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Elvira Arellano, de la deportación a la candidatura

Por Gladis Torres Ruiz

Con el firme compromiso de trabajar a favor de las mujeres, en particular de aquellas que durante su trayecto a Estados Unidos sufren violaciones y abusos, este fin de semana en Tijuana, Baja California, Elvira Arellano arrancó su campaña como candidata a diputada Federal en el Distrito Sexto por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

El principal compromiso de la activista, madre y columnista del diario neoyorquino La Prensa, en caso de llegar a San Lázaro, será trabajar a favor de las y los mexicanos migrantes, el respeto a sus derechos humanos, a través del fomento de nuevas oportunidades de trabajo y salarios dignos, para que no tengan que salir del país, señaló a la prensa mexicana la candidata.

Ella sabe de eso: en 1997, ante los problemas económicos de su familia y la distrofia muscular que padecía su padre, Elvira viajó a Mexicali, Baja California, con la esperanza de cruzar a Estados Unidos, en busca de un empleo que le permitiera apoyar a su familia.

Ese mismo año entró a Estados Unidos por primera vez, pero fue deportada. Días después regresó, y durante tres años estuvo en Oregon. Su hijo Saúl nació en 1999 y, un año después ambos se trasladaron a Chicago, Illinois, donde ella encontró empleo limpiando aviones en el Aeropuerto Internacional O’Hare.

Sin embargo, a raíz de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, durante un operativo gubernamental destinado a detener a las y empleados indocumentados del aeropuerto, la detuvieron, acusada de usar un número de Seguro Social falso.

Tras su detención, las autoridades evidenciaron que había sido deportada en 1997 y regresó otra vez sin documentos al país.

De 2002 a 2006, logró varias extensiones para permanecer en Estados Unidos, ya que su hijo Saúl, nacido en Oregon, California, es ciudadano norteamericano.

Elvira, logró esquivar la deportación gracias a la intervención del Senador Dick Durban, de Illinois, quien accedió a interceder por ella porque su hijo Saúl necesitaba atención médica especial. Fue entonces que se convirtió en activista y lideró el movimiento de Familias Latinas Unidas de Chicago, según un reporte de Cimacnoticias del 10 de septiembre de 2007.

ACTIVISMO Y DEPORTACIÓN

Para agosto de 2006, la ciudadana mexicana oriunda de Michoacán recibió una orden de presentación, antesala de la deportación. Madre soltera, no quería separarse de su hijo. Por ello, se negó a presentarse ante una corte federal y buscó refugio en la iglesia metodista unida de Adalberto, ubicada en el barrio de Humboldt Park, en espera de que Durban u otro legislador la ayudase a regularizar su situación. Pero eso no ocurrió.

La iglesia adoptó el estatuto de santuario y la albergó junto con su hijo. Pero para las autoridades migratorias, Elvira Arellano se convirtió en una «criminal prófuga».

Durante su reclusión, se dedicó de lleno a sus tareas de activista por medio del teléfono, una computadora y el Internet. Saúl, que entonces tenía siete años, llevó una carta a la Casa Blanca para pedir que dejaran a su madre quedarse en Estados Unidos. Incluso, encabezó una marcha a Washington de niñas y niños en su situación.

Según el Centro Hispánico Pew, cerca de tres millones de niñas y niños nacidos en territorio estadounidense tienen uno o los dos padres en situación irregular. Saúl, hijo de Elvira también viajó a México a pedir ayuda, hizo lo mismo en la Unión americana.

A finales de julio de 2007, después de que el Congreso abandonó la discusión sobre la reforma migratoria, y cuando se acercaba el primer aniversario de su encierro, Elvira decidió salir y emprendió un recorrido de iglesias que se ofrecen como «santuarios» para los indocumentados amenazados de expulsión. En el movimiento participan iglesias protestantes y católicas, y también sinagogas.

Como lo informó oportunamente la corresponsal de Cimacnoticias en New York, Leticia Puente Beresford, intervino públicamente a favor de la reforma de las leyes migratorias y por la regularización de los 12 millones de inmigrantes clandestinos que viven en Estados Unidos.

El 10 de agosto, fue detenida en un operativo por 15 agentes, finalmente tuvo que abandonar su lucha al ser repatriada el 29 de agosto de 2007, su deportación la convirtió en un símbolo viviente de las organizaciones que luchan por los derechos de las y los migrantes en Estados Unidos. «Todos somos Elvira Arellano», fue la consigna de una marcha que se realizó en Los Ángeles pocos días después.

La noticia de la deportación de la activista mexicana Elvira Arellano tuvo eco en todo Estados Unidos. El New York Times le dedicó un importante espacio al asunto en su edición de ese día y la televisora pública PBS hizo lo propio en su transmisión noticiosa. «Todos y todas somos Elvira», se escucha por doquier.

También hubo reacciones entre la clase política y líderes de inmigrantes, muchos de ellos con hijas o hijos con ciudadanía estadunidense. Entre ellas, destacó la opinión de la senadora demócrata por Nueva York y ex aspirante presidencial, Hillary R. Clinton, quien dijo a través de su portavoz:

«Nuestras leyes y políticas actuales están separando familias, como lo demuestra este caso. Para atender este problema necesitamos un camino mediante el cual aquellos que están aquí trabajando duro, pagando impuestos, obedeciendo la ley y demostrando un compromiso con este país, puedan ganarse un camino a la legalización», reportó el periódico hispano neoyorquino La Prensa.

En México, Arellano fue recibida en la residencia oficial de Los Pinos por Felipe Calderón, a quien le solicitó un visado especial para reunirse con su hijo. Ante él abogó por las otras 600 mil madres que se encuentran en iguales circunstancias, así como por los 12 millones de inmigrantes mexicanos que se encuentran en la clandestinidad. Hasta el momento no ha podido regresar a los Estados Unidos.

Se presentó en la Cámara de Diputados, para exigir al Gobierno Federal acciones concretas a favor de las y los migrantes ilegales radicados en Estados Unidos.

Afirmó que «mientras los tres niveles de gobierno no hagan algo para que los mexicanos tengamos mejores salarios y oportunidades de trabajo, la gente va a seguir emigrando en busca de un mejor nivel de vida».

De acuerdo con estadísticas del Instituto Nacional de Migración, en el primer semestre de 2007 se registraron 1.2 deportaciones de mexicanos por minuto en la frontera entre ambos países, hasta llegar a poco más de 317 mil de enero a junio.

Desde su deportación, Elvira sostuvo: «Si mi deportación sirvió para que el pueblo se levantara y los líderes comunitarios y religiosos se unieran para seguir luchando por una legalización, para mí entonces valió la pena».

Actualmente trabaja en la Casa Refugio Elvira, albergue instalado en la ciudad de Tijuana, por activistas de la organización Hermandad Mexicana Internacional y con el que se busca ayudar a las mujeres indocumentadas repatriadas bajo las mismas condiciones que ella y ahora busca el voto de las y los mexicanos para desde la máxima tribuna legislar en materia migratoria.

09/GTR/GG

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