los indígenas pero debajo de ella es del gobierno y dispondrá toda la riqueza natural que hay debajo de la tierra, entonces ¿en qué quedamos? Nos están despojando de nuestras tierras. El gobierno solamente piensa en lo económico y con la nueva ley van a explorar y entrar a trabajar donde sea”.
 
No obstante ella y sus compañeras aseguran que seguirán denunciando la devastación; y es que el lago Poopó era una cuenca donde había gran biodiversidad, donde habitaba la comunidad indígena de los urus, quienes vivían de la pesca y de la caza.
 
“Ahora están migrando a otros países, y está desapareciendo esa etnia que era ancestralmente  cultural de Oruru”, lamenta la mujer.
De la mano de la minería muchas veces llega también la migración porque la gente debe irse para sobrevivir.
 
Sobre esta salida forzosa hacia las ciudades Margarita comenta, “nosotras nos sentimos muy amargadas, queremos retornar a nuestras comunidades porque esa ha sido nuestra vida, hemos vivido de la tierra, arraigadas a nuestras ancestras”.
 
Para lograr que nadie tenga que abandonar su lugar de origen la Red quiere que se reconozca la violencia medioambiental como un fenómeno que afecta el derecho de las mujeres a tener una  vida digna porque al contaminar el agua, usar químicos y extraer minerales, se deja infértil la tierra, les quita su medio de trabajo y les perjudica la salud.
 
16/AGM/LGL

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