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“Trabajo sexual” vs trata y explotación

Por Teresa Ulloa Ziáurriz*
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El robo y el asesinato son males que siempre han existido, pero a ninguna sociedad se le ha ocurrido decir: Puesto que no podemos acabar ni con el robo ni con el asesinato, vamos a inventar una forma de vivir con ellos sometiéndoles a una regla, a una cierta vigilancia, que se base, por ejemplo, sobre tres pilares: en qué lugares, a qué horas y en qué condiciones estará permitido robar y matar.- J. Butler, 1875
 
En el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas nos parece pertinente visibilizar el creciente número de voces que se pronuncian por el “trabajo sexual” seguro, en el que no se corran riesgos para quienes, aparentemente, ejercen esta actividad de manera voluntaria.
 
Ciertamente no podemos negar que las mujeres en situación de prostitución han cargado desde siempre con el estigma, la persecución y la violencia. No obstante, el hecho de hablar de “trabajo sexual” es enmascarar la trata de mujeres y niñas, así como otras formas de explotación sexual. Para quien no quiera verlo, estamos hablando de un negocio ilícito de magnitud nacional e internacional que -se ha repetido incontables veces-, reporta el segundo lugar del mundo en ganancias después del tráfico de drogas y antes del tráfico de armas.
 
Existe un sector de personas relacionadas con la academia que en diversas ocasiones nos han señalado como aliadas de la extrema derecha en Estados Unidos (George Bush), por trabajar a favor de la abolición de la explotación de la prostitución ajena y otras formas de explotación. Quienes se pronuncian así, demuestran absoluta ignorancia acerca de lo que es el abolicionismo, que por supuesto no tiene nada que ver con la derecha, sino todo lo contrario.
 
La lucha abolicionista nace en 1886 en Inglaterra con el trabajo de la feminista Josephine Butler, justo después de que se logró abolir la esclavitud. Entre muchas otras cosas, ella planteó que el sistema de prostitución es una forma contemporánea de esclavitud hacia las mujeres. Gracias a “La Gran Cruzada” que inició Butler, más de mil personalidades de aquella época suscribieron un manifiesto contra la reglamentación de la prostitución. Este movimiento trascendió fronteras hacia Estados Unidos y el resto de Europa, contando con el apoyo de numerosos grupos laicos y religiosos de la corriente humanista.
 
El postulado de Josephine Butler hizo énfasis en la responsabilidad de los varones como proveedores y compradores de la prostitución y señaló duramente las diferencias en la impartición de justicia para hombres y mujeres, pero además sostuvo que no se debe castigar a las mujeres en situación de prostitución, ni sacarlas por la fuerza de esa situación, sino crear opciones dignas de salida (educación, empleo, salud, vivienda para ellas y sus hijas e hijos) y trabajar en la prevención, ya que la inmensa mayoría de las que “optan” por esta vía, lo hacen por sus condiciones de vulnerabilidad (pobreza, marginación, desigualdad, falta de oportunidades) es decir, porque en realidad no existen opciones.
 
Como todos sabemos, México se encuentra cada vez mejor posicionado como lugar de origen, tránsito y destino de víctimas de trata y explotación sexual. Por esta razón, y por el alarmante incremento de mujeres y niñas desaparecidas, no es posible decir que ayudamos a las mujeres en situación de prostitución cuando estamos a favor de reglamentar el “trabajo sexual”. Ninguna convención internacional reconoce la explotación de la prostitución como un empleo, simplemente porque atenta contra los más elementales Derechos Humanos de las mujeres y las niñas.
 
Brasil está a punto de iniciar los XXXI Juegos Olímpicos. Si bien reconocemos que el gobierno brasileño ha emprendido una serie de acciones para prevenir la trata y la explotación sexual, la legislación brasileña continúa definiendo la trata de personas como un delito de movimiento, contrario a los principios establecidos por el Protocolo de Palermo de la ONU, ratificado por Brasil, ni tiene tipificadas las formas de explotación, como por ejemplo, el turismo sexual.
 
En este punto es pertinente informar a quienes siguen esta columna, que el próximo viernes 5 de agosto estaremos entregando las firmas que se adhirieron a la campaña “Di NO al Turismo Sexual en Brasil 2016”. La cita es a las 12:00 horas en la Embajada de Brasil en México (Lope de Armendáriz 130, Lomas Virreyes).
 
Ojalá que tanto México como Brasil sigan el ejemplo de Tailandia, un país legendariamente relacionado con la prostitución y el turismo sexual, que hoy está determinado a erradicarlos. En los últimos días se han cerrado decenas de negocios relacionados con la prostitución y se ha detenido a cientos de personas. La primera ministra de Turismo dijo de manera tajante que su gobierno quiere fuera a la industria del sexo, pero ya desde 1960 y con la ayuda de la ONU, la prostitución está prohibida en aquel país.
 
¿No es eso lo que queremos ver de nuestros gobiernos? Cuando existe voluntad y se trabaja a favor de las víctimas, no importa desmantelar las redes criminales, ni visibilizar la responsabilidad de los consumidores, porque la prostitución no es otra cosa que el punto en el que convergen la explotación económica y la explotación sexual.
 
Por eso, cuando hablan de reglamentar la prostitución, cuando dicen “trabajo sexual” y no “trata de personas” o “explotación sexual”, se convierten en parte del problema, en cómplices del proxeneta que engaña, del delincuente que recluta, del político que engancha, del hombre común que viola a cambio de dinero, de la sociedad permisiva que prefiere entenderlo como “la profesión más antigua” y sobre todo, de los gobiernos que evaden la responsabilidad ineludible de brindar igualdad de oportunidades para todas las mujeres y niñas, sin excepción.
 
* Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de
Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe
(CATWLAC, por sus siglas en inglés)
Twitter: @CATWLACDIR
 
16/TUZ/LGL

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