Los países con más inequidad de género en las áreas de educación, salud y participación económica y política tienen niveles más altos de hambre que las naciones donde hombres y mujeres tienen un acceso más equitativo a estos ámbitos.
Así lo indica el informe sobre el Índice Global de Hambre (IGH) publicado este mes por el Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias (Ifpri, por sus siglas en inglés), especializado en buscar y promover estrategias para reducir el hambre y la pobreza en el mundo con apoyo de las organizaciones humanitarias Welthungerhilfe, de Alemania, y Concern Worldwide, de Irlanda.
El informe constata que la actual crisis de los precios de los alimentos y la recesión económica han empeorado la situación alimentaria de la población pobre. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (Fao, por sus siglas en inglés), el número de personas desnutridas en los países en vías de desarrollo aumentó de 848 millones a mil 20 millones entre 2003 y 2009.
Esto afecta de manera especial a las mujeres, ya que ellas muchas veces desisten de comer para dar preferencia a otros miembros de la familia. Un estudio realizado por Welthungerhilfe en India, un país extremamente afectado por la desnutrición, indica que, tradicionalmente, en ese país las mujeres comen cuando el resto de la familia ha terminado, de forma que les queda poco o nada para alimentarse.
La falta de educación también puede ser causa de malnutrición. En India, las mujeres sólo aumentan unos cinco kilos de peso durante el embarazo, mientras que el promedio mundial es de diez kilos. Este fenómeno se debe, entre otros factores, a la creencia tradicional de que si la mujer come demasiado durante el embarazo el hijo será muy grande y pesado, lo que dificulta el parto.
Esto puede tener consecuencias fatales no sólo para la madre, sino también para su bebé, ya que nacerá desnutrido, lo que pone en gran peligro su salud y puede tener graves e irreversibles efectos para su futuro desarrollo físico y cognitivo.
El reporte indica que la equidad de género no es solamente «socialmente deseable» sino «imprescindible para la lucha contra el hambre». Así, un estudio realizado por el Ifpri en 39 países de Asia, África Subsahariana, América Latina y el Caribe demuestra que el estatus de la mujer –definido como la influencia de la mujer en comparación con la del hombre en asuntos del hogar y de la comunidad– tiene un impacto significativo sobre la nutrición de las hijas y los hijos: donde las mujeres tienen un estatus similar al de los hombres, tanto ellas como sus hijas e hijos se alimentan mejor.
En los lugares donde las mujeres terminan la primaria, la tasa de la población que vive bajo el límite de indigencia se redujo: 33.7 por ciento en Egipto y 23.2 por ciento en Mozambique, afirma otro estudio del Ifpri, llevado a cabo en esos países. Según el Índice Global de Disparidad entre Géneros, que mide el nivel de inequidad entre hombres y mujeres, donde las mujeres tienen un índice de educación más bajo, el hambre es mayor.
El informe enfatiza la importancia de promover la equidad de género para alcanzar el primer Objetivo de Desarrollo de Milenio (ODM): reducir la pobreza extrema y el hambre en el mundo. Para ello, recomiendan que el Estado subvencione los costos que implica mandar a una niña a la escuela y construir más escuelas rurales con transportes gratuitos.
Finalmente, el Ifpri señala que una forma de aumentar la participación económica de las mujeres, con resultados muy positivos en Bangladesh, son los sistemas de microcréditos especiales para mujeres, elaborados por varias ONG, que se han impulsado en varios países en vías de desarrollo.
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