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A examen, acuerdo mundial a favor de las mujeres

Por Anaiz Zamora Márquez

A 20 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, China, feministas del mundo harán escuchar su voz ante la ONU para hacer un balance de los logros y desafíos.
 
En 1995, el movimiento feminista global logró que 189 países firmaran la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing, y que se comprometieran a impulsar la igualdad de género, ya que en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer se evidenció la desigualdad en educación, salud, trabajo y en otros ámbitos, que aún padece la población femenina.
 
En Beijing se reconoció también que la violencia “es uno de los principales mecanismos sociales que niegan a las mujeres la igualdad, y que tiene costos sociales, sanitarios y económicos elevados”.
 
En cuanto a salud, por ejemplo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) se registraban 450 mil embarazos no planeados al día y cada año moría medio millón de mujeres por problemas relacionados con la maternidad.
 
Respecto a la educación, por cada dos varones sin escuela había cinco niñas en la misma condición.
 
Con ese panorama y en un contexto en el que las mujeres pocas veces participaban en las reuniones internacionales, la insistencia del movimiento feminista logró que previo a la reunión en China se celebraran tres conferencias mundiales de Naciones Unidas sobre la Mujer.
 
La primera (1975) en la Ciudad de México, donde se emitió la “Declaración de México sobre la igualdad de la mujer y su contribución al desarrollo y la paz”. En 1980 la Conferencia tuvo lugar en Copenhague, Dinamarca, y la discusión se centró en los subtemas de educación, empleo y salud.
 
Para 1985 la reunión fue en Nairobi, Kenia, donde se adoptó un plan de acción para vencer los obstáculos que impedían a las mujeres alcanzar la igualdad, el desarrollo y la paz.
 
A la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer también la antecedió la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD), celebrada en El Cairo, Egipto, en 1994, y en la que se acordó por primera vez que los derechos reproductivos serían considerados Derechos Humanos (DH).
 
REACCIÓN CONSERVADORA
 
Ante la realización de la Conferencia de Beijing un año después, la presión de grupos de derecha y de El Vaticano por detener los avances a favor de las mujeres no se hizo esperar.
 
En México, el grupo Provida envió cartas a la Presidencia de la República para tratar de impedir la participación de organizaciones civiles. En su momento se denunció además que el gobierno chino dificultaba el trámite de la visa a activistas, y en muchos casos se “extraviaron” las cartas de confirmación al evento.
 
No obstante, la Conferencia realizada en septiembre de 1995 logró una asistencia sin precedentes: 17 mil participantes oficiales y 30 mil activistas, según datos de ONU-Mujeres. 
 
En México, los trabajos de preparación rumbo a Beijing iniciaron en septiembre de 1993 con la instalación de un Comité Nacional Preparatorio, integrado por 14 instancias de gobierno y presidido por el entonces secretario de Gobernación, Patrocinio González Garrido.
 
Al Comité se integraron 250 organizaciones civiles –como el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) y Católicas por el Derecho a Decidir– que conformaron el bloque “Mujeres hacia Beijing”. 
 
La delegación mexicana estuvo conformada por 46 personas, incluidas tres representantes ciudadanas. Por parte del Estado mexicano figuraron Gloria Brasdefer, secretaria técnica del Comité Nacional Coordinador; la feminista Clara Jusidman, quien coordinó los trabajos de los grupos técnicos, y Olga Pellicer, representante de México ante la Comisión de Naciones Unidas sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer.
 
ACUERDOS
 
Ya en Beijing y tras casi dos semanas de debates, se reconoció el grave problema de la feminización de la pobreza y se propusieron medidas para revertir esta tendencia. También se dio importancia a la capacitación de las mujeres para que tengan más y mejores puestos de trabajo.
 
Se reconoció que el trabajo doméstico tiene un valor social y económico, y al igual que en El Cairo –un año antes– el aborto fue considerado como un problema de salud pública, y se indicó que cada país debía tomar su decisión al respecto.
 
La Plataforma de Acción aprobada abarca 12 esferas de especial preocupación: pobreza; educación y capacitación; salud; violencia contra las mujeres; conflictos armados; economía; ejercicio del poder y toma de decisiones; mecanismos institucionales para el adelanto de las mujeres; Derechos Humanos; medios de difusión; medio ambiente; y las niñas.
 
Para cada esfera se identificaron objetivos estratégicos, además de una serie de medidas que los gobiernos y otras partes interesadas debían llevar a cabo a nivel nacional, regional e internacional.
 
A 20 años de distancia –según organismos internaciones como el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, perteneciente a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)–, el acuerdo internacional se ha traducido en avances legislativos, creación de instituciones y etiquetación de presupuesto a favor de la población femenina.
 
No obstante, el panorama para las mujeres aún es adverso. Para las mexicanas, la Razón de Muerte Materna apenas se redujo en siete fallecimientos de mujeres, ya que mientras en 1990 se registraban 50 decesos, para 2015 hubo 43 muertes de mujeres por cada 100 mil nacidos vivos, además de que siguen sin acceder a servicios médicos de calidad.
 
A lo anterior se suma –según información de la Cepal– que las mujeres dedican 76.3 horas a trabajar, en comparación con las 58.4 horas de los varones. 
 
Estos rezagos en materia de igualdad, así como la criminalización de las mujeres por abortar, la violencia contra las periodistas, y la falta de leyes en telecomunicación con perspectiva de género, serán parte del replanteamiento de la Plataforma de Acción de Beijing que se abordará del 8 al 20 marzo próximo, en la sede de la ONU en Nueva York.
 
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