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El Vaticano contra la diversidad

Por Lydia Cacho

El Papa Juan Pablo II, desde la sede del Vaticano publicó este fin de semana un documento de 37 páginas denominado «De la colaboración de los hombres y las mujeres en la Iglesia y en el Mundo». En él culpa al movimiento feminista, en especial a las mujeres feministas, de cosas tan absurdas como que «las feministas sienten que deben ser adversarias de los hombres para ser ellas mismas» y «ellas impulsan la aberración del matrimonio homosexual».

En su homilía de ayer Norberto Rivera Carrera, Obispo y politólogo mexicano, habló sobre dicho documento a sus fieles y les invitó a leerlo con cuidado. Dijo:»La Iglesia basándose en los textos bíblicos ratifica que Dios creó a la mujer, mujer de la costilla de Adán y al hombre, hombre a imagen y semejanza de él y estas disposiciones sagradas no podrán ser nunca anuladas por las feministas».

El documento del Vaticano parece un texto salido de la edad media, en el que a través de la lógica occidental juega con las oposiciones de un estrecho pensamiento maniqueo: o blanco o negro, o todo o nada. Aunque en realidad encauza su argumento a la supuesta intención de las feministas por implantar un modelo social en el cuál desaparece la visión heterosexual y se funde en homosexualidad pecadora y multisexual en la cuál los géneros (masculino y femenino) se funden indistintamente induciendo al caos, a la inmoralidad y al pecado. Omite mencionar el papel de los Curas católicos pederastas.

No es de extrañar la rúbrica de Juan Pablo II, uno de los papas más conservadores de los últimos cien años, enemigo declarado de la participación de las mujeres en la Iglesia (más allá de ser siervas de sus amos: monjes, curas y obispos). Lo cierto es que en un acto de manipulación el Vaticano ignora las grandes aportaciones del feminismo en beneficio de hombres y mujeres de todo el orbe.

El feminismo es, en sus diversas corrientes, un movimiento social y político que cuestiona las normas de inequidad entre hombres y mujeres. Las feministas, en eso tiene razón el Papa, cuestionamos el Modelo social y moral dominante, abrimos las puertas a la libertad y a nuevas formas de relaciones sociales y amorosas.

Contrario a lo que menciona el documento de «las feministas quieren ser iguales a los hombres», a mujeres y hombres feministas nos ha quedado claro desde la década de los 70 que nada más triste e innecesario que convertirse en una copia de un patético modelo de virilidad misógina, violenta y dominante que impone sus ideas unilateralmente, digamos, al estilo de miles de hombres que argumentan estar hechos a imagen y semejanza de un Dios violento, cruel, inhumano y misógino a su vez.

Así que de ser iguales nada. Ahora que la equidad, es decir, la igualdad legal, jurídica y política que respeta las diferencias y las tolera cuando el dogma le hace imposible el diálogo, esa sí la quiere en todos los ámbitos: públicos y privados.

El feminismo es un acto de rebelión inteligente ante toda forma de discriminación. Aunque, como diría Victoria Sendón: a veces ese acto de rebeldía no consiste más que en sobrevivir cuando la muerte sale al camino en cada encrucijada, como en Ciudad Juárez.

Las feministas reiteradamente admitimos que no podemos cambiar el mundo, pero nunca renunciaremos a cambiar la vida, porque sabemos que la «revolución» sin «evolución» es una trampa demasiado obvia como para reincidir. Porque simplemente: el qué, sin el cómo, no nos interesa.

Contrario a lo que imputa el Vaticano al movimiento de mujeres, sabemos que sin diferencias no hay cambio ni pluralidad, todo sería homogéneo y estático. Es justamente la anulación de las diferencias lo que lejos de derogar las desigualdades, las afianza y profundiza. Y de esa filosofía, que precisamente propone la Iglesia Católica, surge el modelo dominante y dominador. El feminismo sabe bien que las diferencias entre los sexos existen, pero insiste en que los géneros femenino y masculino han sido una creación cultural y ha demostrado que podemos cambiar los esquemas y evolucionar.

El feminismo como postura política consiste en mantener la conciencia crítica frente al modelo clásico de hombre y mujer; ese en el cuál el 98 por ciento de las riquezas de la tierra está en manos de hombres y sólo un 2 por ciento corresponden a las mujeres. Donde se exalta la maternidad pero en armamento se gastan 780 mil millones de dólares al año frente a los 12 mil millones que se gastan en salud reproductiva de las mujeres, que en uno de cada tres hombres maltraten a su pareja y sólo uno de cada mil sean castigados por la ley, decisiones tomadas por gobiernos y autoridades mayoritariamente masculinas, incluido el Vaticano, que imponen modelos sociales a través de la política.

Con este documento, por demás anacrónico e impreciso, el Papa nos recuerda a Maquiavelo, quien recomendaba al Príncipe que hiciese cualquier cosa justificando los medios para alcanzar el fin. Las y los feministas nos sumamos más a la visión oriental del Tao donde El camino es la meta, es decir, tratamos de vivir en la congruencia cotidiana, buscando la equidad, practicando el respeto a todas las diferencias y validándolas. Contrario a lo que propone el Vaticano, quien en aras de salvar un modelo familiar y social anacrónico y excluyente, es capaz de cualquier cosa.

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*Directora del Centro Integral de Atención a la Mujer en Cancún

2004/LC/GV

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