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Las y los externos, opción ciudadana de representación política

Por Redaccion

Bajo el título «Los externos» el investigador y analista político mexicano Sergio Aguayo Quezada publicó, el pasado 11 de marzo, su columna semanal en el periódico Reforma, donde analiza la relación entre los partidos políticos y las candidaturas ciudadanas con miras a la jornada electoral del próximo domingo 5 de julio.

Tras reconocer que «como siempre» el movimiento feminista va a la vanguardia en el tema, pues han impulsado candidaturas ciudadanas «junto con organismos que entienden lo necesario de cerrar una brecha entre partidos y sociedad», retoma a la teoría política para revisar la crisis actual de representatividad de los partidos políticos en México.

Cimacnoticias retoma el artículo, con autorización del autor, como parte del seguimiento al tema de la participación política de las mujeres en la contienda electoral del 2009.

LOS EXTERNOS

Por Sergio Aguayo Quezada

La teoría política puede ser como el bisturi que abre el cuerpo social para escudriñar sus entrañas. Con ese supuesto reviso la crisis de representatividad de los partidos, y la posible función terapéutica de los candidatos externos.

Entre los asuntos abordados por los teóricos de la transición a la democracia está el papel de los partidos. No hay, por supuesto, acuerdo entre ellos. Mientras que clásicos como Guillermo O’Donnell y Philip Schmitter aseguran que los partidos
tienen su «momento heroico», su protagonismo máximo, cuando se consolida la democracia, los estudiosos de la «tercera ola» sostienen que, en México, tuvieron un papel fundamental desde los inicios de una transición que se eterniza.

Su importancia vino de que el régimen priista respondió a las movilizaciones sociales de protesta fortaleciendo a los partidos. Reflexiónese en lo siguiente. Las movilizaciones estudiantiles y las insurgencias armadas de los años sesenta y setenta se hicieron fuera de los partidos y, sin embargo, el régimen respondió con la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE) de 1977 pensada para favorecer a los partidos de múltiples formas; una de ellas conectándolos a las tuberías del subsidio público (el chisguete ser haría torrente a partir de 1987).

Los partidos de oposición aceptaron los términos de la LOPPE porque, con todas sus limitaciones, se beneficiaban y porque, ante el poder del régimen, era eso o nada. Se asentó así un gradualismo extremo que metió a los movimientos opositores en la altamente regulada arena electoral. Y por el camino pacífico y de las instituciones se fue la transición.

Lo negativo es que las instituciones no funcionaron de acuerdo a lo que dicta la teoría de las transiciones. La ley también santificó a los partidos calificándolos como entidades de «interés público»; pero en lugar de honrar su título, se han dedicado a acumular descrédito. Paro los lamentos y reoriento el análisis: ¿en dónde estuvo el error? ¿en qué momento se dio la involución? Adelanto algunas hipótesis.

Cuando los partidos empezaron a recibir los beneficios de la apertura no supieron, pudieron o quisieron incorporar a plenitud las agendas y propuestas de los movimientos que hicieron posible el cambio. Y no lo hicieron, pienso, porque muy rápidamente sufrieron los efectos negativos del financiamiento público. El 28 de febrero de 1978, el PAN de Chihuahua publicó un desplegado condenando a la flamante LOPPE: decían que con el «subsidio a los partidos políticos» la LOPPE buscaba «extender la corrupción a los demás partidos políticos». ¡Cuánta sapiencia! ¡Cuánta clarividencia!

Con el goteo de subsidios se convirtió en ríos de dinero, crecieron las burocracias decididas a controlar presupuestos y a monopolizar el acceso a cargos públicos excepcionalmente bien pagados. En esas condiciones, a los partidos se les quitaron las ganas de incorporar a ciudadanos independientes; representan una competencia incómoda por cargos apetecibles que blindan al beneficiario contra carestías y otras desventuras. Cuando invitan a personas u organizaciones es con la intención de cooptarlas y meterlas en su lógica. El menosprecio a la autonomía se ha extendido a cualquier cargo que ejerza presupuesto, incluidos los organismos públicos autónomos.

Según algunas tradiciones populares, cuando los parientes cercanos fornican y tienen descendencia, ésta puede nacer con cola de cerdo u otras malformaciones. El incesto en la clase política se manifiesta en que los ex opositores incorporaron, a su forma de actuar y pensar, los usos y costumbres del antiguo régimen; de ahí su tolerancia al fraude y la corrupción, a la impunidad y la desigualdad.

¿Mejoraría la situación si los ciudadanos independientes tuvieran más acceso a los cargos públicos? No necesariamente, o para ser más preciso, no bajo las condiciones o reglas actuales. Después de todo, al retroceso que padecemos también contribuyeron los organismos civiles y los ciudadanos que no supieron como manejar las reglas de la alternancia. Recuerdo claramente cuando el gremio de compañeras y compañeros de la sociedad civil declaraban la muerte civil a quienes respondían al reclamo de la vida pública. Se les condenaba porque al entrar a la política perdían su virginal pureza; profesía facilitada en la medida en la cual él o la intrépida se enfrentaban solos a la jauría de partidos.

Más ciudadanos en cargos públicos no significa una metamorfosis milagrosa; sí una oxigenación de lo existente, siempre y cuando se apegue a reglas diferentes.

Y por el momento los mecanismos no son los apropiados. Las candidaturas independientes están prohibidas por la ley, y las externas son un retoño contrahecho. Según los documentos básicos de los ocho partidos con registro, cinco de ellos ni siquiera contemplan las candidaturas externas. Sólo las incluyen Convergencia, el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Socialdemócrata (saco a este último de la lista porque su destino es tan problemático que ni con una legión de externos se salva).

El PRD los tiene pero les impone el candado de que podrían competir contra los candidatos internos en una primaria; un principio de equidad que pasa por alto las distorsiones creadas por las tribus y el corporativismo al interior del PRD. Los más generosos en letra y espíritu son, al día de hoy, los de Convergencia.

Pese a todo, diferentes organismos sociales están decididos a intentar acuerdos con los partidos para impulsar a candidatos ciudadanos externos. Como siempre, el movimiento feminista va a la vanguardia junto con organismos que entienden
lo necesario de cerrar una brecha entre partidos y sociedad que tiene sumido al país en el subdesarrollo político, y muy lejos del desenlace previsto por los teóricos de la transición.

Esta columna se benefició de los trabajos sobre la transición mexicana de José Antonio Crespo, Todd Eisentdstat, Soledad Loaeza, Lorenzo Meyer, Kevin Middlebrook y Reynaldo Ortega.

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09/CV/GG

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