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El Día Internacional del Autocuidado se celebró el pasado 24 de julio para reflejar el objetivo principal de cuidarnos las 24 horas del día, los 7 días de la semana (24/07) y así concientizar sobre la importancia de cuidar de nuestra propia salud física, mental y emocional con o sin el apoyo de un agente externo como dice la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Entendemos que el autocuidado es un proceso activo de autoatención fundamental para todas las personas, pero hoy queremos reconocer la importancia de el autocuidado en el ámbito del trabajo humanitario. 

Algunos datos del “Diagnóstico 2012. Violencia contra Defensoras de Derechos Humanos en Mesoamérica” ilustran los efectos físicos y emocionales de dicho trabajo: -Ocho de cada diez defensoras había padecido alguna enfermedad. -Cinco de cada diez defensoras no estaba satisfecha con el tiempo que pasaba con su familia.

Es por ello que es importante trabajar en lograr un equilibrio entre la vida laboral y la personal, evitando el descuido de ésta última como resultado del compromiso con las causas que defendemos. 
En algunas ocasiones los niveles de exigencia rebasan nuestras energías generando percepciones y sentimientos negativos y hasta sentimos culpa por priorizarnos, pero debemos recordar que “para ayudar a otras personas primero tienes que estar tu bien”. 

Como defienden desde la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras) “el autocuidado es una apuesta política que nos compromete individual y colectivamente, que nos exige modificar los patrones que nos desgastan para hacer sostenibles los movimientos.”

La psicóloga de Camino Protegido, Suri, nos explica “Como trabajadores/as en la defensa de los derechos humanos, sabemos que el bienestar no es un privilegio, sino un derecho, ya que con ello logramos equilibrar una vida saludable que consta en tener una estabilidad emocional y física que nos permita realizar un mejor trabajo para contribuir en la transformación social e integral de las personas en contexto de movilidad. 

Es por tanto que aunque el autocuidado es un reto que implica reconocer nuestras propias vulnerabilidades a nivel personal, familiar y laboral, es importante que le demos fortaleza dentro de nuestros movimientos sociales, para fomentar el compañerismo y un adecuado clima laboral.

Además, al evaluar nuestras debilidades no dejamos de soñar con la libertad y la justicia, la no violencia hacia las mujeres, la armonía y la no discriminación, así como con sonreír y vivir sin miedo en un mundo donde en cada país exista realmente la justicia, democracia, igualdad y solidaridad. 

Es por ello que «nos cuidaremos para cuidarte y para que en conjunto sigamos en esta lucha.”

Aunque el autocuidado sigue siendo un reto gracias a este tipo de prácticas y al apoyo de organizaciones como Aluna y Ayuda en Acción con programas como “Cuidando al Cuidador”, hoy lo podemos entender como una prioridad para poder seguir llevando a cabo de la mejor manera nuestra misión de defender y promover los derechos humanos de las personas en movilidad desde La 72, Hogar-Refugio para Personas Migrantes por medio de establecer una nueva relación más equilibrada y saludable con nosotras mismas, con las otras personas y con la organización.

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Madre fundadora, guía, maestra, amiga, abogada, teóloga, defensora de derechos humanos, feminista no son sólo palabras, son definiciones que colocan cuando se les pregunta a quienes han colaborado con ella, como la definen, y que se repiten cuando ella misma se identifica. Lucha Castro es “una defensora de derechos humanos, así tal cual”

Es una mujer del norte, “del desierto, de lo árido y de la carne seca”, como es Chihuahua. Sus “manos piecito” que aprendió a colocar de niña para alcanzar la libertad y superar los muros de su escuela de monjas, los convirtió en un instrumento para que otras mujeres logren la libertad que los muros que el patriarcado les impone. 

Nacida en Villa Ahumada, Chihuahua un 29 de febrero de 1952. Su pueblo natal se ubica entre Ciudad Juárez y Chihuahua, dos puntas de su historia como defensora feminista. Lucha ocupa el tercer lugar de las cuatro hijas (Bertha Alicia, Ana María, Luz Estela y Martha Isela) que parió su madre, Bertha Rodríguez, a quien califica como “una feminista y empresaria increíble”, de ella conoció el valor de la autonomía económica de las mujeres y de la sororidad.

“A los cuatro años mi madre se va a Chihuahua para que pudiéramos estudiar. Yo empecé el kínder a los 4 años y a los 17 ya estaba en primero de Derecho, antes no se requería la edad mínima para entrar a escuela ni a la preparatoria. Cada vacación, me iba al rancho de mi abuela paterna, María, ella tenía una pequeña capillita y ahí iban todos los peregrinos a llevar los exvotos, que son esas pinturas que hacen, en donde la gente habla de los milagros. Me cuentan mis tías abuelas que yo en lugar de jugar con muñecas jugaba con el Santo Niño de Atocha y hacía peregrinaciones con las niñas de ahí, cantando, era un ambiente muy libre”.

Esos juegos infantiles sin duda perfilaron el legado que ha construido y compartido Lucha Castro con sus colegas abogadas. 

Para la actual directora del CEDEHM, el ejemplo que le dejó Lucha se resume en tres cosas concretas: “La congruencia, tenacidad y generosidad con la que se entrega a la causa del bienestar de las demás personas; la alegría con la que afrontaba el diario vivir, en medio de tantos dolores ajenos e injusticias, al final siempre sabe disfrutar, gozar, bailar, reír, amar, compartir…. Siempre pensaba que nadie se imaginaba lo alegre que es y lo divertido que es estar con ella y la profunda espiritualidad desde donde realiza su labor, es decir con un profundo sentido de vocación”.

“Cuando estábamos en Chihuahua nos inscribieron a escuela de monjas y recuerdo que mi primera memoria de libertad y cuestionamiento lo tuve cuando estaba en esa escuela. Era una escuela que tenía unos grandes muros donde las monjas preservaban a las niñas, honorables. Entonces convencí a mis amigas a que nos trepáramos encima de la barda, porque había un parque enorme donde se juntaban las parejitas y para ver qué estaba pasando en el mundo exterior. Entrelazábamos nuestras manos y una niña se subía y nos decía qué era lo que estaba pasando, la llamábamos “Operación piecito” y ese sueño infantil de libertad es el que me ha perseguido en mi vida, ahí aprendí a escuchar lo que la otra percibía desde su realidad y a sentirme también contenta cuando me tocaba explicar lo que yo estaba viendo, pero también cuando era la ‘niña piecito’ y ayudaba a otras. Es así, como decidí convertir mis ‘manos piecito’ para que las mujeres alcanzaran una vida libre de violencia y he puesto mis manos, mis brazos, mi regazo y mi voz para las mujeres.

Ella ha sido consejera para otras mujeres que han tomado en sus manos la defensa de la vida de las mujeres, por ejemplo, la defensora Lydia Cacho, quien conoce a Lucha Castro en los noventa recuerda, “me llamó tanto la atención su claridad para explicar los componentes de la violencia feminicida, de la tortura sexual y a la vez hacerlo con tanta calma y una especie de dulzura comprensiva. En esa primera reunión entendía que la violencia contra mujeres debía explicarse desde la calma y argumentarla con solidez para acceder a la empatía de quien lee o escucha. Lucha es una mujer sumamente espiritual y realista a la vez, ese equilibrio me ha impactad siempre, le aporta una solidez ejemplar a todo lo que hace. Hablando del refugio que yo fundé, Ciam Cancún, Lucha me dijo ‘no des asesoría legal, crea un equipo de defensa jurídica de principio a fin, es la única forma de proteger verdaderamente a las víctimas’, tuvo razón, era una pionera y una visionaria desde el inicio”.

La sororidad fue un legado de su madre “en mi casa mi madre acogió a 14 mujeres más, mi casa era prácticamente una comuna; porque como mayoritariamente la familia de mi padre era del sector rural, mi mamá que era una maestra normalista, tenía mucho la conciencia de mi abuelo que fue fundador del Partido Comunista, creador del primer ejido en Chihuahua, corredor de Flores Magón, era un hombre increíble. Bueno pues ese abuelo mandó a sus hijas a estudiar y mi madre entendió y comprendió la importancia de la educación para las mujeres y entonces todas las primas de los ranchos se fueron a mi casa porque era mi madre la que vivía en la ciudad y que tenía una posición cómoda. Imagínate, 14 primas, más nosotras, aquello era un internado, aquello era alegría, fiesta y también drama”. 

Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Cómo es que decides ingresar a las leyes, que era un mundo masculino, ajeno a las mujeres?

Lucha Castro (LC): En aquel tiempo solo existían tres facultades en la Universidad Autónoma de Chihuahua, una era medicina otra contabilidad – soy alérgica a los números- y la otra era derecho, pero me parece que fue por el tema de la capacidad de indignación. Viviendo en una comuna de puras mujeres y empoderadas, aunque todavía no nos llamábamos feministas, y las primas todas estudiaban carreras propias de las mujeres, ya sabes, enfermería, para maestras, etc.… Sin embargo, ese ambiente nos hizo ser muy sensibles al tema de la discriminación hacia nosotras y entonces fue ahí cuando descubrí poco a poco cómo el patriarcado estaba ensartado en las leyes y algo teníamos que hacer. Si tuviera que decir una palabra del por qué decidí estudiar derecho, la palabra sería indignación porque me indigna la injusticia, me indignó y me seguirá indignando.

LLH: ¿Cuándo te asumes que eres feminista, en qué momento dices sí soy feminista?

LC: Creo que la mayor contribución que yo me reconozco, que es poco conocida, pero que me da a mí mucha satisfacción, es el que hicimos con la compañera Alma Gómez en el 94 cuando. Las madres de Ciudad Juárez, se acercaron y me pidieron que fuera su abogada, en aquel tiempo no había abogadas feministas en Ciudad Juárez y ellas les decían a las autoridades y a quienes venían a visitarlas ‘es que el gobierno no busca a nuestra hijas’, pero no tenían manera de comprobarlo, era su dicho contra el Estado y entonces lo que hice fue algo tan sencillo como el ejercicio de la coadyuvancia, hacer un escrito en donde se le pide al ministerio público que se nos acredite a la madre y a mí, y a Alma Gómez, a solicitar la copia del expediente, solicitamos la copia del expediente y ahí nos dimos cuenta que, por ejemplo, en el caso de Erika Nohemí y Julieta Marlen, dos chicas que estaban desaparecidas desde hacía dos años, los expedientes tenían 7 páginas, o sea; la denuncia de desaparición, un auto de radicación y un oficio de búsqueda, el expediente estaba ahí tirado y a las madres que fueron durante dos años, el ministerio público les decía que ya habían hecho rastreos, que habían hecho cateos en casas, que habían llevado testigos, eran puras mentiras y entonces pudimos documentar eso. 

Lo que sucedió, es que vino Amnistía Internacional a Ciudad Juárez e hizo un informe llamado “Diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua”, escrito desde las madres y eso lo logramos desde la coadyuvancia y estamos hablando de que en esa época no teníamos la reforma del 2011(la reforma que reconoce los derechos humanos como el eje constitucional), pero existía por ahí un artículo constitucional, en donde se determinaba que podía haber coadyuvancia, recordemos que en aquel tiempo las víctimas eran las olvidadas del sistema; no solamente no tenían voz, si algo querían tenían que ir con el ministerio público y si el ministerio público le daba la gana incluía la petición o no. En cambio, con la reforma constitucional, la coadyuvancia en este caso, las representantes de las víctimas podrían incluso interponer el amparo y acusar por delitos diferentes de los del ministerio público. Ese fue un salto cuántico. 

Otra cosa, cuando iba yo a los tribunales llevaba los artículos de CEDAW para obligar a los jueces y juezas a que investigaran porque cuando tenían ellos que resolver se tenían que poner a estudiar los tratados internacionales y qué es lo que nosotras queríamos decir. Esas son de las cosas que me parecen que son importantes con el avance ya en los litigios y ahora están ahí, las madres empoderadas que llegan y piden expedientes, que participan, esos fueron los antecedentes. 

LLH: Fuiste construyendo la evidencia del no actuar de las autoridades. ¿Qué te dio el feminismo, Lucha?

LC: Otra vez tengo que volver a mis raíces. Cuando yo litigué el primer caso de tentativa de feminicidio en el 2007, porque nosotros transitamos, y Chihuahua, fue el primer estado que tuvo el sistema (penal) acusatorio,  yo tenía que entender por qué era tan difícil para un juez o para los operadores del sistema de justicia entender un tema como la violencia familiar, como el feminicidio. Lo entendí perfectamente cuando en un caso de acá, llega la madre y el juez determina que no le da mucha credibilidad al testimonio de la madre porque ella permanecía en mucho silencio y eso se traducía en que había sido aleccionada, lo que no sabía, el pinche juez, es que esta mujer, era una mujer campo, María, nunca había salido a la ciudad, mucho menos había estado en un tribunal y ella estaba en pánico.

El concepto de feminicidio nos lo enseñó Marcela Lagarde, cuando estábamos en Juárez en los litigios, llega Marcela Lagarde y nos explica el concepto, entonces entendemos la responsabilidad del Estado y ahí empiezo a buscar en jurisprudencia internacional, en sentencias internacionales. El bagaje cultural que me dio el feminicidio para el litigio es impresionante porque tú lo puedes verter y también en este caso de tentativa (de feminicidio) de Lolita, cuando le hablaron a la pareja sentimental, el ministerio público le dijo que firmara un acuerdo de no agresión, cuando él se levanta a la computadora para firmar el documento que acababan de imprimir, se levanta y le dice a Lolita ‘acabas de firmar tu sentencia de muerte’. Cuando él regresa, ella dice que quiere hablar y el ministerio público fue fiel a lo que te dice la escuela de derecho, (que) te enseña las circunstancias de tiempo y lugar, a mí dígame qué fue lo que pasó a las tres de la tarde cuándo usted le habló a la policía; significa que solo quieren ver una escena de la película, no la película completa. Si vieran la película completa se darían cuenta perfectamente de toda esta violencia y todas las herramientas que te da el feminismo y yo me asumí como feminista cuando tuve que estudiar más leyes, para llegar más preparada a los tribunales.

Fui, también, muy creativa en los casos de los tribunales, me acuerdo que en un caso que tuve, una mujer que se defendió de su pareja, entonces le daban una penalidad enorme por el homicidio de su pareja, cuando él había entrado a su casa drogado, amenazándola, a ella y a sus hijos de asesinarlos, entonces se volteó el cuchillo y lo mató, todavía ella se sube al carro, no sabía manejar, y lo lleva a la clínica y entonces cuando ya estaba detenida y la iban a sentenciar, cuando le digo al juez: “A ver; don Alejo, (que) es un hombre que enfrentó al crimen organizado cuando lo amanzanaron porque iban a quitarle su racho, sale y mata a todos. Tiene un corrido porque es un hombre chihuahuense bravo y valiente porque defendió como nadie a su familia y a su racho, pero como ella es una mujer y se defendió, ¿ella es una asesina? 

LL: El feminismo es también la vida cotidiana y en esa vida cotidiana, ¿qué te dio?

LC: Me hizo cambiar la forma de la crianza hacia mi familia, la forma de conceptualizarme y aceptarme a mí misma, por supuesto, la cuestión de la repartición del trabajo doméstico. El tema de no culpabilizar por no estar en casa y varias cuestiones que me ayudaron a construirme como una persona con derechos para ser feliz y sin sentimientos de culpa.

Me gusta muchísimo la música y según el estado de ánimo me gusta bailar, cantar, viajar muchísimo y me gusta la poesía, escribir también. La verdad que disfruto cada cosa que hago, nunca había cocinado porque en mi familia se dio una vida privilegiada porque mi madre fue la primera mujer que fue empresaria de la perforación de pozos en el país, así que ella tenía tres empleadas domésticas y teníamos una vida privilegiada, desde el punto de vista económico, pero ahora que vine acá (España), mis compañeros de toda la vida crearon un grupo de WhatsApp que se llama “La lucha sigue” y entonces ahí aprendí a cocinar. Ellos me mandan las recetas, pero me mandan la historia de la abuela, “mi abuela hacía esta receta, pero mi abuela vivía en tal lado” y me cuentan la historia, entonces ya conocemos a las abuelas, a las mamás de ellas y de ellos. Amo también meditar, me parece que esas son algunas de las cosas que me gustan.

LL: Si alguien escribiera tu biografía, ¿con qué frase te gustaría que iniciara y con qué frase cerrarías tu biografía?

LC: Ese es un ejercicio que aprendí. Soy teóloga, entonces me acuerdo que en las clases de escatología, el padre Martínez nos llevó al panteón para que leyéramos los epitafios, entonces, cada quien debía de escribir su epitafio y uno de los epitafios sería, por supuesto la palabra defensora de derechos humanos, pero aquí en el libro que tengo: “Mi horizonte es ser luz que fluya en el amor, desnudo mi consciencia para descubrir las relaciones conmigo misma y con los demás seres de la creación, Asumo el compromiso de reconocer y respaldar su dignidad, pido la gracia para desmontar el falso discurso de libertad; construido con miedos y apegos, para desenmascarar con honestidad mi soberbia, raíz de mi desorden. Confío en Dios padre y madre que abraza mi debilidad, anhelo aprender a ser compartida con mi prójimo a la manera de una buena samaritana, guíame clara luz, no me dejes volver a la madre Tierra con las manos vacías, amén”.

LL: Finalmente te pediría una frase ¿qué es la justicia para Lucha Castro

LC: Es el camino para ayudar a bajar a las crucificadas de la tierra, es el respeto a la dignidad de las personas. La injusticia es cuando pisoteas la dignidad de alguien, me parece que la palabra es dignidad, simplemente dignidad.  

Con lo que termino, hubo un juicio que fue emblemático, por supuesto que fui la abogada de Marisela Escobedo, pero este juicio es de Berenice, una chica que fue asesinada y entonces al terminar con el juicio dije esta poesía porque era una sobrina de Alma Gómez, mi compañera, ella la escribió y la quiero decir.

Nos queremos vivas para escribir poesía, música, historia, para conquistar el cosmos, las profundidades del mar y la cima de la montañas; para usar los espacios públicos para el arte, la cultura, la construcción de ciudadanía, para ocupar los bancos escolares, la curules, las sillas presidenciales y ejecutivas de las empresas. Nos queremos vivas para decirle a los niños, los jóvenes y los adultos que somos iguales en derecho y dignidad, que queremos transitar la vida con ello sin violencia, con amor y respeto, que somos dueñas de nuestros cuerpos y decisiones. Nos queremos vivas para tejer sueños…  

Lee la primera parte de la entrevista:

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Mi horizonte es ser luz que fluya en el amor, 

desnudo mi consciencia para descubrir las relaciones conmigo misma y con los demás seres de la creación.

 Asumo el compromiso de reconocer y respaldar su dignidad, 

pido la gracia para desmontar el falso discurso de libertad; 

construido con miedos y apegos, para desenmascarar con honestidad mi soberbia, raíz de mi desorden. 

Confío en Dios padre y madre que abraza mi debilidad, 

anhelo aprender a ser compartida con mi prójimo a la manera de una buena samaritana, 

guíame clara luz, no me dejes volver a la madre Tierra con las manos vacías, amén.

(Primera de dos partes)

En los años noventa, Chihuahua saltó al mundo a partir de los asesinatos contra mujeres en Ciudad Juárez. El feminicidio en Chihuahua fue la punta del iceberg de la violencia genocida contra las mujeres en todo el país. Ahí nació la primera metodología para documentar la violencia feminicida, a partir del monitoreo de las secciones de nota roja de los periódicos locales, nació el primer informe que sistematizó los crímenes atroces contra las mujeres en Juárez y Chihuahua, a manos de Esther Chávez Cano y Casa Amiga, a la par surgieron las organizaciones de madres que buscaban que sus hijas lograran justicia y regresaran a casa.

Han pasado 30 años desde entonces y cerca del Día Internacional para erradicar la violencia contra las mujeres y niñas, muchos de los retos de entonces siguen presente, como cuando el sistema judicial de Chihuahua de los años novena se enfrentó, con toda su misoginia, a la demanda social de justicia para las mujeres, entonces, como ahora, contar con abogadas feministas que le hicieran frente se hacía urgente.

Quien vaya a Chihuahua, pase por el Palacio de Gobierno y la plaza Hidalgo, se topará con la Cruz de Clavos, primer antimonumento que reta todos los días a los gobernadores locales en turno a pagar la deuda que tienen con las chihuahuenses para poner fin al feminicidio y garantizar justicia; al lado la placa de Marisela Escobedo, madre buscadora, defensora de derechos humanos de las mujeres, asesinada el 16 e diciembre de 2010, recuerda que no habría feminicidas sin la colusión del Estado.

Chihuahua es muchos inicios, muchos procesos dolorosos y transformadores. Es la tierra de mujeres insignes para poner alto a la violencia feminicida en México.

Ahí se inscribe la historia de una de ella, Lucha Castro, cuyo nombre de pila es Luz Esthela Castro Ramírez, feminista y defensora de derechos humanos, quien desde el movimiento social más potente de los años 90, El Barzón, se topó de frente con la realidad de las mujeres que la hacen palpar la desigualdad y la violencia feminicida. Ella es parte de la genealogía de la defensa de los derechos humanos de las mujeres en Chihuahua. Abogada de cientos de casos de violencia feminicida y desaparición de mujeres, incluido el de la defensora Marisela Escobedo.

Dialogar con ella es un vaivén entre el yo y el nosotras, de lo personal a lo colectivo. Con un linaje femenino que desde la infancia la llevó a construir alianzas entre mujeres inculcado por su madre, quien le mostró el camino de la autonomía. Su carrera como abogada está ligada a las causas sociales y la defensa de los derechos humanos de las mujeres, que la transforma en defensora o sólo la confirma como tal.

La plataforma Zoom nos acerca; ella desde España, donde concluye su quimioterapia, yo desde México la miro plena en la pantalla, sonriente, en paz de lo que venga. 

Esta etapa de su vida la tiene clara: “Me alcanzó el cáncer y cuando el cáncer te alcanza te da un viraje de 180 grados y aprendes a vivir el aquí y el ahora. Al terminar el día doy gracias, por ejemplo, hoy estuve en una charla con Lucía Lagunes y dar gracias por esta charla tan interesante que me despierta recuerdos tan amorosos y es justamente, apreciar el día y lo que hice. El día a día es el recuento de eso que sucedió con las circunstancias específicas”.

Tal vez por ello para feministas como Lydia Cacho la perciben como “la gran abogada feminista, capaz de elevar la voz en un juicio histórico para luego abrazar a las madres, llorar, mostrar su poder y su vulnerabilidad sin miedo a nada”.

La autoreflexión que hace Lucha Castro en esta entrevista es parte de una larga vida que inicia en 1952.  “Hay algo que he aprendido y es la aceptación. Aceptarme con mis luces y sombras porque lo que soy ahora es la construcción de lo negro y blanco de mi vida, creo que todo hasta ahorita es positivo. Yo considero que parte de mi misión la cumplí, ser paridora de defensoras de los derechos humanos, construir organizaciones que siguen con vida como justicia Para Nuestras Hijas, el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, ahí están todavía dando luz en medio de las sombras. También, por qué no, el inspirar a las jóvenes que salieron de la escuela de derecho a mostrarles un camino distinto porque pues las jóvenes cuando salían en mis tiempos, su máximo era irse a un despacho o ser abogada de los bancos, entonces, cuando presentas otro proyecto de vida, ahí tenemos mucha responsabilidad para que también las jóvenes se sientan atraídas a este estilo de vida”. 

“A nadie que la conozca puede no asombrarle la fuerza de su presencia y como, sin ser muy alta, su presencia impone a donde ella llega”, señala la abogada Ruth Fierro, quien siendo estudiante de derecho trabajó en el despacho del esposo de Lucha, donde conoce al Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (CEDHEM). Un año después de egresar como abogada fue invitada por Lucha Castro a trabajar en la organización y en el año 2016 quedó al frente de esta institución fundada por Lucha.

A principios de los años 2000, Lucha Castro, fundó junto a madres de mujeres y niñas desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juárez y Chihuahua la organización “Justicia por Nuestras Hijas”, de la que fue la principal asesora legal, ofreciendo asistencia legal gratuita a estas madres y siendo su representante a nivel local e internacional. En 2005, creó la organización CEDHEM en Chihuahua, que dirigió hasta 2016 y siguiendo su camino de sembradora, cofundó la red Mujeres de Negro en México y la Red de Defensoras y Defensores de Derechos Humanos y Familias con Personas Desaparecidas en el norte de México.

Como diría la abogada feminista Andrea Medina: “Lucha como muchas mujeres de su generación han hecho un aporte muy importante, son mujeres feministas con esta forma del desierto, de lo árido y de la carne seca. Muy entronas, muy claras, muy directas, siempre buscando alternativas, muy claras en sus derechos como un principio ético de exigir”.

Ante la pregunta, de ¿quién es Lucha Castro?, ella no titubea en responder “una defensora de derechos humanos, así tal cual. En toda la trayectoria de mi vida he tenido diferentes pieles con las que me he cubierto, por supuesto el feminismo, como un escudo que me protege, que me ayuda y que me inspira, como abogada, como teóloga, pero todas esas son herramientas que han construido la piel con la que yo más me siento identificada y es que soy una defensora de derechos humanos. Eso sería lo que me define”.

Lucha Castro tiene claro sus orígenes como activista, el movimiento barzonista en el 94. «Cuando millones de mexicanos y mexicanas comenzamos a perder propiedades. Mis amigos y amigas, mi familia también empezaron a perder, entonces, llegaban ahí las mujeres a las asambleas porque estaban defendiendo su patrimonio familiar, ya sabes, para las mujeres, en este mundo patriarcal, hay determinados lugares que está permitido; a la iglesia, al supermercado, a ciertas cosas. Entonces, a las asambleas iban las mujeres de clase media que todavía les daba mucha vergüenza protestar y se ponían las pancartas para que no se vieran sus caras.

En ese movimiento empezamos a detectar, Alma Gómez y yo, muchísima violencia hacia a las mujeres porque los hombres al no entender cuál era la causa estructural del problema de esta violencia económica, le echaban la responsabilidad a la mujer, ‘es que tú estás gastando mucho´, muchos hombres huyeron con el problema de la violencia económica, muchas mujeres se quedaron solas. La violencia acrecentó los divorcios y nosotras comenzamos a dar talleres para socializar el derecho».

Su contacto con Esther Chávez Cano fue determinante para poder adentrarse de lleno a la violencia feminicida en Chihuahua.

“Coincidió en el 94 cuando Esther Chávez Cano, una feminista de Ciudad Juárez, nos alertó de todo lo que estaba sucediendo. En Chihuahua todavía no lo teníamos detectado, recordemos que en ese entonces estaban las ‘muertas de Juárez’, no estaba ni siquiera conceptualizado (el feminicidio), no teníamos el bagaje jurídico ni la antropología, lo que nos dio el feminismo, la antropología feminista del concepto de feminicidio. Entonces, empezamos a hacer un acto de sororidad a protestar y en el 97, llevamos 97 cruces con los nombres de las mujeres en una marcha y construimos en frente del Palacio de Gobierno un cementerio. Fuimos con Esther Chávez Cano, Jane Fonda, Sally Field, con estas artistas de Hollywood marchamos y recuerdo que en ese activismo tan grande empezamos a visibilizar el tema de ‘las muertas de Juárez’ para el país, luego pusimos una cruz de clavos cuando aparecen, en el 2001, de mujeres asesinadas en Campo Algodonero”. 

Todo para llamar la atención de lo que estaba sucediendo en el país, porque no se conocía, después fuimos al Éxodo Por la Vida de las Mujeres, donde las feministas de la Ciudad de México colectaron miles y miles de llaves para una campana que nos entregaron, la campana “Ni una más”, que fue por toda la República llamando en toque de duelo por las mujeres asesinadas. Ese es un largo camino de 30 años de activismo fuerte, del movimiento de mujeres que hizo posible la visibilización (del feminicidio)”.

Lucía Lagunes Huerta (LLH): Tú acabas de decir 30 años, se dice fácil, pero qué sembraron, ¿qué dirías que sembró Ciudad Juárez?

Lucha Castro (LC): Mira, creo que sembramos es la consciencia, eso es fundamental, pero es distinto alertar, denunciar, documentar; pero con la mirada del feminismo y con el horizonte de los derechos humanos es otra cosa. Entonces lo que nosotras empezamos a ver primero; responsabilizar al Estado mexicano de lo que estaba sucediendo, porque resulta que ayer como hoy (cuando digo ayer me voy a referir a 30 años de antelación) se responsabiliza a las mujeres de la prevención de la violencia, entonces las madres y las abuelas somos las que tenemos la obligación (de cuidar) y las de la revictimización en las denuncias, en los propios tribunales y eso continúa. Lo que nosotros hicimos es hacer visible el problema del feminicidio como un problema estructural que tiene que ver con el machismo, la misoginia y la violación de derechos humanos. 

Fíjate que México es conocido en la región como el que tiene mayor avance desde el punto de vista jurídico, el componente formal esta correctamente adecuado, firmamos tratados, tenemos una sentencia ejemplar (la del Campo Algodonero), la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, fue la primera en toda la región. Logramos visibilizar el componente estructural, es decir, que la interpretación de los operadores de justicia es totalmente misógino, totalmente inadecuado y cuando digo operadores de justicia me refiero desde el policía que hace una llamada de alerta. 

Todo eso desnudó al estado mexicano. Vinieron recomendaciones internacionales, las más de 400 que recibió el estado mexicano antes de sentencia en Campo Algodonero, me refiero a las recomendaciones de CEDAW, de los relatores internacionales, llegaron porque hubo una visibilización de las activistas y de las madres que lucharon por eso. 

Logramos el primer Centro de Justicia para las Mujeres en el país en Chihuahua. Logramos políticas públicas importantes, la primera Comisión de Feminicidios en el país también fue en Chihuahua, por supuesto, también la primera fiscalía especializada para atender la violencia de género. Logramos que la gente se indignara y saliera a las calles, ¿qué parimos? un montón de defensoras, de feministas, que antes ni siquiera nos asumíamos como feministas, ahora las jóvenes salen, reivindicándose como feministas con su pañuelo verde y todo. Somos las abuelas del himno “Un violador en tu camino”. 

LLH: Tú señalas y haces un recuento histórico muy importante de lo que sembraron, de este andamiaje no solo legal, sino institucional. Hablas de los centros de justicia, de las fiscalías que hoy están a lo largo ya ancho del territorio nacional, tenemos comisiones de igualdad en todos los congresos de este país, tenemos las leyes, sentencias, recomendaciones y la violencia sigue pegada a piel, pegada como sombra en nuestras vidas. Desde esa experiencia que tú tienes, ¿qué se ha dejado de hacer cuándo se tiene todo? 

LC: Lo más importante es el tema de la impunidad aquí en México, y lo digo con mucha tristeza, pero es una realidad, hay permiso para matar. Cuando hay una mujer desaparecida se asume (su búsqueda) no como un deber jurídico frente a un derecho, se asume como un auxilio o apoyo, como un servicio social a la familia. Ahora, veamos los estereotipos de género, qué si se fue con el novio, que si llega más tarde, etcétera. No hay investigaciones serias, pues quienes están a cargo de la administración y procuración de la justicia no está calificados. 

LLH: No hay tampoco intenciones de colocar entre las prioridades de la Fiscalía el acceso a la justicia para las mujeres, incluso, hubo un intento de eliminar el tipo penal de feminicidio bajo el argumento de que era muy complicado que los ministerios públicos y fiscales pudieran llegar a ese tipo penal porque no había modo y forma. 

LC: Déjame decirte un contexto sobre eso. Decía, los pilares del derecho están construidos desde el patriarcado, por delitos que se supone que cometen en el exterior, e incluso, en el mundo público que ni conoces tú al agresor. Sin embargo, los delitos que se cometen dentro, los delitos de género, se cometen pues en la secrecía, por ejemplo, la violación, la violencia familiar y entonces no están creados para eso. Este sistema dificulta a las mujeres porque quién investiga en México pues son las madres, el caso de Marisela Escobedo, asesinada frente al Palacio de Gobierno (de Chihuahua), es el mismo que el de Yesenia Zamudio, la madre de María de Jesús, de Araceli Osorio, la madre de Mariana, de Norma Ledezma, todas las madres que están justamente caminando para exigir que busquen a sus hijas. 

Esas investigaciones llevadas al tema concreto que me preguntas, de tema de feminicidio tipo penal, pues es que, efectivamente, cada entidad federativa tiene su propio tipo penal, te diré que Chihuahua fue el último en tipificar el feminicidio. Sí me parece que fue una evasiva irresponsable de parte del fiscal porque en lugar de tener esa salida tan fácil y tan cuestionada, tendría que decirse vayamos a hacer una consulta y que conteste México. Es un tema de violencia, como dice la sentencia de Campo Algodonero, la sentencia generalizada hacia las mujeres, ese solo hecho, en ese contexto, ya lo podemos tipificar de otra manera, ya quitándole todos aquellos requisitos. 

Ahora hay otro componente importante que es el tema del combate al crimen organizado, en donde la proliferación de las armas, tanto de los cuerpos policiacos, como los sicarios y todos los hombres del poder, pues pone en mayor vulnerabilidad a las mujeres. Es muy fácil que no te investiguen por feminicidio porque acá por 2 mil pesos en Juárez contratan a un sicario y mata a una mujer y simplemente fue “un asunto de ajuste de cuentas”, sin mayor investigación. Hay un subregistro, me parece que absolutamente esa es una realidad y se hace porque luego México tiene que dar cuentas a los organismos internacionales del avance y entonces los avances que lleva son todos esos elefantes blancos. 

No estoy descalificando a priori porque hay algunos que pueden estar funcionando, pero sí presumen con estas instancias, sin embargo, no hay un indicador que muestre su efectividad. Por ejemplo, para las mujeres que llegan a esos servicios ¿cómo se sintieron?

Lo digo por estas gráficas que dicen “atendimos 20 mil mujeres en asuntos de violencia familiar”, bueno sí, pero estas 20 mil mujeres, ¿qué pasó con ellas, qué pasó con sus vidas?

Hay un montón de cómplices que se hacen de la vista gorda, como una especie de pacto del patriarcado por comodidad, hay una corresponsabilidad y no solamente de los gobiernos, sino también de los gobernados. La falta de indignación ante los feminicidios, ante esta atroz cantidad de asesinatos de mujeres y que no se moviliza como se moviliza por un partido de fútbol o un RockStar.

No hay una defensora que surja de la nada. Mucho de sí misma y de quién es se construye desde la infancia. Las madres son, en muchos de los casos, el ejemplo y son las primeras transgresiones las que van perfilando su camino. 

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A Martha: siempre generosa y sorora. Su legado estará impregnado en la vida de muchas mujeres y niñas indígenas que pudieron transformar sus vidas porque con ellas construyó el camino para andarlo juntas en la defensa de sus Derechos Humanos.

Entrevista realizada el 25 de febrero de 2014*

¿Cuántas veces una persona puede nacer, o mejor dicho, cuántas veces las personas renacemos o nos reinventamos para reiniciar caminos? Tantas como la vida misma que nos da experiencia y nos coloca o nos colocamos en el momento justo, para iniciar un nuevo andar.

¿Cuántas veces hemos dicho: pues yo quería ir para un lado y de repente llegué a otro y encontré que ése era mi camino? Un camino que decido andar porque creo en él y lo construyo. Es una toma de decisión profunda para romper y reiniciar de nuevo.

Algo así o bastante parecido le ocurrió a Martha Sánchez Néstor, líder indígena amuzga de la Costa Chica de Guerrero. Llegó en el momento justo al lugar indicado y encontró su camino.

Desde hace dos décadas no sólo lo anda sino que lo construye para sus hermanas indígenas y lo acrecienta.

Si hay que hablar de las influencias ideológicas que conforman la visión y la práctica política de Martha Sánchez Néstor tenemos que ver una triada: el movimiento de resistencia indígena, el zapatismo y el feminismo. Con ellos, junto a ellos renace.

La nueva Martha se construye desde sus dos identidades: la indígena y la feminista, dualidad que es su amalgama para lograr su transformación, para ser la dirigente indígena feminista que es hoy, con trayectoria y reconocimiento nacional e internacional.

Dialogar con Martha es un placer. Recorrer el camino de su transformación es un andar entre una voz firme, un yo y un nosotras, unos ojos negros penetrantes llenos de luz y carcajadas.
Es ella, con la decisión en sus manos, es feliz, sin duda alguna.

TRAYECTORIA

–Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Hace cuánto que Martha Sánchez está colocada en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas?

–Martha Sánchez Néstor (MSN): Entré en este proceso con los derechos indígenas el 19 de febrero de 1994 cuando me integré al Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia Indígena, y ese día encontré otra forma de hacer vida desde adentro. Es decir, vida cotidiana, diaria.

“Trabajaba en el Consejo Estatal Electoral de Guerrero. Mi mayor preocupación, entonces, era tener empleo y un salario que me permitiera apoyar a mi mamá y papá.

“En un segundo recorte de personal me quedé sin empleo. Una señora que vivía cerca de nosotros (mi hermano y yo vivimos juntos en Chilpancingo) me comentó que conocía a uno de los líderes del Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia Indígena y que en esos momentos querían contratar a una secretaria.

“Me dijo que era una organización que trabajaba con indígenas y que había muchos de mi tierra, y como yo soy indígena me iba a entender con ellos. Me dio la dirección y fui.

“Cuando me contrataron sólo me preguntaron cuándo me podía presentar, porque tenían que salir a México en una marcha. Me advirtieron que había ritmos de trabajo muy altos y horarios amplios; como estaba acostumbrada por el trabajo en el Consejo Estatal no se me hizo raro. Mi sueldo era de 400 pesos quincenales.

“Eran bastantes líderes, pero yo era la única mujer. Era 1994, un mes después del levantamiento zapatista, justamente la marcha que se preparaba era la de “No están solos” para apoyar al EZLN.

–LLH: ¿Cómo es que te animaste a ir a la marcha? ¿Qué papel te tocó desempeñar?

–MSN: Nadie en el Consejo me creía que fuera a la marcha. Lo que no sabían es que ya tenía tiempo de estar sola. Desde los 14 años me fui a Iguala a estudiar, así que ya no me daba miedo y quería conocer cómo se desarrollaba la marcha.

“Mi misión fue la máquina mecánica. En cada comunidad organizar todo los boletines de prensa, los comunicados que me dictaban, así fui aprendiendo de todo en las reuniones oficiales, internas, en cada mitin que se hacía cuando se llegaba a las comunidades.

“Era el gobierno de (Rubén) Figueroa y él por supuesto que no quería que saliera la marcha ni que se diera el apoyo al EZ.

“Entré (al Comité) en un momento coyuntural importante que me empapó rápidamente del contenido político de la organización, lo cual me llevó a tener un rol muy visible al tomar la palabra, al leer discursos, etcétera”.

DIGNIDAD

–LLH: ¿Cómo es que te vas transformando en líder?

–MSN: Mira, creo que yo era mucho de decir sí y ellos (los dirigentes) mucho de decir que lo haga Martha por ser la única mujer que estaba en la directiva.

“El entrar en ese momento a la organización provocó que de inmediato pasara de ser secretaria a estar en la directiva sin voto, era un reconocimiento moral. Cuatro años después obtuve el derecho al voto dentro de la directiva cuando se crea la Comisión de la Mujer Indígena junto a otras compañeras Hermelinda, Domitila y Felícitas logramos tener derecho a voz y voto.

“En ese lapso leo todo lo que pasaba por mis manos, también los líderes me fueron guiando. A los seis meses de la marcha a la Ciudad de México nos fuimos a la Selva Lacandona a la Convención Nacional Democrática. Me impactó mucho escuchar un discurso distinto, un trabajo diferente, demandas históricas, añejas, etcétera.

“Ver que las mujeres hablaban de sus problemas pero más quedito, más invisibles, que hablaban de problemas de violencia, de proyectos productivos, que eran los que más se compartían, y la organización no tenía una estrategia para atender las demandas de las mujeres.

“Yo veía y escuchaba a las médicas tradicionales, las que estaban frente a las mantas, las que caminaban descalzas en el cemento. Yo voy aprendiendo de otras luchas, que no solamente existía votar y escuchar a las diputadas, sino que además estaba la otra lucha de esta realidad, más el zapatismo y empecé a entender.

“Cuando llego a la selva a ver a las mujeres con el pasamontañas, observar su movimiento con los hombres, escuchar los discursos, saber que nuestra organización tenía asesores en el EZ, me permitió entender dónde estaba parada.

“Ese año fue muy intenso: en agosto la Convención Zapatista y el 13 de septiembre el tercer aniversario de la organización. Se convocó a todas las regiones, pero Chilpancingo estaba sitiado, había militares en las entradas de la ciudad para impedir que se realizara el acto, la gente entró como pudo.

“Se dio una represión  tremenda, la más fuerte de Rubén Figueroa a la organización. Creo que eso cerró en mí la convicción. Ver cómo se lastimaba a las personas, se laceraba su dignidad, que no se atendían sus demandas y se le reprimía, me dio claridad; entendí que no me iba a ir de esa lucha, creció en mí una indignación muy grande, ahí conocí al gobierno.

“El escándalo por la represión fue tal que obligó a Rubén Figueroa a recibir a todos los heridos, a la dirigencia de la organización, funcionarios de Presidencia y de la CNDH. Para ese momento se redactó una carta simbólicamente importante y políticamente fuerte. Me pidieron que la leyera a nombre de la organización y dije que sí.

“En Palacio de Gobierno leo la carta frente a Rubén Figueroa y cuando la estoy leyendo me acuerdo de la represión; hay una parte que dice: aquí le traemos las evidencias (un video que se filmó de la represión), me gana el coraje y cuando pongo el video en la mesa se cae y hace un escándalo. Rubén Figueroa se para furioso y se va, porque no podía soportar que una india le leyera y le azotara el video en su mesa.

“Se hace un silencio; en eso llega un escolta de Figueroa y me llama porque el gobernador quiere hablar conmigo a solas. Yo con 20 años cumplidos, me llamó al balcón donde dan ‘el Grito’, con todo el despotismo me pregunta mi nombre y cuánto me pagan en la organización.

“Me ofrece mil 500 y da la orden de que me contraten en informática, e instruye que me presente al día siguiente para que me den una computadora nueva.

“Entonces le dije: ‘No gobernador, muchas gracias, no quiero la computadora, no me quiero ir del Consejo Guerrerense, estoy bien  ahí con ese sueldo, yo le agradezco’.

“Por eso digo que ya estaba preparada, ya estaba en la decisión de andar ese camino, consciente de querer estar en la lucha, por raíces, por convicción.

“Yo llegue a tener una computadora 10 años después, hasta 2004, con la beca (de la organización civil) Semillas me la compré.

–LLH: ¿En qué radica tu preparación para no dejarte seducir por las trampas del poder?

–MSN: En 2009 cuando llevamos todo el proceso de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), un funcionario me dijo: ‘Martha, eres una líder de otro plumaje, porque te juntas con esos líderes pendejos; tú y yo podemos llegar lejos, podemos tomar un café para hablar. Le dije: ‘Yo no tomo café en lo oscurito para hablar, mis diálogos son abiertos’. Si no estás preparada te la crees y accedes.

“A mí me sirvió mucho ser trabajadora del hogar con una sobrina de Rubén Figueroa Alcocer, ahí conocí el ejercicio del poder, el sometimiento; ella era la señora de la casa y mandaba. Ahí aprendí que no podía vivir obedeciendo las órdenes de nadie. Tenía 16 años. Si tienes sumisión no tienes voluntad.

“Tenemos que trabajar mucho la cuestión del ego y del orgullo, pero sobre todo buscar el equilibrio. ¿Cómo le hago yo? Hablando con amigas cercanas. Yo tomo las decisiones pero nunca las tomo sólo escuchándome a mí; trato de escuchar a la gente que no sólo me echa flores sino que me dice en qué la estoy regando.

MIRADA FEMINISTA

–LLH: ¿En qué momento te llega la conciencia feminista?

–MSN: Los días históricos para mí fueron importantes; por ejemplo el 8 de marzo me significó una coyuntura con las feministas en Chilpancingo, por esos eventos que se hacían en el zócalo de la ciudad. Ellas –las feministas– iban a los eventos mixtos y escuchaban las demandas de las mujeres en corto.

“Por ahí de 1996 impulsamos una primera mesa de mujeres, ahí estuvieron las feministas y las académicas. En ese tiempo ‘me va cayendo el 20’ de lo que es ser mujer indígena. Escuchando a las compañeras, sus propuestas, sus demandas, sus voces, pero no encontrábamos eco en la organización ni cómo canalizarlas.

“Hasta el momento que nos organizamos dijimos: ‘Vamos a crear la Comisión de la Mujer, a pedirlo como un derecho’. También decidimos incorporarnos a la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, creo que fue una estrategia, una plataforma y una formación muy buena.

“Nos incorporamos y empezamos hacer el esfuerzo de participar las primeras cuatro (Hermelinda, Domitila, Felícitas y Martha).  Estas cuatro llegamos a ser de la directiva del Consejo con voz y voto.

“Crear la Comisión de la Mujer no fue sencillo, sólo como a dos o tres convencí. Los dirigentes decían: ‘Por qué tiene que venir Martha a mi región; ellas –las mujeres– van a ir cuando ellas quieran, cuando ellas estén convencidas’.

“Otro líder del (río) Balsas decía: ‘Para qué una Comisión de la Mujer si ustedes están incluidas en la organización’. Y les teníamos que explicar de nuestro derecho a tener un espacio propio, una identidad propia, una estrategia.

–LLH: ¿Crees que has «sacrificado»  la feminidad y la maternidad?

–MSN: La no maternidad la decidí a mis 29 años. Antes de eso yo hubiera querido tener hijos, pero hubo circunstancias que no se dieron y después decidí no tenerlos. Aun cuando es difícil explicarlo lo hago, yo tomé una decisión de vida.

“La vida en pareja es otro asunto; yo siempre me declaro soltera. Sí siento que por fuera se me ve como que me sacrifico, pero yo me veo libre.

“Llegué a tener ofrecimiento de matrimonio fuerte hace unos tres años, pero cuando la propuesta es todo o nada entonces entré en un no quiero. El matrimonio no suple lo feliz que soy haciendo lo que hago. Si dejo de hacer todo que hago me sentiría vacía en muchos sentidos y pues decidí que no.

–LLH: Tres cosas fundamentales que les dirías a las nuevas generaciones de mujeres indígenas para construir su transgresión.

–MSN: Yo les diría que se acerquen más a la teoría y prácticas de los feminismos porque si no tienen esa mirada se están perdiendo una parte grande de reconstrucción de ser mujer en este país y en este mundo; esa mirada –la feminista– la necesitamos. 

“Que ejerzan liderazgo, no sólo hay que tenerlo. Hay que seguir venciendo el miedo para ejercer el liderazgo, aunque es lógico que lo tengamos; si no hay garantías, no hay liderazgo. No hay garantías ciudadanas, civiles, sociales, pero que si decidieron ser líderes, si se están preparando en diplomados y más, si potenciaron sus liderazgos en un acto, que lo ejerzan en cualquier contexto en que hayan decidido. Aquellas profesionistas que están volviendo a sus tierras que ejerzan su liderazgo.

“Que caminemos sobre la sostenibilidad de los movimientos de mujeres indígenas, fortaleciendo las estructuras que ya hay, creando estructuras específicas, pero la autogestión también.

“Que construyan alianzas, trabajar, construir una alianza con mirada plural, generacional, diversa. Que el esencialismo no nos ayuda, que la cuestión de la efectividad de nuestro proceso no está peleada del diálogo con todas las voces, con todos los movimientos.

“La construcción de alianzas es necesaria. Yo siempre he dicho que no hemos caminamos solas, quien diga que caminó sola y que por eso llegó tan lejos, es mentira”.

Twitter: @lagunes28

*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.

14/LLH/RMB

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En estos años donde la migración vive sus peores ataques, especialmente del gobierno de Trump, donde todas las historias sobre personas migrantes son trágicas, existen otra historias que irrumpen y transforman las vidas mismas.

Enfrentarse a otras culturas, aún dentro de tu propio país, no es cosa sencilla, y más cuando ello implica discriminación y dolor, situaciones que también muestran tu capacidad de resiliencia, con la cual puedes salir como luchadora.

Lourdes Barrera Campos, mejor conocida como Lulú Barrera,  porque es así como le gusta ser nombrada, es una migrante que se ha transformado en una luchadora, no sólo de nombre sino de vida.

Feminista que construye con otras mujeres espacios alternos al mundo hegemónico donde el dinero, el consumo, el individualismo reina.

Orgullosa de sus raíces, migró a Los Ángeles para encontrarse con la lucha y la resistencia de la población chicana. Ahí conoció el movimiento zapatista y los asesinatos de las mujeres en Ciudad Juárez, son marcas que transformaron su visión del mundo y su vida misma.

Luchadora feminista por decisión, convencida que la desigualdad es una injusticia, regresó a México a concretar su convicción desde “Luchadoras”. Del espacio televisivo por internet al ciberactivismo.

“Luchadoras” es su proyecto de vida, que comparte y amasa con Perla Vázquez, Anaíz Zamora y con Eve Alcalá.

El mundo en línea es su campo inmediato de acción y desde ahí construye nuevas narrativas con las mujeres.

Lulú Barrera, feminista en reflexión permanente de lo personal a lo colectivo y viceversa. La entrevista se hace en el Parque México, por sus recuerdos de infancia y juventud, entre paseadores de perros e indigentes con alteraciones mentales que nos interrumpen, y llevan a la reflexión a Lulú, sobre los callejones a los que se enfrentan las personas para terminar en la indigencia.

– Lucía Lagunes Huerta (LLH): Dime porqué elegiste el Parque México.

– Lulú Barrera (LB): Mi mamá trabajaba en una juguetería aquí enfrente del Parque México (en la Colonia condesa en Ciudad de México), ahora es un restaurante. Eran las oficinas administrativas y yo me la pasaba ahí jugando o salía al parque a jugar. Y luego me fui a Monterrey a vivir diez años, cuando regresé, me quedé de ver con un amigo en el parque (México) y estando ahí, me regresaron las memorias y fue como muy bonito, por eso me gusta el Parque México.

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– LLH: ¿Por qué te fuiste a Monterrey?

– LB: Porque a mi papá lo mandaron a trabajar para allá y para mi mamá fue la forma de salvar a la familia, irnos todos para allá.

– LLH: ¿Qué te gusta hacer?

– LB: Me gusta tirarme en el pasto, mirar el cielo, así de lo más básico, sentir el pasto. La segunda cosa que me gusta mucho, es estar con mujeres. Es un gusto que he adquirido en los últimos años, me gusta mucho compartir, conocernos. Hay otra forma de relacionarnos con mujeres que me alimenta mucho.

– LLH: ¿Cómo llegas al feminismo?

– LB: Justo ustedes me instigaron a pensar en cómo llegue al feminismo porque me pidieron una columna para CIMAC que pensara como llegué al feminismo, y en realidad creo que llegué al feminismo cuando nos fuimos a Monterrey porque viví un choque cultural muy fuerte. Cuando con mis amigas aquí (en la Ciudad de México) lo que queríamos es ser grandes e independientes, queríamos tener experimentación sexual. Cuando llegue allá (a Monterrey) las compañeritas todas querían casarse, llegar virgen al matrimonio. Mis creencias o sueños eran reprendidos socialmente (para esa sociedad) yo estaba mal. Hubo un shock muy fuerte en mi vida, ahí me di cuenta que las reglas son una creación humana y que nosotras hemos estado en desventaja históricamente.

Tenía 15 años, a esa edad no elaboraba de esta manera, sólo lo sentía, a través de conocer textos feministas le puse nombre a lo que me pasaba.

– LLH: ¿Viviste discriminación?

– LB.- Sí, mucha. En Monterrey importa mucho la imagen física, tu cuerpo, tus facciones, pero también importa mucho como te vistes. Me acuerdo mucho que iba a las plazas comerciales, que eran el punto de socialización y el consumo de esas imágenes. Recuerdo que caminaba por los pasillos y sentía que era invisible, que no existía. Cuando empecé a vestirme a la moda, a pintarme, ví como empecé a existir. Es un recuerdo muy nítido que tengo.

Estoy segura que muchas cosas que hice como adolescente y que después rechacé como adulta, lo hice para encajar.

– LLH: ¿Cómo es que llegan los textos feministas a tus manos?

– LB: Llegaron primero a través de un curso de literatura nueva hispana, leí un auto sacramental, una obra teatral que usaban los monjes para evangelizar sobre el fin del mundo donde se juzgaba a una mujer que se llamaba Lucía.

Ella tenía una collar de mariposas, había sido muy libre sexualmente, aunque los monjes le llamaban disoluta, entonces llegaba el día de juicio final, Dios la juzgaba y ese collar precioso de mariposas se convertía en fuego y la quemaba. Ese fue de los primeros textos que me hicieron preguntarme ¿por qué ese castigo a la mujer libre?

Después, en una clase de teoría literaria, empecé a leer a Hélène Cixous, Toril Moi, Virginia Wolf. (Entonces) no me reconocía feminista.

– LLH: ¿Cuándo te reconoces feminista?     

– LB: Después que me fui de intercambio a los Ángeles. Ahí viví con una tía que migró a los Estados Unidos, cruzó el río sin papeles.

Me metí a la universidad a Estudios Chicanos, ahí conocí a Gloria Anzaldúa (1942-2004, escritora lesbiana- feminista-chicana), el zapatismo. En los Ángeles conocí el zapatismo, el feminismo y decidí dedicarme a la lucha social.

En ese año 2003, había un seminario especializado sobre los asesinatos en Ciudad Juárez, me fui enterando de los asesinatos de las mujeres en Ciudad Juárez, en Los Ángeles.  

La segunda migración (me) cambió la perspectiva del mundo, en ese momento decidí dedicarme a los Derechos Humanos y los derechos de las mujeres. Me reconocí feminista propiamente con Luchadoras.

– LLH: ¿Y cómo nace “Luchadoras”?

– LB: “Luchadoras” nace porque empecé a conocer a un montón de mujeres en el terreno de los Derechos Humanos que hacía cosas transformadoras y transgresoras todos los días, pero no necesariamente veía sus historias reflejadas en los medios principales.

Quise hacer un blog que tuviera las historias que veía, tenerlas en un solo lugar, era como un ejercicio de curaduría virtual, como una revista de prensa. En el camino apareció “Rompeviento” y me dieron la increíble oportunidad de tener un espacio para encontrarme con mujeres, conocer sus historias y sus luchas de viva voz cada semana.

La idea original era hacer un programa de noticias feminista, de opinar lo que pasaba en el mundo, al final quedó de entrevista.

Fue un ejercicio de auto reconocimiento muy importante. No estas acostumbrada a verte, me veía en la televisión, literal, y veía todos mis defectos al principio, después empecé a asumir quien era yo, como era mi imagen, lo que tenía para aportar, a disfrutar las entrevistas, con el tiempo fui teniendo una voz más sólida, una mejor manera de estructurar el pensamiento, de hacer denuncia, fui creciendo un montón.

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– LLH: ¿Cómo es ese tránsito en tu segunda migración? ¿qué te marca?

– LB: Fue darme cuenta de que yo había sido atravesada por el dolor y que estaba en mis manos lograr que otras mujeres no lo volvieran a pasar, contando con la posibilidad de la lucha organizada.

Ya tenía una admiración muy grande por los pueblos originarios. Siempre reconocí mis raíces como de los pueblos originarios, el discurso zapatista me ayudó a darme cuenta del olvido, la injusticia, y del nuevo modelo capitalista que estaba reinando y nos estaba oprimiendo a todas y todos por igual.

Soy una juventud moldeada por la imágenes publicitarias, de los medios masivos con la ideas estereotipadas de cómo hay que ser, por el modelo acumulacionista, de que vas a encontrar la realización a través de la riqueza y la propiedad, más que del establecimiento de comunidad, o lazos solidaridad y sororal con otras personas.

Sí creo que somos generaciones atrapadas en esas ideas que han sido moldeadas por los medios de comunicación masiva y ahora las tecnologías. Sí creo que es la minoría la que está haciendo una crítica, que están utilizando las tecnologías y los medios libres para contestar a esos grandes poderes.

LLH: ¿Cómo fue tu regreso a México?

– LB: Regresé a Monterrey a terminar la carrera y luego a la Ciudad de México a estudiar Antropología. Llegué a la Ciudad de México a los 24 años, empecé a forjarme una vida propia. Fue la primera vez que vivía sola. Ya me metí de lleno al género, estudié el curso de verano en El Colmex (Colegio de México), ahí fui asistente de investigación, ingresé de activista a Amnistía Internacional que fue mi primera casa del activismo de los Derechos Humanos.

LLH: “Luchadoras” creció y se ha ido transformando.

– LB: Fue de encontrarnos en el camino, de conocernos, hacer click y decir, bueno va, vamos a entrarle juntas y hemos ido moldeando el proyecto de manera colaborativa. Lo que nos dimos cuenta que no todas las historias cabían en el mismo formato semanal, queríamos experimentar en otros formatos, también, queríamos tomar las cámaras, grabar y editar,  porque es así como se construye la narrativa. A qué le das prioridad, con qué música, a qué mensaje, a qué imagen y así me encontré con Perla, Anaíz y con Eve.

En el camino nos encontramos con la violencia hacia las mujeres en línea. Nuestra iniciativa ha sido ciberactivista. Nos dimos cuenta de cómo el espacio que estabas usando para hacer acción y transformación social, era un espacio que también estaba siendo usando para perpetrar las violencia contra nosotras. Así también decidimos entrarle al trabajo para sensibilizar y erradicar esas violencias en línea.

http://luchadoras.mx/wp-content/uploads/2017/12/Informe_ViolenciaEnLineaMexico_InternetEsNuestra.pdf

– LLH: ¿Qué es el feminismo para ti?

– LB: Para mí es acción transformadora, es una potencia de vida para las mujeres, es libertad, es poder decidir de nuestras vidas.

LLH: ¿Qué es convivir con las mujeres?

– LB: Creo que sí hay una forma de convivir que no está basada en demostrar todo el tiempo superioridad. Me pasa mucho en espacios donde convivo con hombres que todo el tiempo tratan de aleccionarte, de hacer el comentario más sesudo.

Cuando entre mujeres desafías esa creencia de la rivalidad, empiezas a construir desde los afectos, la sencillez, la humildad, la creencia común.

– LLH: ¿Por qué los medios de comunicación y el mundo digital?

– LB: Los medios digitales son la oportunidad de sabotear al sistema, las estructuras de poder han restringido el acceso a la voz y a la difusión, buscan mantener los poderes tal y como están.

Por eso vivimos en un México con tantas restricciones a otros medios, porque están obstaculizando la disidencia.

Tomar estos medios para tener una propia voz que desafíe al poder, son una herramienta para nombrar y reconocer. Lo que no se nombra no se sabe que existe. (Los medios de comunicación y el mundo digital) son la oportunidad de desarmar ese imaginario colectivo de opresión sobre el cual hemos crecido.

– LLH: ¿En qué sueñas?

– LB: Estoy viviendo mi sueño, en el sentido en estoy en “Luchadoras”, como proyecto de vida.  Ahorita, estoy viviendo en el sueño de poder darle forma en algo que creo profundamente.

LLH: ¿Qué es lo que más te gusta de Lulú?

– LB: Que tiene un auténtico interés de descubrir el mundo y que se maravilla de muchas cosas, que cree que el mundo puede ser distinto y que puede hacer algo para lograrlo.

*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.

 Twitter: @lagunes28

18/LLH/LGL

 

 

 

 

 

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De acuerdo con la definición de María Molliner, una persona transgresora es aquella que comete una transgresión. Es decir, que desobedece una orden.
 
Las mujeres para vivir con dignidad y en libertad han tenido que ser transgresoras, romper patrones de obediencia, del deber ser. Transgresoras de los cautiverios impuestos para mantenerlas en la obediencia del mito de la feminidad.
 
Algunas han hecho de la transgresión individual una transgresión social para allanar el camino de sus hermanas. De ellas, quienes han decidido hacer de la arena pública un espacio de construcción de libertades, es que surge esta sección.
 
Usando la entrevista daré voz al proceso de transgresión en cualquier ámbito y en cualquier lugar del mundo.

* * * *
A propósito del proceso electoral realizado ayer en Costa Rica, en una segunda ronda electoral donde resultaron electos como Presidente Carlos Alvarado  y como vicepresidenta la política y economista Epsy Campbell Barr, reproducimos la entrevista realizada en 2015 previo al proceso electoral de febrero de 2016 donde Epsy Campbell buscó la candidatura presidencial –sin lograrlo– como parte de las filas del Partido Acción Ciudadana (PAC), principal fuerza política de oposición y de la que fue dirigente de 2005 a 2009.

Ella será la Vicepresidenta de Costa Rica,convirtiéndose así en la primera mujer afrodescendiente en América Latina en llegar a este cargo, mismo que ocupará durante 4 años. A continuación la entrevista.
 
Su nombre no es desconocido en Costa Rica, tiene trayectoria y proyecto: es Epsy Campbell Barr, política a toda prueba que se autodefine como ciudadana del mundo. No logró la candidatura presidencial por su partido al quedar en tercer lugar en la elección interna.
 
A Epsy la conocí en 2008 durante la Décima Conferencia Regional sobre la Mujer en Quito, Ecuador, y cuyo tema fue la paridad.
 
En esta entrevista ella nos habla sobre su proceso personal para ser quien es y su concepción de la política.
 
–Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Cómo te defines?
 
–Epsy Campbell (EC): Soy afrocostarricense. Siempre me denomino como ciudadana del mundo por derecho propio. Activista de Derechos Humanos de toda la vida, política activa de mi país, vinculada a todo el proceso de los pueblos y mujeres afro.
 
–LLH: ¿Cómo llega Epsy a la política?
 
–EC: Tiene que ver con la esencia misma del lugar donde una parte. Vengo de una familia donde me enseñaron que los derechos no había que reclamarlos sino tomarlos porque eran propios.
 
“Desde que me acuerdo estoy de activista. En mi casa, donde éramos cinco mujeres y dos hombres, mis hermanos tenían algunos privilegios que me parecían inaceptables. Lo mismo en el colegio que en la universidad me involucraba en la defensa de aquello que me parecía injusto.
 
“Soy una más de las personas que piensa que las cosas no están bien y que hay que hacer algo para mejorarlas, que no se vale con pensar que esto se resolverá con lo que otros están haciendo. Hay que dar los pasos que nos toca. Desde que me acuerdo estoy vinculada con otras personas para tratar de modificar la injusticia en términos generales.
 
“Soy afrodescendiente en una sociedad que se cree muy blanca, europea; entonces siempre había una necesidad de reafirmar quien era yo, quienes éramos nosotros, tener referencias históricas de lo que implica ser afrodescendiente después de procesos de una negación de nuestra ciudadanía.
 
“Por eso me metí al activismo como algo natural; la vida misma me llevo a luchar por lo que consideraba injusto, con pasión. Me considero una mujer apasionada de lo que hago, siento el dolor ajeno como mío, tratando de mirar cómo transformarlo.
 
“No había querido entrar a algún partido político porque tengo la certeza de que para transformar la sociedad uno lo puede hacer desde cualquier lugar. Sin embargo me vino como suave, no soy la típica mujer que tuvo que romperse el pecho para tener un puesto de poder formal; por mi activismo político me invitaron a estar en una papeleta (boleta electoral) y fui diputada en 2002.
 
“Cuando me metí en la política tenía una antecesora diputada, me llamó y me dijo: ‘Tu carácter en la política formal te va hacer fracasar porque hablas muy fuerte, muy directa y una política a veces hay que hacerla por detrás’.
 
“Y recuerdo que le dije: ‘Ah, entonces voy a ser un fracaso porque soy de las que creen que la política hay que hacerla por delante, que no voy hacerme más chiquitita de lo que soy’”.
 
–LLH: Tampoco fuiste una legisladora “típica”.
 
–EC: Decidí meterme en los temas más duros como la economía, pues soy economista de profesión. Decidí defender los derechos de las mujeres desde la Comisión de Presupuesto, en la Comisión Nacional, en los impuestos, etcétera. Así me convertí en interlocutora de muchas personas en el país, lo cual me dio una enorme visibilidad.
 
“Más que competencia, pensé en esa visión humana de lo económico, por ello pienso que el lugar al que he llegado tiene que ver conmigo misma y con la gente a la que represento. Mi lugar no sólo tiene que ver conmigo, sino con las personas que represento.
 
“Esto tiene que ver con mi identidad, ser mujer, que es la identidad mundial más discriminada, más lastimada. Por eso yo me defino como de la identidad síntesis. Una es una sola cosa con diferentes matices, no es que una sea primero afrodescendiente y luego mujer, no, soy mujer afro, soy parte de los pueblos afros y hablo desde ahí,  pero también levanto la voz por las y los niños, las personas que están en la calle, de cualquier color, pues parece que nadie los ve y seguimos actuando como si todo estuviera bien”.
 
CREAR AL PODER COLECTIVO
 
–LLH: ¿Cuál fue tu experiencia electoral, tu balance de ese proceso?
 
–EC: En 2006 fui candidata a la Vicepresidencia de Costa Rica de un partido que quedó a menos de un punto de quien ganó las elecciones.
 
“Mucha gente me presionó para que fuera candidata a la Presidencia; estaban convencidas que asumir la candidatura a la Vicepresidencia era un error. Estoy convencida que no fue así. No voy a decirte que desde chiquita quise ser presidenta ni nada por el estilo, de lo que sí estoy convencida es de la construcción de un poder colectivo.
 
“Cuando decidí ser candidata a la Vicepresidencia, con todas esas voces alrededor, me dí tiempo para pensar en las razones del por qué no a la candidatura presidencial. Y una de las razones es porque el manejo del poder en los partidos políticos se vuelve una lucha individualísima; el razonamiento que suele hacerse es yo por ser yo la que tiene que ser, y no creo en eso. Quería entrar en un proceso interno que nos fortaleciera, que sumara fuerza. Teníamos como candidato al fundador del partido (Ottón Solís).
 
“Cuando una está tratando de crear un poder colectivo y no individual, tiene que consultar con otras personas, con gente cercana, pues estoy convencida que esa colectividad es lo único que te da posibilidad de acertar o por lo menos equivocarte menos.
 
“Así, hecha política, desde un ejercicio colectivo, pregunto a mis hermanas, a mis amigas en Costa Rica, a mis amigas internacionales, así tomé la decisión de quedarme como candidata a la Vicepresidencia, buscando otras voces distintas. Ya en la campaña estaba clara que no entraría a la lógica de conseguir votos con promesas incumplidas”.
 
–LLH: ¿Cómo sobrevives en una ambiente tan individualista?
 
–EC: Como hemos dicho las mujeres que estamos haciendo las cosas para transformar la sociedad, los imaginarios colectivos, las relaciones de poder, también apostamos a transformar la política y la transformación de la política sólo se hace transformándola.
 
“Claro que viví serruchadas de piso, pero siempre tuve un equipo a mi lado. Recuerdo que en mi primer año de diputada (2002) me declararon la mejor; este es un proceso que hace la prensa de mi país, una evaluación de tu año de trabajo como legisladora, esa declaratoria se hace en diciembre, cuando estamos en receso.
 
“Yo pensé: ‘Cuando regrese todo mundo en la Asamblea Legislativa me van a felicitar. Pero cuando entré, después del receso, el ambiente se cortaba con cuchillo; la gente no me volteaban ni a ver y recordé lo que me dijo el periodista cuando me entrevistó: ‘¿Usted sabe lo que esto significa?’. Yo contesté: ‘Es un reto más’. ‘No, ahora usted tiene 56 enemigos (la asamblea tiene 57), porque todo mundo cree que ese lugar se lo merece’, me dijo.
 
“Mientras la visión que permanezca en la política sea la del poder desde el individualismo y no desde la construcción colectiva, esto seguirá pasando.
 
“Por ello tenemos que entender que el ser representante y cuando no lo somos es una transición a lo mismo. Que somos depositarios del poder y que el poder no nos pertenece, sino que lo estamos utilizando en función de la representación de las otras y los otros.
 
“Sobrevivo en la política, porque cuando salgo a cualquier lugar y  veo todo lo mal que está, recuerdo por qué estoy aquí, porque quiero que en mi país la gente, toda la gente, viva dignamente”.
 
NECESIDAD DE ALIANZAS
 
–LLH: ¿Qué tan fundamental es hacer pacto? ¿Cómo se construyen? ¿En qué se deben cimentar?
 
–EC: Nuestro punto de partida es reconocer que la sociedad es diversa. Reconocer que no todos ven las situaciones como yo las veo, ni piensa como una; si fuera así sería muy fácil. Para lograrlos –los pactos– es necesario equiparar los poderes que han sido desiguales.
 
“Nuestra fuerza –como políticas– son las alianzas. Nuestra capacidad de tejer alianzas con las personas más diversas en momentos determinados, alianzas que nos permiten avanzar. Acumular poder significa acumular capacidad de hacer alianzas y pactos con los otros.
 
“Porque el poder no se posee en la persona en sí misma. Cuando a vos te empiezan a respetar es porque tienes la posibilidad de avanzar un punto y luego el otro con la gente más diversa.
 
“Esas alianzas hay que trabajarlas sobre las coincidencias, darte cuenta que tú siempre estás tratando de evangelizar para que piensen como tú y no siempre lo logras, y hay otras que están tratando de evangelizar para que pienses como ella y tampoco siempre lo logran.
 
“Entonces, la gran capacidad de las mujeres es mirar en qué puntos puedes avanzar con otras mujeres, en qué puntos puedes avanzar con hombres, con los de tu partido, con los que no son de tu partido. Cómo ir generando fuerza.
 
“Para avanzar se requiere un pacto entre diversas; entre mujeres con diversas realidades y perspectivas. Desde la perspectiva que nadie tiene la realidad absoluta. Donde negociar es ceder. Quien piensa que la otra va aceptar todo, pero ella no va aceptar nada de la propuesta del otro, está perdido. Hay que entender que el poder se construye, no se tiene por definición”.
 
–LLH: ¿Cuáles son tus límites?
 
–EC: Yo tengo como el desafío de llegar hasta donde la vida misma me lo ponga. Soy una mujer que perdió el miedo gracias a otras que  caminaron antes que yo, que tuvieron que enfrentar la vida. Entonces quienes tenemos oportunidades como las que he tenido, tenemos que buscar transformar esas condiciones de desigualdad y discriminación.
 
–LLH: ¿Qué no harías?
 
–EC: No sé, es una pregunta muy complicada. No me lo he preguntado. Estoy convencida que si me equivoqué no fue por no pensarlo sino por mal concepto. Una no puede arrepentirse de las decisiones que toma por error. En este momento, de las cosas grandes de mi vida que me han hecho ser quien soy, hago el repaso y no me arrepiento de nada.
 
–LLH: Cuando te vas a dormir ¿cuál es el último pensamiento?
 
–EC: En general me voy a dormir con la sensación de la tarea cumplida del día.
 
“Una vez que estaba en un lugar comentando lo que iba hacer, una señora se me acercó y me dijo: ‘Epsy ¿usted cree que va a cambiar la política?’.
 
“Entonces me acordé de un cuento que me contaron de chiquita. La historia del colibrí. El bosque se estaba quemando y el colibrí tomaba una gotita de agua y la ponía en las llamas, y todos los demás animales se reían de esa acción del colibrí.
 
“Entonces el elefante le pregunta: ‘¿Y usted qué cree que está haciendo? No ve que el bosque ya se acabó’. Y el colibrí le contestó: ‘Yo estoy haciendo mi parte, si todos estuviéramos haciendo nuestra parte seguramente no habría incendio’.
 
“Le respondí a la señora: ‘Yo por lo menos estoy haciendo mi parte, si todos hiciéramos nuestra parte y estuviéramos convencidos que podemos cambiar la política ya lo hubiéramos cambiado, pero yo no me voy a esperar a que otros se convenzan para empezar a hacer la parte que me toca’.
 
“Nadie es indispensable en la vida, ni en la política ni en nada, pero cuando una siente que puso su granito de arena hay una satisfacción para poder dormir y acumular fuerza para iniciar el día siguiente”.
 
–LLH: ¿Qué le dirías a las nuevas generaciones?
 
–EC: Pienso que a mis hijas y a todas las generaciones hay que decirles dos cosas: hacer todo lo posible para ser feliz y hacer todo lo posible y un poco de lo imposible para contribuir con la felicidad de las demás personas, principalmente para quienes ni siquiera la felicidad es un concepto.
 
–LLH: Si alguien escribiera tu biografía ¿qué te gustaría que se escribiera sobre ti?
 
–EC: Lo que me gustaría es que escribieran la pasión que tengo por vivir la vida y por transformar la vida.
 
Recuadro
 
Epsy Campbell Barr nació el 4 de julio de 1963. Fue candidata a la primera Vicepresidencia de Costa Rica en 2006. Diputada del Partido Acción Ciudadana (PAC) de 2002 a 2006. Jefa de bancada de 2003 a 2006. Presidenta del PAC de 2005 a 2009.

Fue Coordinadora de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas; coordinadora del Foro de Mujeres para la Integración Centroamericana (1996-2001); integrante de la Alianza de Pueblos Afrodescendientes de América Latina y el Caribe; fundadora del Centro de Mujeres Afrocostarricenses; consultora nacional e internacional en temas como empleo, desarrollo de los pueblos, comunidades y mujeres afrodescendientes, e integrante  del Parlamento Negro de las Américas.

En varias encuestas, tanto de empresas privadas como de la Universidad de Costa Rica ha mantenido siempre una alta popularidad y es una de las figuras más reconocidas de la política costarricense.

El 16 de febrero de 2009 oficializó sus intenciones de ocupar la silla presidencial, pero quedó en segundo lugar en la elección interna del PAC.
 
Twitter: @lagunes28
 
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.

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Este fin de semana falleció en la Ciudad de México una de las feministas más emblemáticas, pionera en las investigaciones sobre la condición de las mujeres en América Latina (AL), académica de alto rendimiento, militante socialista, sobreviviente del golpe militar chileno, y defensora de la democracia: Teresita de Barbieri.

A continuación reproducimos una entrevista que Cimacnoticias le realizó hace 2 años.

Socióloga feminista, Teresita de Barbieri camina por la memoria. Su reflexión es desde la academia, desde su formación y pasión de vida, la investigación social.
 
Maestra de generaciones en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), articulista en diversos espacios periodísticos y de revistas académicas. Su investigación ha sido pionera en AL y México para evidenciar y analizar la desigualdad que viven las mujeres.
 
Barbieri ha centrado su investigación en la situación de las mujeres campesinas y obreras, el trabajo doméstico y la vida cotidiana, las políticas de población, los derechos reproductivos y de la salud, el género, las esferas y los ámbitos de acción. Sus más recientes trabajos fueron sobre la participación de las mujeres en la esfera estatal.
 
En 2012, en el marco del Día Internacional de la Mujer, recibió un homenaje en su instituto por “sembrar las bases en México en los estudios de género”. Fue reconocida por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Chile como personaje ilustre.
 
Si ella tuviera que iniciar su biografía, lo haría ubicando su fecha de nacimiento: 2 de octubre de 1937. Amante del arte y de la arquitectura medieval. Convencida de los logros del feminismo y clara de los retos que aún enfrentamos como sociedad, comparte su historia y su visión de AL a la luz de la democracia y el feminismo.
 
–Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Quién es Teresita de Barbieri?
–Teresita de Barbieri (TB): En realidad soy Martha Teresita de Barbieri García, socióloga de profesión; tuve una carrera de investigadora principalmente y ahora estoy jubilada, felizmente jubilada. Cosa que no es muy fácil, pero que me tocó la suerte.
 
“Nací en Montevideo (Uruguay), donde está la familia. Pero mis padres y hermanos vivían en Colonia, una ciudad a unos 180 kilómetros de Montevideo. Entre los dos y seis años viví en la casa de mi abuela en Montevideo. Cuando fui a hacer la primaria, me fui a Colonia con mis padres. Todo esto por problemas de salud, porque yo me agarré una tuberculosis y me tuvieron que aislar de mis hermanos y mi mamá también, porque Colonia es muy frío.
 
“Estudié en la Universidad de la República. Estudié varias cosas porque no tenía claro que era lo que quería; hice prepa en Derecho; tenía mucha facilidad para las matemáticas; me gustaba mucho la física, historia. (Pero) no me sentía ingeniera, ni profesora de  matemáticas o cosas así, pero tampoco me sentía abogada. Cuando descubrí en mi casa el código de comercio dije: ‘¿Voy a tener que aprender esto de memoria?’. Dije no, hasta acá llegamos”.
 
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ÉPOCA ESTUDIANTIL
 
–LLH: ¿Y la Sociología cuando apareció?
–TB: A los 21 años entré en la Escuela de Trabajo Social, quería una carrera universitaria y más o menos corta. Cuando uno es universitario –en aquella época por lo menos– tenías que militar, y entré a militar. Nosotros veíamos todo lo que pasaba en la universidad, en los distintos consejos universitarios y controlábamos todo.
 
“Fue una experiencia de crecimiento en todo sentido. Era la solidaridad, el conflicto, las amistades, todo eso que se genera en esos ambientes; además la ventaja de los estudiantes es que no había muchos intereses por el que pelear, más bien peleamos por valores”.
 
–LLH: ¿Tú estabas en algún consejo en esa época estudiantil?
–TB: Sí, yo era secretaria académica del Centro de Estudiantes del Servicio Social en la Universidad de la República. Andábamos en movilizaciones; salimos mucho por Cuba (era el año 59, plena Revolución Cubana); la teníamos que defender.
 
“Nos gaseaban, nos tiraban agua, nos corrían. Teníamos que salir  disparados para que no nos hicieran daño.
 
“En Uruguay había un semanario muy importante, Marcha, fundado por el doctor Carlos Quijano. Él fue un maestro para todas, de muchas generaciones de uruguayos, porque él organizaba el semanario con los problemas nacionales e internacionales, hacia traducciones de pensadores de esa época”.
 
–LLH: ¿Cómo llegas a Sociología?   
–TB: Un profesor de Sociología me invita a un seminario en la Facultad de Humanidades. Íbamos un grupo con gente que yo conocía de la militancia, que venían de otras facultades y  empezamos hacer un seminario de investigación sociológica. A mí eso me encantaba. Después un compañero se fue a Santiago (en Chile) a la Flacso; hizo la maestría y cuando llegó me dijo: “Tú tienes que irte a Santiago”.
 
–LLH: Y te fuiste…
–TB: Resulta que yo ya estaba casada y tenía un niño de dos años, y me dije: “¿Qué voy hacer?”. Nelson (su compañero de toda la vida) me dijo: “Sí, vamos”. Entonces nos fuimos a Santiago.
 
“Para no hacerte el cuento largo, nos fuimos y fue una época preciosa por el pensamiento latinoamericano (que se estaba desarrollando en esa época), y Santiago era el centro de la reflexión (era 1968).
 
“En ese momento estaban Fernando Henrique Cardoso (sociólogo y ex presidente de Brasil) y Enzon Faletto. Con su grupo formularon el libro “Dependencia y desarrollo en América Latina”, que es un parte aguas en la Sociología y en las Ciencias Sociales latinoamericanas.
 
“Ellos parten de que en AL no tenemos que repetir las teorías que se crearon en otras partes del mundo; esta es una realidad particular, es una realidad de una organización económica dependiente, y entonces debemos de pensar los problemas desde nosotros; ese pensamiento sigue vigente”.
 
GOLPE MILITAR
 
–LLH: Y ahí te toca el golpe…
–TB: Claro. En Santiago me pasan muchas cosas. Tengo una hija (la segunda) y empezaba a vislumbrarse algo sobre las mujeres. Un día voy a la Flacso y aparece el director, que había sido buen amigo mío y me dice: “¿Qué estás haciendo?”. Y me ofrece un proyecto de la UNESCO para evaluar un programa de educación media para mujeres.
 
“El protocolo decía que tenían que ser tres ciudades que no fueran Santiago; entonces yo elegí tres ciudades con escuelas para niñas: Valparaíso, que está a 130 kilómetros de Santiago; Talca, que fue donde empecé que estaba a 200 y tantos kilómetros, y la otra era Valdivia.
 
“Tenía que ver qué estaban estudiando, cómo estaban estudiando, cómo trataban a las mujeres, y cuáles eran los campos de trabajo de esas egresadas”.
 
–LLH: ¿Es tu primer acercamiento a la problemática femenina?
–TB: Ahí descubrí el término mujeres; ahí descubrí que casi no había nada de bibliografía que tuviera que ver sobre mujeres o el sexo femenino, eran contaditos, me sobraban los dedos de las manos. 
 
“Entonces encontré, por ejemplo, que en la empresa petrolera chilena, que era del Estado, no tenían ingenieras por que cómo las ingenieras se van a trepar; eso no.
 
“Descubro (que) las mujeres traían toda la carga del trabajo doméstico, de cuidar a los hijos; entonces llega un momento en que yo ya volviendo (de uno de los viajes de la investigación para UNESCO) dije: ‘Lo mismo que me pasa a mí le pasa a aquellas, pero ellas son obreras; yo tengo la posibilidad de contratar a una empleada del hogar, pero no tenía familia y las angustias del tiempo sobre todo, de que el dinero no te alcanza, etcétera”. 
 
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–LLH: ¿Y qué pasa cuando te das cuenta de ello?
–TB: Ya de regreso a Santiago, escribo y le digo a un amigo mío que tenía vinculación con la dirigencia del Partido Socialista (ya estaba Allende en la Presidencia en su primer año de gobierno): “Quiero que se enteren de lo que está pasando”. Él me consigue una entrevista con la senadora Elena Carrera, también dirigente del Partido Socialista.
 
“Voy a la reunión y le cuento que las mujeres tienen condiciones de vida muy difíciles, que no hay nada de parte del Estado y que tenían muchos problemas, que había que tomar en serio ese problema si se quería realmente una revolución. Entonces fíjate, yo iba por la mitad de la exposición y de repente me dice: ‘Usted sabe una cosa, esto que me está diciendo es totalmente nuevo para mí’”.
 
–LLH: Pero, detengámonos un poquito ahí en lo del golpe. ¿Qué pasa ahí en tu vida?
–TB: Mira, el golpe se veía venir. El primer año de gobierno (de Allende) fue muy bueno. La derecha no estaba armada para resistir, resistían individualmente. El golpe se prepara. ¿Cómo se prepara? Con escasez, con problemas de transporte, con escasez de gasolina.
 
“Allende era maravilloso. Allende cada vez tenía más gente. Por ejemplo una cosa fantástica: la gente, las mujeres, los niños, los hombres y sobre todo las mujeres cambiaron sus maneras de andar en la calle, era fantástico”.
 
–LLH: ¿Por qué?
–TB: Porque se robustecieron, porque comían mejor, vestían mejor y estaban como más alegres. Yo creo, no sé. En Chile las mujeres siempre participaron en política, pero me da la impresión de que con Allende hubo más participación de las mujeres.
 
–LLH: ¿Y cuándo tomas la decisión de salir?
–TB: Había que cuidar de los niños; entonces me entró un pánico de que me agarraran y me torturaran, de que tomaran a mis hijos de rehenes. En ese momento cualquier tonto te denunciaba por roja, por comunista.
 
–LLH: Entonces de Chile te vienes a México…
–TB: Primero Buenos Aires (Argentina); un mes para recoger visas en la embajada y entonces de ahí me vine para acá.
 
–LLH: Santiago te marca…
–TB: A mí Santiago me marcó con el ejemplo de solidaridad más fantástica; vi gente (con) cierta capacidad de defensa, por ejemplo funcionarios de Naciones Unidas, de la Flacso, apoyar y meter gente en las embajadas. Y a tener gente en la casa o en la casa de alguien conocido, cuidando de que llegara el turno para meterlos a las embajadas. Fue maravilloso, maravilloso.
 
LA VIDA EN MÉXICO
 
–LLH: ¿Por qué México?
–TB: Entre las personas que fueron a Chile estaban Víctor L. Urquidi, que era presidente de El Colegio de México, y Raúl Benítez Centeno, director del Instituto de Investigaciones Sociales, para ver en que podían apoyar, o sea qué gente podían traer.
 
“Después de una evaluación, le digo a mi jefe: ‘Mire Marshell, yo estaba pensando que podría hacer los trabajos de investigación (que se estaban preparando para la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, en 1975 en México)’. Y se da la vuelta, saca la hoja de la máquina de escribir y me dice que está escribiendo una propuesta al secretario ejecutivo de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), para que ese cargo me lo dieran a mí.
 
“Ya en México, un buen día me llama Raúl Benítez Centeno y me dice: ‘Bueno, ¿usted qué quiere hacer?’. Entonces yo con mucha humildad le dije: ‘Mire, a mí me interesa estudiar la condición de las mujeres. Y ahí (en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM) hago todo (el trabajo de investigación sobre los Derechos Humanos de las mujeres).
 
“Entonces ya para esas fechas Nelson me dice: ‘No puedes estar así. Tienes que ser feminista, si tú eres feminista’”.
 
VISIÓN FEMINISTA
 
–LLH: ¿Qué fue para ti asumirte como feminista?
–TB: Mira, fue estar más tranquila con mi conciencia, porque al final de cuentas yo siempre había sentido que era una disminución, un ser humano disminuido frente a los varones. Ellos podían salir a cualquier hora, estudiar, hacer lo que quisieran, trabajar donde fuera; no le iban a decir “usted no porque es mujer”, no.
 
–LLH: ¿Tenías contacto con el movimiento feminista?
–TB: Conocía a Lourdes Arizpe, Marta Lamas, porque había estado en reuniones más allá de la academia con Antonieta Rascón, Carmen Lugo (abogada e historiadora)… toda esa gente famosa.
 
“En el año 79 vienen Lourdes Arizpe (antropóloga e historiadora feminista) y me dicen: ‘Mira, en Fem (revista feminista fundada por Alaide Foppa en 1976) vamos a integrar nueva gente; te propuse y estuvieron todos de acuerdo; van entrar tú y Antonieta (Rivas) Mercado (actriz, mecenas, escritora, feminista y activista política). Ahí ya era feminista.
 
“Ya en el instituto empieza a llegar gente a pedirme información, o pedir entrevistas o fuentes de información y que les dé artículos. Sigo en la academia; yo soy un académica, milito en el movimiento feminista; voy a las marchas, firmaba desplegados, comparto el feminismo. Eso fue muy rico esa época, porque ahí era donde se discutía todo el asunto de la democracia”.
 
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–LLH: ¿Cómo miras al movimiento feminista actual?  
–TB: Mira, el movimiento feminista hay que contextualizarlo en AL principalmente y en México como un movimiento que permitió y de alguna manera ayudó a legitimar las políticas de población. No es gratuito que Raúl (Benítez Centeno) me haya dicho “sí nos interesa” (la investigación sobre las mujeres). Raúl es demógrafo, había estado en un comité que redactó la política de población en los años 72 y 74.
 
“Entonces sí coincide el movimiento feminista con la demanda anticonceptiva –sobre todo en México que tuvo prohibida la venta de anticonceptivos–, y con las políticas para hacer que las mujeres tengan menos hijos”.
 
–LLH: ¿Y hoy cómo nos ves?     
–TB: Bueno, yo creo que es un movimiento que ha tenido logros importantísimos como pocos movimientos. Tal vez a fines del siglo XIX, con toda la ola del movimiento sindical, creo que el feminismo se extendió por todas partes. Y hay mujeres que no son feministas, así que no participan en activo pero que tienen ya el feminismo integrado en las venas y en el cerebro y en todos lados.
 
–LLH: ¿Cómo resumirías tu vida?
–TB: Soy una persona de tantas que tuvo la suerte de llegar al mundo, de llegar a la familia que llegué, que me dieron educación y  cierta libertad de pensamiento y que encontré un lugar para desarrollar algo sobre el conocimiento, sobre la condición de las mujeres, de las relaciones entre hombres y las mujeres. Disfruto de lo que tengo y en el camino hice muchas amistades.
 
Twitter: @lagunes28
 
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
 
16/LLH/RMB

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Hace 10 años, la doctora Marcela Lagarde y de los Ríos, junto con la Comisión de Equidad y Género de la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados, logró la aprobación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), sustentada en el trabajo científico de 60 investigadoras.
 
Marcela cuenta que pudo aprobarse la ley porque “donde pone el ojo, pone el hacer”, porque logró acuerdos con la Comisión, encabezada por Diva Gastelum y con partidos; por la experiencia de sus compañeras diputadas, como Angélica de la Peña y porque, como ella le aconsejó, habló “hasta con el diablo” sobre la urgencia de una ley que no sólo castigara.
 
Todo se volvió creíble, recuerda, porque fue público y  dialogado, y se votó “palabra por palabra”, pero lamenta que a 10 años de la LGAMVLV lo que más haya pegado “como moda” sea la Alerta de Violencia de Género, y las otras partes de esta ley integral no se vea. Critica también la descoordinación y enredos de las instituciones que surgieron a partir de la ley.  
 
ERRADICAR, NO SOLO DENUNCIAR
 
Lucía Lagunes (LLH): ¿Cómo surgió la LGAMVLV?
 
Marcela Lagarde (MLR): La ley surgió porque entendí que no solo estás ahí, en la Cámara de Diputados, denunciado, ya eres parte de las instituciones del Estado y no puedes ponerte solo a denunciar.   Y porque Alma Vucovich, ex diputada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) me habló y me dijo “tú has venido mucho a Ciudad Juárez,  sabes lo que pasa aquí, ven a explicarnos por qué los hombres matan a las mujeres.
 
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Eso me cambió la vida porque tuve que asumir una  posición propositiva, investigativa, teórica y política para explicarlo, ya no para denunciarlo y me encontré con un libro maravilloso de Diana Rossel y Jean Ralsfo que se llama  “El feminicidio, una política del asesinato de las mujeres”, que es una antología sobre el feminicidio, que contiene una incipiente teoría del feminicidio.
 
Mi agenda política era lograr la tipificación del delito de feminicidio, no sabía nada, no entendía. Había trabajado por la tipificación, ya tenía una visión, se llamaba feminicidio. Establecí la Comisión de Feminicidio y la Cámara asumió el concepto. 
 
La gente no se da cuenta, pero vas creando una jurisprudencia, que se nombren las cosas como nosotras las nombramos, desde la perspectiva feminista de género. Fue un gane, sin pelearnos, siendo minoría numérica, las mujeres en la Cámara éramos 22 por ciento y éramos minoría ideológica, filosófica, 4 autodefinidas feministas.
 
Abrimos la Comisión, reunimos muchos puntos de vista porque era la lógica de la política dialógica. Yo pertenecía al movimiento, no dejas de pertenecer al movimiento porque eres legisladora, eres una legisladora feminista y tienes una base.
 
Pero llegó un momento en que dije: con la tipificación del delito no vamos a enfrentar el problema, esa es una parte mínima, vamos a poder construir una parte del acceso de las mujeres a la justicia, porque vamos a tener un delito en el Código Penal, y eso nos va a permitir perseguirlo y castigarlo, pero lo que queremos es erradicar la violencia contra las mujeres.
 
DE LA IDEA A LA LETRA
 
MLR: Un día me levanté y dije, necesitamos una ley que dicte una política de Estado como dice la CEDAW (la Convención sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer). Entonces nos juntamos e hicimos la ley entre muy poquitas diputadas, nos pusimos a estudiar técnica jurídica, porque no sabíamos ni cómo se redactaba.
 
Trabajamos en la ley, constantemente, dos diputadas y la presidenta de la Comisión  de Equidad y Género, Diva Gastelum. Hicimos una alianza trans-partidista, con perredistas, priistas, hasta un cuate de Convergencia, Jesús González Schmal. Después, a defender Comisión por Comisión. Es terrible, se va votando casi palabra por palabra, pero tienes un texto que tiene coherencia y pueden hacer un cicirisco de un texto. Me pasó eso con la definición de la Alerta de Género.  
 
RUPTURAS, PACTOS Y AVANCES
 
LLH: En ese momento, te toca un momento muy fuerte: la ruptura del PRD con Rosario Robles. 
 
MLR: La ruptura… yo no, pero sí el partido. Las personas no son idénticas siempre, evolucionan, cambian, dan virajes, tienen crisis, hitos en su vida.  Rosario, siempre fue una mujer de izquierda, la conocí en el sindicato en la UNAM, en la Facultad de Economía, participó en todo y luego gobernó esta ciudad e hizo cosas fenomenales, reconocida por la gente, era una cosa impresionante.
 
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LLH: Reconocida entonces por algunas feministas como la próxima presidenta…
 
MLR: No solo por algunas feministas, creo que en el cuadro político, eso tuvo que ver, y se la poncharon, entre otras cosas por eso, porque se acercó demasiado a la posibilidad de ser la primera presidenta de este país.
 
LLH: Y en ese ambiente, no solo contra Rosario, sino contra el feminismo, lograste sacar una ley…
 
MLR: No sólo una ley: logramos acreditar al feminismo, tuvo autoridad. Mi reacción era empoderarnos con un orgullo feminista. Caminábamos por la Cámara,  a nosotras no nos van a enjuiciar junto a Rosario, estábamos haciendo una ley. Con mi Comisión y 60 investigadoras hicimos la investigación más importante que se ha hecho en México sobre violencia feminicida. Todo eso logró callar la boca a todo el mundo en torno a nosotras, pero también se fue diluyendo el tema de Rosario y fue prevaleciendo el aporte positivo que hacíamos las diputadas feministas, además aliadas con todo el mundo.
 
LLH: ¿Pactaste?
 
MLR: Pactamos. Todo lo que fui elaborando lo pude poner en práctica, la sororidad con principio político de relación con las demás. Y mira que me serrucharon el piso, juntaron firmas para sacarme de la Comisión de Feminicidio, hicieron cosas terribles y la persona que lo hizo sabe que lo hizo.
 
Mi ética política es otra, no contexto con destrucción, sigo adelante. Nosotras hicimos el dictamen de la ley, pasó por tres comisiones, y elaboramos los tres dictámenes. Nos quitaron de la ley el delito de feminicidio, por técnica jurídica y penal. Entonces dijeron “hagamos una negociación, ustedes quitan el delito de feminicidio y aprobamos la ley”. Así fue la negociación.
 
Desconsideraban la ley, les parecía anodina. Nos la objetaron porque estaba dirigida solo a las mujeres. El sujeto de la ley son las mujeres y eso rompe con todo el marco jurídico mexicano. Es transgresora, es vanguardista en el mundo, porque tiene como sujeto a las mujeres. Además, porque consideramos la violencia misoginia concentrada, contiene todo el argumento de cómo el patriarcado violenta a las mujeres. No es que los hombres, unos poquitos estén enfermos, no es que las mujeres se peleen con todo el mundo. Es que hay cinco tipos de violencia y cinco modalidades.
 
Nos faltó la violencia política, que ahora vamos a introducir en una reforma y ojalá se haga pronto. Tampoco incluimos la violencia obstétrica, que se introdujo en Veracruz. Sigue siendo una ley maravillosa, la política que contiene esa ley está en construcción.
 
FUI DERECHO, NO ME QUITÉ
 
LLH: ¿Cuáles fueron las claves que te permitieron sacar esta ley?
 
MLR: Cuando pongo el ojo, pongo el hacer, fui derecho y no me quité. Además con Diva Gastelum, quien estuvo de acuerdo, que asumió, pues esa era la Comisión Legislativa. Y luego Angélica de la Peña, quien tiene una experiencia legislativa de lujo y me enseñó que hay que hablar hasta con el diablo.
 
Y lo hice, hablé con procuradores en todo el país, con defensores de derechos humanos, con quienes estaban acusando, con quienes exigían. Eso nos permitió hacer la ley. Y a mí, con un equipo científico, hacer la investigación diagnóstica. En mi cabeza la investigación justificaba la ley: no sólo íbamos a castigar.
 
Ese fue un debate con muchas compañeras feministas, que querían únicamente la penalización. Con todas fui a discutir, todo lo hicimos público, dialogado, se volvió creíble.
 
También hubo problemas con compañeras de Ciudad Juárez, porque cuando les llevamos la investigación diagnóstica sobre el feminicidio en México me dijeron que le dábamos en la torre al trabajo que venían haciendo desde años, al decir que había feminicidio en otros lados del país,  cuando el argumento de ellas era la excepcionalidad del feminicidio.
 
MÁS QUE ALERTAS
 
LLH: Todavía no se logra aplicar la ley…
MLR: La gente me dice “siguen matando a las mujeres”, y lo dicen con orgullo, que “hay muertas”. Existe una cantidad de morbo en torno a la violencia contra las mujeres terrible. He visto, por ejemplo, en el debate sobre hacer las leyes o no hacerlas, a grupos de compañeras de movimiento de mujeres que parecía que estaban esperando a la siguiente, para demostrar que matan mujeres.
 
Acabé asqueada de esa incapacidad de empatía con las mujeres, y en contraste, del uso de las mujeres y la problemática de las mujeres para hacer activismo, para denunciar, para exigir. Al extremo de que, lo que más pegó como moda en el movimiento amplio de mujeres fue la Alerta de Violencia de Género (AVG).
 
Y de lo demás de la ley nadie se ocupa, no les importa, no les interesa, no entienden que es una ley integral, que requiere una política integral del Estado. Solo exigen que se cumpla la AVG porque esa, yo lo entiendo, permitía denunciar, exhibir, exigir enfrentar con el discurso la impunidad terrible que hay.
 
EL TRAMPOSO ENREDO
 
LLH: La alerta ha sido un instrumento también para las instituciones del estado, se volvió un “toma y daca”…
 
MLR: Ahí hubo un cambio importante, pasamos los primeros años en algo muy atrapante, muy terrible, que estaba en la ley: ese famoso Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar las Violencias de las Mujeres en México, que lleva el título completo porque lo tomamos de la Convención Belém do Pará. Se llama así para hacer todo eso y porque era el encargado de aprobar todas las políticas ligadas a la violencia.
 
Luego surgió la CONAVIM (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres), porque no había organismo en la Secretaría de Gobernación, que preside al Sistema, para encargarse del asunto. Se crea también la Fiscalía Especial para Atender Delitos de Violencia contra las Mujeres. Eran ya varias instancias, cada una trabajando cosas sin entender bien la ley, para empezar.
 
Luego, rápidamente a la Fiscalía Especial le aumentaron “y la Trata de Personas”, lo que la desvirtuó totalmente. Estaba imponiéndose en toda América Latina la Ley de Trata, fue una movilización latinoamericana y europea. Estaban definiendo qué es la trata, digamos para acotar los mercados de mujeres. Para mí fue clarísimo: para eso se legisló. 
 
CAMINO DE LEYES
 
LLH: ¿Cómo ha sido tu experiencia como legisladora?
 
MLR: La Cámara de Diputados se conecta con lo de ahora, la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, en donde soy presidenta de la Comisión Carta de Derechos. He sido militante inscrita con credencial en los partidos de izquierda: pasé del Partido comunista (PCM) al PSUM (Partido Socialista Unificado de México, al PMS (Partido Mexicano Socialista), al Frente Democrático Nacional y al PRD.
 
En el PRD no me gustó el tratamiento que hicieron en el proceso para las candidaturas a la Cámara de Diputados y la Asamblea de Representantes del Distrito Federal (1988), y no volví durante 10 años.  Después me pidieron que fuera candidata a diputada, en la LIX Legislatura, cuando Rosario Robles era la presidenta del PRD.  Su nombre ha quedado en una reforma legal que tiene que ver con el aborto. Es la única ley que lleva el nombre de una mujer: la Ley Robles.
 
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Decidieron abrir en el PRD 20 candidaturas ciudadanas y me dije “ustedes no han cambiado”. Una semana me estuvieron presionando, fui a dos reuniones a casa de amigos, donde estaba Rosario, y ahí nos propuso que fuéramos con el PRD y todos muy críticos. Yo muy atravesada por una contradicción: “están convocando a que las mujeres hagamos política y tienes que ir a través de los partidos”, porque no habían esos fenómenos de las  y los independientes. Tenía 50 años, llena de vida y muy apasionada, pensé “esto me permite aprender algo nuevo”.
 
Fui una “mujer cuota”, 4 cuotas que habíamos ganado en los ayeres en otros partidos y que heredó el PRD: la cuota externa, intelectual y ser feminista.
 
LLH: ¿Qué te significó recibir la medalla Elvira Carrillo?
 
MLR: ¡Uf!, me significó mucho gusto, por el reconocimiento que el Senado me hacía, siendo una feminista y porque, por tanto, estaba reconociendo al feminismo. Nosotras, que somos rebeldes, subversivas, transgresoras, que hemos estado a veces en la esquina de la política, que hemos sido vistas como peligrosas al orden social, casquivanas, todo lo que está en el imaginario de la derecha sobre el feminismo, ésas estamos siendo reconocidas en una institución muy importante del Estado mexicano.
 
Para mí los cambios pasan por el Estado, para que haya derechos humanos tiene que haber Estado, si no hay Estado que garantice no hay derechos. Soy una crítica del Estado contemporáneo, como todas las feministas de todos los tiempos, pero al mismo tiempo pues ser una teórica del Estado feminista.
 
Nosotras ya vivimos en un Estado reformado, desde el punto de vista de género, pero nosotras le hemos dado un empuje enorme en la segunda mitad del siglo XX.
 
Son 15 años de reformas impresionantes en el mundo global, en las instituciones internacionales de derechos humanos, y todo eso es un impacto en el mundo occidental enorme, la Conferencia Mundial de Pekín, la Cumbre de Viena, Belém do Pará… Son un conjunto de movimientos feministas que cuajan  en declaraciones vinculantes, en tratados, en los que nos apoyamos las locales para llevar en nuestros países.
 
17/LLH/GGQ

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Si hay una teórica feminista en Iberoamérica que ha dado luz para explicar el mundo patriarcal, para darle nombre a todos aquellos cautiverios de las mujeres que mantienen su opresión y a la vez,  las claves para salir de ellos, es la antropóloga feminista Marcela Lagarde y de los Ríos.
 
Sus libros han sido publicados mucho más en España que en México. Los cautiverios de las mujeres, su tesis doctoral, es un parteaguas en el pensamiento modernos feminista mexicano e iberoamericano.
 
Como buena marxista es dialéctica, se mueve en la teoría y la práctica. Ella va del artículo a la conferencia,  de la cátedra a la Cámara de Diputados para construir una ley que no combate nada, que no va en contra de nadie, sino que está a favor de la vida y la libertad de las mujeres: la Ley General de Acceso para las Mujeres a una vida libre de violencia, creada en la LIX legislatura.
 
Marcela Largarde, una mexicana que fruta vendía y la puedes encontrar lo mismo en una manifestación que en la Constituyente de la Ciudad de México para garantizar los derechos humanos de las mujeres, pues como lo dijo en su presentación como candidata externa del PRD a la Asamblea Constituyente, su objetivo es lograr que el primer artículo de la constituyente inicie reconociendo que todos las personas son libres e iguales.
 
Se podría decir que su destino estaba escrito, pues nació en el año de la Declaración de Derechos Humanos y cuando el Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir, fue publicado en 1948, pero nada de su reflexión teórica es azarosa, mucho menos su feminismo.
Lagarde es producto de su historia y sobre todo de su educación, una educación que, ella define, sirve para que las personas se expandan.
 
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La conversación la hacemos en su casa, rodeada de sus muñecas, sus plantas y su vitrina con representaciones femeninas de todos los lugares a los que ha ido a compartir sus reflexiones feministas. No es una charla fácil, el principal obstáculo es retomar el hilo de la conversación tras cada llamada que recibe, pues está en plena campaña para formar la Constituyente. Hoy es la Presidenta de la Comisión de Carta de Derechos en la Constituyente.
 
Lucía Lagunes Huerta (LLH):- ¿Qué es el feminismo en la vida de Marcela Lagarde?
 
Marcela Lagarde y de los Ríos (MLR): Cuando me dijiste de qué se trataba la entrevista te iba a decir: recientemente, hace dos años, publiqué un libro que se llama el Feminismo en mi Vida, Hitos, Claves y Topias. Recién se dio a conocer en las redes, me escribió Diana Mafia, la filósofa argentina que es mi cuata, y me dijo ¡qué bueno! por fin me voy a enterar de tus cuitas, de tus cosas. Sí le dije, es un libro sobre mí, de lo que yo escogí de mí,  no cuento nada personal.
 
Es un libro, explica Marcela, que reúne textos escritos a lo largo de 40 años de mi vida. Si los lees cronológicamente, tiene que ver con lo que estábamos viviendo, los movimientos feministas en los que yo participé y para los cuales les escribí. Yo siempre he escrito para el feminismo. Para mí, el feminismo pasa por muchas cosas, primero por la experiencia personal, que es lo rotundo en mi vida.
 
DE LA ENEMISTAD, A LA SORORIDAD
 
LLH: En qué momento decides escribir el libro
MLR: Algunas compañeras me habían pedido publicar lo que he escrito hace 3, 15 ó  20 años, textos escritos para revistas y periódicos. Fueron textos sugeridos y otros que consideré importantes, y que son mi reacción ante experiencias vividas y ante ese universo en el que me muevo, que es la República Feminista. El más antiguo es un texto sobre enemistad entre mujeres, se llama Enemistad y sororidad. Yo primero identifiqué la enemistad, y al estar enfrentándola, como yo escribo, escribí sobre el tema.
 
Al escribir sobre la enemistad, lo que me salía era la posibilidad de una solidaridad política entre mujeres, a eso le llamé sororidad, lo busqué y lo encontré. Años antes, en algún un texto de una “gringa” (que perdí) ella siempre firmaba “Sister How”, cómo se hará, cómo  se come, y en el cómo se come lo fui delineando y lo fui definiendo.
 
En el libro hay varios textos sobre el tema de épocas diferentes. Yo  evolucioné mucho internamente, descubrí que las mujeres teníamos que pactar, pero eso lo descubrí 10 años después. ¿Por qué pacto? pues, porque somos mujeres que hacemos política para cambiar el mundo y también para preservar lo que han logrado otras y otros que nos favorecen o nos importa.
 
Digo, y lo digo de corazón, que hay libros que salvan una vida. Para mí, recoger todo eso que he vivido y que he escrito, fue mi salvación, porque me nutrí de mí misma, me emocioné de lo que había escrito.
 
LLH: ¿Es tu mirada intelectual?
MLR: Es muy intelectual el libro, porque yo soy intelectual, soy una científica y me dedico a la epistemología feminista dura y pura, lo traduzco en el análisis político, pero tiene mucho de afectividad,  porque soy una persona con muchos afectos implicados en todo lo que hago y vivo.
 
Este libro tiene un poco de coyuntura, que yo aprovechaba para reflexionar teórica y políticamente.  Escribí ese artículo sobre enemistad y sororidad, en alguna contrariedad en el movimiento feminista, explicando por qué la enemistad entre mujeres, cómo estamos colocadas para enfrentarla, qué daño nos hace a las mujeres, y cómo tendríamos que buscar  en tradiciones que nos pertenecen, otras formas, por ejemplo la amistad, que es una relación moderna de las mujeres. La amistad me ayuda en un sentido, porque hay acercamiento, apoyo, pero no me ayuda por complacencia.
 
LLH: Pero porque ese es el concepto de amistad que tenemos…
MLR: Sí, todo son conceptos, nadie vive sin conceptos, y yo estaba tratando de dotar de otra cosa. Me inspiré en todos los apoyos que he leído en la historia y que implican a las mujeres, entre mujeres, incluso en el error.
 
Como hacemos en el feminismo, relata Marcela, tomé de unas experiencias unas cosas y de otra, otras cosas. Ahí me planteé algo utópico, por eso el libro se llama Hitos, Claves y Topias. Porque lo utópico es lo que no existe, está solo en la imaginación lo que nos permite vivir, pero lo que necesitamos vivir cotidianamente es la topia y esa es la sororidad.
 
No es suficiente tener relaciones positivas  -continúa- es necesario potenciar eso políticamente en el universo en el que actuamos, por eso se requiere pactar, nombrar las cosas, por eso la sororidad no es solo entre tú y yo, sino una experiencia filosófico-política a la que podemos acceder todas. Se vuelve un patrimonio del feminismo. Recuerda Marcela: Con las italianas descubrí el affidamento, me quedé con la pasión política del affidamento y con el reconocimiento de la autoridad de las  mujeres, que son dos claves fundamentales, pero no con la fe de affidarse. Porque nos convocan otra vez a la fe, de lo cual también he escrito, porque tenemos que tener fe las mujeres, son dogmas que no logras a ver.
 
CAMINO AL FEMINISMO
 
LLH: Cómo llegas al Partido Comunista
MLR: Eso fue maravilloso, después (del movimiento estudiantil) del  68. Estaba en primero de antropología, participe en todas las manifestaciones, hice todos los volantes del mundo, repartí, hice trabajo obrero. En esa época México era un país gris, terrible, monopartidista, el Estado estaba copado por el PRI (Partido Revolucionario Institucional), había presos políticos, toda la filiación del movimiento del 68 era una filiación histórica que aprendimos del movimiento magisterial, del movimiento ferrocarrilero, del movimiento médico. Y hacíamos nuestra historia, no teníamos historia para transformar el país democráticamente, nosotros nos planteábamos cambios democráticos, no armados, en la época en que gran parte de América Latina se planteaba la lucha armada.
 
El movimiento estudiantil tenía la consigna por las libertades democráticas, yo he sido demócrata toda la vida, pero al mismo tiempo libertaria, me identificaba con el comunismo, creyendo que era con la tradición que venía de Marx. Llegue al comunismo porque era una estudiante de antropología y me invitó uno de mis maestros, Andrés Medina.
 
LLH: ¿Y al feminismo, Marcela?
MLR: Al Feminismo ahí mismo, teóricamente todo iba a ser la emancipación integral de todo, y las cosas que yo reconocía como desigualdades, que hoy llamamos de género, se iban a resolver con la revolución. Era muy contradictoria, participaba de ideas democráticas, pero también de ideas revolucionarias.
 
LLH: ¿Recuerdas tu primer acercamiento teórico al feminismo, tu primer libro?
MLR: Sí, Alejandra Kollontai, me tocó exponerla en un grupo que hicimos de autoestudio en el Partido Comunista, porque resulta que habían muchas mujeres identificadas, sensibles o con esas ideas. Entonces formamos un grupo, nos veían entrar y no daban crédito: primero éramos 10, luego 40, 70, éramos un éxito rotundo, era el año 1974.

Era un grupo de estudio autodidacta, porque no pertenecíamos a los pequeños grupos del movimiento feministas. Entonces, ¿quién nos iba a enseñar?, pues los clásicos: qué dice (Carlos) Marx sobre las mujeres, qué dice (Federico) Engels, qué dice (Max) Weber. Esa triada fue clave, hasta que un día pregunté ¿qué no hay mujeres? y alguien dijo claro que sí, está Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo. Me puse a leerlas, las clásicas  me convirtieron.
 
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LLH: ¿Qué es el feminismo en tú vida, cómo te transforma?
MLR: El feminismo continúa, como una concepción filosófico política que se engancha muy bien con una parte de mi identidad y de mi condición de género. Soy de la primera o segunda generación en que hubo mujeres en las universidades en México, eso cambió este país, nuestras familias y lo que podíamos ser cada quién. Fui educada como moderna, mí educación ni siquiera se discutía, se sabía que yo iba estudiar en la universidad, y si podía, me iría becada al extranjero, ese era mi paquete de vida. Se lo debo a mis padres, pero también se lo debo al petróleo, al desarrollo que hubo en México en esos años. Se juntó toda la modernidad, la modernización del país y la modernización familiar.
 
LLH: Háblame de tu familia
MLR: Soy hija de un profesionista liberal, médico, bohemio, izquierdoso que veía a sus hijas como esas mujeres universitarias libres. La libertad me la enseñó mi papá. Mi mamá era ama de casa tradicional, haciendo familia, cuidándonos a todos. Ha sido el pilar absoluto.
 
A la que yo veía como mujer, en frente, era a mi mamá, entonces yo soy… como digo (sonríe) y lo he hecho categoría, soy una sincrética: por un lado muy moderna, muy libertaria, muy educada, muy universitaria y por el otro lado muy de familia, muy casera. Fui educada con esas dos fórmulas de género al mismo tiempo, mis conflictos en la vida se debe a ese choque de dos estereotipos y construcciones de género antagónicos, los vivimos todas como conflictos personales, pero como antropóloga los analizo.
 
El feminismo lo que me dio, fue (medita) la certeza que en mi análisis y mis sentimientos profundos tenía la razón y luego lo hice teoría, lo que yo he visto, he vivido y luego he investigado, lo convertí en una teoría política de la opresión de las mujeres.
 
LLH: ¿Cómo surge Cautiverios?
MLR: Porque un día de veras me convertí al feminismo, de un día al otro, entendí todo, ya lo demás ha sido extras, pero de repente tuve el paradigma, la visión del mundo desde el feminismo, lo primero que hice fue ir a cambiar mi tema de tesis a Las mujeres en la formación social mexicana, porque el otro era Los pueblos indígenas en la población social mexicana. Me dijeron “vamos a ver si lo acepta el consejo técnico”.
 
En ese trabajo, me faltaban categorías, pero no sabía otras, estudié a todas las clásicas, todas mis fuentes marxistas, la primera parte de los cautiverios es una teoría política. Me pusieron un jurado en el doctorado, para ver si eso que yo quería hacer era antropología, porque “cómo que estudiar a las mujeres iba a ser antropología”. Y gracias a eso yo escribí la mitad de los cautiverios.
 
Esa tesis me llevó 6 años de investigación empírica, estudiando a las madres-esposas en casas como estas,  pero en jacales, en chozas, en todas las clases sociales,  lo que hice fue crear categorías de género, lo que hoy se llama muy elegantes interseccional, la condición étnica, de edad, de clase, todas las categorías articuladas por el género y eso es lo que dio como resultado las categorías como madre-esposas.
 
MADRE-ESPOSA
 
LLH: ¿A qué te gustaba jugar de niña, Marcela?
MLR: A las muñecas, siempre he tenido muñecas y al lugar donde voy si hay artesanías, compro representaciones simbólicas de las mujeres. Jugaba a las muñecas, a la comidita, tenía mis aros de bordar. Compraba en el mercado telas que tenían pintadas flores, las bordaba y las vendía a mis hermanos.
 
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LLH: ¿Cuántos hermanos son?
MLR: Fuimos cuatro, mi hermana mayor murió muy joven, a los 45 años, bueno, ni modo… nunca he dejado de extrañarla… tal vez por eso soy feminista.
 
LLH: ¿Tenías algún cuento en especial de niña?
MLR: Desde luego, yo tengo una historia literaria muy bonita. En una pesadilla como a las 4 de la mañana, tenía 7 años, me desperté muy contrariada por la pesadilla, vino mi mamá a tranquilizarme, me prendió la luz y me dijo: “lee esto porque va a tranquilizarte”, y leí un librito maravilloso de ciencia ficción del siglo XIX sobre un viaje submarino en que te describen todas los niveles del mar, la flora y la fauna, es una aventura de unos buzos de esa época. Ese fue mi primer libro leído, no para niños, una novela de verdad.
 
Leí a Ana Frank a los 10 años y me marcó profundamente. Ese libro me ha acompañado mucho en la vida, porque me identificaba con esa niña solitaria, ya que era una niña muy solitaria, muy hermética y muy silenciosa, de muy pocas palabras, no hablaba, leía mucho, todo el tiempo estaba leyendo. Creo que lo que más he hecho en mi vida es leer, lo otro segundo escribir y lo otro cuidar.
 
LLH: Eres mamá y abuela, ¿qué ha significado?
MLR: Mi nieto alguna vez llegó aquí, se quedó viendo mis muñecas y me dijo, para que veas que significa, “abuela, por qué juegas a las muñecas si ya eres grande?”. Mira qué sabio eres, le dije.  
 
Es una parte de mi infancia, es jugar a las muñecas a la manera que lo puedo hacer ahora, poniéndolas en mi sala. Ser mamá ha sido la pasión de mi vida, ahí sí junto todo, ahí no me siento partida de nada, soy la que soy y estoy en eso, plenamente. Además, tengo una hija que es un sol,  una mujer maravillosa y ha sido una persona maravillosa toda su vida.
 
LLH: Decidiste sólo una…
MLR: Una, no podía con más. Sí quise tener más, pero luego me arrepentí y dije nunca más si con una es más que suficiente. Después me junté y me casé con Daniel Cazés, que tenía sus dos hijos y éramos una de estas nuevas familias, de estas complicadas y complejas, y más gente era muy difícil.
 
Y bueno, también ha sido, la casa, el trabajo, la niña… Si lo cuento desde ahí, pues (ha sido) complicado: que es el día de la madre, pero  tienes que presentar un informe en la CEDAW, y no puedes ir. Esa partición, que a veces hemos vivido todas nosotras, también la he descrito y la he analizado, es la vida cotidiana y la maternidad.
 
La maternidad… nada de que es “dulce y maravilloso” y que se nos da. No se nos da y no sabemos cuidar a nadie y vas aprendiendo como puedes, y mal cuidas y descuidas y haces muchas cosas. Pero sí tengo una conciencia muy fuerte de cómo la vida de las madres y los padres marca tanto a las hijas y los hijos, que lo que hagamos repercutirá en ellos. Es fuertísimo en ellos.
 
Tal vez esa conciencia no la tuve cuando decidí embarazarme de Valeria, si la hubiera tenido quién sabe… Me faltó edad para decidir madura, yo me casé la primera vez a los 22 años, era muy chiquita, muy grande políticamente, era comunista, era sindicalista, mi vida era muy pletórica y ahí me hice mamá.
Ser madre como feminista conlleva muchas más contradicciones, probablemente, que ser madre tradicional porque embonas en un modelo. En cambio, como feminista lleva muchas contradicciones entre la maternidad y la construcción de una dimensión autónoma de nosotras. ¿De qué autonomía hablamos si somos madres? Es otra autonomía que no es la de los hombres: sí autónoma, pero sí presente, sí autónoma pero sí solidaria, la sororidad en la maternidad. Y también decir, al revés, yo he vivido una filialidad de mi hija muy sórica, esa parte de mi vida es deliciosa.
 
LLH: ¿Cómo te gustaría que empezara tu biografía?
MLR: Que Marcela es una mexicana que fruta vendía. Un día lo dije así en un curso en España y luego otra vez en Guatemala. A veces me colocan en las biografías como representante del feminismo latinoamericano, pero a mí nadie me ha elegido y los representantes son elegidos.
 
Otra, cosa que me gustaría es que me tomaran como frase, porque yo voy a la Constituyente para poder escribir en la Constitución: “Todas las personas en la Ciudad de México nacen y viven libres e iguales entre sí”. Eso es lo que quiero para la Constitución, que es el primer Artículo de la Declaración de los Derechos Humanos.
 
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
Twitter: @lagunes28
 
17/LLH/GGQ
 
 

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La palabra superación sería la mejor definición para Rogelia o la maestra Rogelia, como la conocen y se reconoce. Su destino parecía escrito en piedra, pero ella lo reescribió con el cincel del estudio, la tenacidad, la lucha social y feminista.
 
Le dio la vuelta: Rogelia decidió no seguir el mandato femenino de una mujer indígena, pese a las carencias en la infancia, cuyo dolor aún no cierra.
 
A los 12 años de edad tomó el destino en sus manos, regresó a su Juchitán querida (en el estado de Oaxaca) para seguir estudiando. En su andar encontró la lucha social, no sólo se sumó sino que se convirtió en una dirigente indígena.
 
Su liderazgo incomoda machismos, los cuales se unen para impedir su avance, a veces los obstáculos que le ponen son grandes, pero ninguno ha podido minar su liderazgo.
 
Rogelia, la misma que camina veredas para seguir construyendo una vida libre de violencia para todas las mujeres, para acompañar a otras mujeres indígenas a seguir el camino de la transformación de los mandatos y construir libertades.
 
La historia de Rogelia es inspiradora. Es una lástima que no ganara las elecciones del pasado 5 de junio, en las que compitió para la presidencia municipal.
 
La maestra Rogelia construye con las demás, junto a las demás; su compromiso con la vida y la libertad de las mujeres la llevó a abrir un albergue para mujeres indígenas que viven violencia machista.
 
Ella sabe que se puede romper con el círculo de la violencia, que sí se puede transformar aun cuando parezca que el destino está escrito en piedra, siempre hay una forma de cambiarlo como ella lo hizo.
 
Rogelia se sabe triunfadora por haber cambiado su “destino” y tener las riendas de su vida en sus manos. Orgullosa de su vestimenta, de su origen indígena, conocerla es una lección de vida.
 
–Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Quién dirías que es Rogelia?
–Rogelia González Luis (RGL): Es una mujer indígena zapoteca originaria del municipio de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Ahí nací, ahí crecí.
 
“Desde pequeña crecí pensando que tal vez mi destino, como muchas mujeres, era el de quedarse en la casa ayudando a su mamá, a cuidar a sus hermanos, a realizar las tareas domésticas.
 
“Nací y crecí pensando en eso; tuve la gran oportunidad de cursar mi primaria, no fui a preescolar, pero cursé mi primaria, estudié mi secundaria y también con muchas dificultades y precariedades tuve la oportunidad de poder estudiar mi preparatoria.
 
“En ese camino pude encontrar a personas que me ayudaron para poder ser parte de un proyecto dentro del movimiento magisterial, pude entrar en el sector magisterial.
 
“Nací el 17 de noviembre de 1961. Encontré a personas que me tendieron la mano, ahí empezó a cambiar mi visión de cómo estar; de nacer en una comunidad indígena que tiene una cultura, una costumbre, que tiene una tradición.
 
“Ir a prepararme para ser maestra me dio la oportunidad de conocer a otras mujeres de la lucha feminista, las cuales, afortunadamente, tenían otra visión”.
 
FORMACIÓN DEMOCRÁTICA
 
–LLH: ¿Cuáles son las lecciones que te llevan a esta militancia?
–RGL: En mi municipio surgió una organización que luchó por elegir a sus gobernantes por métodos democráticos, respetar la voluntad popular.
 
“Esas eran las ideas con las que surgió la Coalición Obrera Campesino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (COCEI). Ellos hablaban de una lucha para los derechos de los jóvenes, estudiantes, campesinos, de las mujeres. Cómo tener una mejor calidad de vida, cómo atender los problemas de la gente.
 
“Yo fui parte de ese proceso; empecé a participar en un comité seccional y a escuchar las demandas de la gente, a acompañarlas, a hablar en micrófono, a dar mis discursos.
 
“Toda esta parte política me empezó a crear esta conciencia, desde esta trinchera de lucha; fueron momentos decisivos muy importantes porque eran más de 80 años de gobiernos priistas, caciquiles.
 
“Esta experiencia me permitió ir adquiriendo la conciencia. El trabajo comunitario, ir a las seccionales a escuchar que la gente no tiene agua, que en el callejón no tiene pavimento, que no hay drenaje, luz eléctrica, conciliar los problemas familiares, buscar opciones.
 
“Esto me fue formando esta visión y esta conciencia, que al llegar al magisterio se fortaleció porque la lucha sindical era otro frente. Yo también veía problemas entre las mismas maestras como violencia doméstica”.
 
–LLH: ¿Eso te fue haciendo conciencia de género?
–RGL: Eso me fue haciendo conciencia de por qué era necesario capacitar a las maestras, capacitarme y formarme. En este movimiento participaron comunidades, feministas (y de) Derechos Humanos.
 
“Mucha gente le dio solidaridad al magisterio. Cuando se da la lucha en Juchitán, en los años 80, llegaron Elena Poniatowska,  (Carlos) Monsiváis, gente vinculada a la UAM, intelectuales que llegaron a brindar solidaridad, enfrentando al Ejército, la cárcel, la represión de aquellos años de los gobiernos priistas.
 
“Todo ello me fue creando conciencia de porque era necesario  luchar dentro de una izquierda, fue así como llegó al PRD de aquellos años y empiezo a participar fuertemente, primero en mi municipio y después caminé otros municipios”.
 
–LLH: ¿Cómo es que te vas definiendo feminista? ¿Quiénes van siendo tus maestras?
–RGL: Una de ellas y que yo la recuerdo mucho es Cecilia Loría Saviñón (ex titular del Instituto Nacional de Desarrollo Social, de 2000 a 2006). Fue una gran mujer que fue fundamental para mi  formación y mi definición; de esto, que ni siquiera sabía que era feminismo lo que yo hacía.
 
“Estando en (la ciudad de) Oaxaca tengo más formación, con Cecilia Loría, Flor Cervantes, las mujeres que eran de comunidades indígenas y que nos juntamos con la lucha magisterial.
 
“Conocí a muchas mujeres a nivel nacional. En mi municipio recibo a la marcha “Pan y Rosas” y vienen mujeres como Leonor Aída Concha; empecé a recibir folletos de compañeras (de otros estados), e hice mi círculo de estudio con las mujeres de mi pueblo. Cuando empecé a inclinarme con la lucha por las mujeres tuve un fuerte conflicto con la dirección política de la COCEI”.
 
ENFRENTAR AL MACHISMO
 
–LLH: ¿Cuáles fueron esos problemas?
–RGL: Tuve problemas con los dirigentes de la COCEI, quienes me dijeron “a ver Rogelia, tú no puedes aquí venir a convocar a las mujeres para reunirte con ellas, porque esta organización es mixta y si tú quieres hacerlo (reunirse con mujeres) tienes que pedirnos autorización para saber cuáles son los temas que tú vas hablar con ellas”.
 
“Yo les decía: ‘Quiero que las mujeres se capaciten en sus derechos’ y eso atentaba contra ellos, porque lo que querían era seguir teniendo a las mujeres controladas, que no conocieran sus derechos.
 
“Eso me generó que dijeran: ‘A ella no hay que dejarla pasar; hay que ponerle todos los trabajos que sean posibles para que no llegue’. Y así han sido las cuatro veces (que he sido) candidata a la presidencia municipal.
 
“En 2004 perdí la presidencia por 100 votos porque ellos hicieron una alianza de facto para ganarme. Pero muy a pesar de ello les di competencia; ellos iban en alianza con seis líderes políticos.
 
“Soy una mujer inteligente, no soy manipulable. No me dejo de ningún líder que venga y me diga tú vas hacer esto. Todo lo que he ganado lo he ganado a pulso, nadie me lo ha regalado, no he tenido que comprar ningún espacio. He sido una mujer triunfadora”.
 
–LLH: ¿Cómo llegas al magisterio?
–RGL: En ese caminar encontré a la maestra Julieta López Jiménez. Me dijo: “¿Sabes qué? Yo quiero proponerte para que entres a trabajar como promotora en una escuela bilingüe. Tú hablas zapoteco y quiero que entres, pero te vas a ir a un curso de capacitación por seis meses”.
 
“Yo tenía a mi hija pequeña y pude, me decidí. Me dijeron mi abuelita y mi tía: ‘Vete, nosotras vamos a cuidar a tu hija’. Y así fue. Empecé a trabajar en el magisterio y seguí estudiando en el sistema de educación abierta; entonces trabajaba y estudiaba de noche para terminar mi secundaria.
 
“Seguí estudiando; me gustaba mucho ir a la escuela, inicialmente quería ser enfermera. Incluso con mi abuela me fui aprender en el centro de salud, a poner suero, a inyectar, hacer las suturas pequeñas, y eso me ayudaba. Con eso yo cobraba cinco, seis pesos, y con ello compraba la leche a mi hija”.
 
CARGOS DE DECISIÓN
 
–LLH: ¿Qué espacios públicos has tenido?
–RGL: Estuve en el primer gobierno que ganamos en Juchitán, como coordinadora de salud. Me integré en otro gobierno como síndica municipal, de 1989 a 2001. En ese periodo fundé el Centro de Apoyo a la Mujer Istmeña. De 2012 a 2013 fui regidora de Derechos Humanos; en 1999 fundé el Grupo de Mujeres 8 de Marzo. Esta asociación civil ha ayudado a mucha gente.
 
“En 2004 fundé la Alianza Regional por la Igualdad y la Justicia Simona Robles, en honor de la juchiteca que combatió la intervención francesa en 1866. En los nueve municipios que trabajé fundé nueve escuelas; estoy orgullosa de mí y de mi trabajo.
 
“Ahora que fui regidora de Derechos Humanos tuve la oportunidad de impulsar el proyecto de terrenos, para edificar vivienda para mujeres indígenas que han vivido violencia y que son egresadas del refugio. El proyecto de casa de transición no se ha concretado porque no hay voluntad política para ello. Eso es lo que he podido lograr en cada espacio que he tenido”.
 
–LLH: ¿Qué soñaba de niña Rogelia?
–RGL: Soy la segunda (hija). Cuando hablo de las precariedades que enfrenté, hablo porque yo me crié con mi abuela materna, una indígena zapoteca que no sabía leer ni escribir, que nunca fue a la escuela. Somos cinco: un varón y cuatro hermanas más.
 
“Esta historia de vida que traigo no fue fácil porque los motivos de mi niñez me orillaron a luchar para defender la causa de las mujeres, porque siempre tenemos una historia que nos motiva a hacer algo por las demás”.
 
–LLH: ¿Pero tus sueños?
–RGL: Mi sueño era estudiar. Cuando termino la primaria, mi mamá biológica me fue a traer de con mi abuela y me llevó a Tamaulipas porque mi papá era de Tampico. No pude aguantar y me regresé a vivir con mi abuela.
 
“Busqué una opción: estudié taquimecanografía para aprender a escribir a máquina. En la mañana ayudaba a mi abuela (a la venta de tamales y naranjas), y luego en la tarde entraba a la taquimecanografía. Para mí fue una gran oportunidad porque pude relacionarme con otras amigas mujeres, y aprendí algo que me ayuda”.
 
–LLH: ¿Qué te significa tu traje?
–RGL: Significa toda esta historia que las mujeres indígenas vivimos, que está impregnada en las mujeres de Juchitán. Cuando yo me pongo una enagua, un huipil, les digo a las mujeres de mi pueblo que soy igual que ellas, que ellas pueden sentirse orgullosas…
 
“Mi abuela, cuando yo era pequeña, me hacía mis trenzas de rueda y me ponía mi enagua y huipil para la escuela. Esto es un orgullo para mí y mi pueblo, es un valor humano social y cultural que me fortalece, me ayuda”.
 
–LLH: ¿Si alguien escribiera tu biografía, cuál sería la frase final?
–RGL: Siempre hablo de la gran fuerza de las mujeres, siempre les digo que hay que caminar con fuerza para lograr los cambios que queremos. Que la democracia la tenemos que hacer caminando juntas.
 
–LLH: ¿Cuál es el sueño de Rogelia hoy?
–RGL: Mi sueño es alcanzar la diputación, pero tampoco es a “patria o muerte”, que no se acaba con tener un lugar, hay mucha gente que nos necesita.
 
–LLH: ¿Qué les dirías a las jóvenes?
–RGL: Ellas tienen una gran oportunidad en sus vidas para ejercer sus derechos; que de ninguna manera se sientan limitadas por estar con un embarazo o porque sus familias las quieran obligar a casarse en contra de su voluntad. Que tienen derecho a estudiar, a viajar, a conocer otros lugares, que lo que no hay en su pueblo lo pueden encontrar si se preparan.
 
Twitter: @lagunes28
 
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
 
16/LLH/RMB

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