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Abuelas de la Plaza de Mayo, una lucha contra el olvido

Por Alejandra Landón

En la dictadura militar que se estableció en Argentina de 1976 a 1983, hubo genocidio: asesinaron por razones políticas a 30 mil personas, y sistematizaron una forma inédita de represión a través de la «desaparición forzada de personas».

Esta práctica, en el caso argentino, incluyó también el secuestro de niñas y niños junto con sus padres, así como el secuestro de mujeres embarazadas, cuyos bebés nacieron en cautiverio, recuerda la revista Web de las Abuelas de la Plaza de Mayo.

Las madres de las y los jóvenes secuestrados se preguntaban cuál era el paradero de sus hijos. Preocupadas, empezaron a reunir fuerzas y a exigir por las vidas de sus hijas e hijos. Se convirtieron en una fuerza colectiva para encontrarlos.

Nacieron así las Madres de la Plaza de Mayo, que el pasado 30 de abril cumplieron 3 décadas de haberse reunido por primera vez y en agosto rememoran su formal constitución. A lo largo del año están realizando actos para conmemorar una vida venciendo a la muerte.

Pero las madres envejecieron y se fundó también la asociación Abuelas de la Plaza de Mayo, que hoy todavía sigue buscando a las nietas y nietos secuestrados con sus madres y a otras y otros que nacieron en centros clandestinos de detención y fueron criados por otras familias (casi siempre afines a la dictadura), vendidos o abandonados.

A la fecha, las Abuelas han recobrado a 88 de ellos, según información de su revista.

Radio Añil, programa de la mexicana Radio Ciudadana, entrevistó a dos de esas Abuelas, el jueves pasado: Mirtha Acuña y Bucarita Roa.

Mirtha Acuña narró cómo su hija Ana María, que estaba embarazada, fue secuestrada junto a su esposo Julio César la noche del 27 de agosto de 1976. Inmediatamente Mirtha denunció el secuestro ante la Comisaría, donde esperó inútilmente.

La integrante de las Abuelas relata como poco a poco se fueron uniendo familiares de cientos de desaparecidos, quienes buscaban ayuda en todas partes, con mucha gente, incluso solicitaron ayuda de políticos, pero todo fue en vano.

Un grupo de 14 mujeres decidió reunirse en la Plaza de Mayo para pedir ayuda. Inmediatamente, fueron reprimidas con armas por parte de los militares, quienes las sacaron de la plaza.

La solidaridad fue creciendo, mientras las madres de los desaparecidos se agruparon con organismos defensores de los derechos humanos y con otros movimientos, quienes osaron desafiar la dictadura en octubre de 1977, recuerda Mirtha.

Conjuntamente trataron de entregar un pliego petitorio al Congreso el 14 de octubre de 1977, donde se pedirían cuentas al gobierno sobre el paradero de sus familiares. Pero nuevamente fueron reprimidos y cerca de 300 personas fueron detenidas en este intento de justicia.

En diciembre de 1977, las madres de los desaparecidos se dispersaron por todas las iglesias, buscando la ayuda religiosa, y trataron de colocar listas de los nombres de los desaparecidos. Pero en algunas iglesias se encontraron con la negativa de los sacerdotes, quienes no las apoyaron. Mirtha los designa como «cómplices de los militares».

Después de 31 años de la desaparición de sus familiares, Mirtha se conmueve y habla acerca del maltrato que sufrieron los desaparecidos, quienes fueron torturados, humillados, martirizados y atormentados física y psicológicamente.

Bucarita es una mujer chilena también integrante de las Abuelas, quien narra su experiencia respecto a la desaparición de su hijo, su nuera y su nieta.

Su hijo Pepito, José Liborio Poblete, era un joven lleno de ideales y trabajaba por su comunidad. Cuando cumplió 16 años, tuvo un accidente y perdió sus piernas, pero siguió con el ánimo de siempre. Ese ánimo de superarse y ayudar a los demás lo llevó a emigrar a Argentina, donde conoció a su novia.

Pepito formó el grupo «Lisiados para la liberación», que propuso una ley que permitiera que personas con discapacidades físicas tuvieran acceso al trabajo. Esa ley que sigue vigente, comenta Buscarita.

En 1978 detuvieron a sus tres familiares quienes fueron trasladados al «Olimpo», un centro clandestino de detención, donde lo torturaron de una forma «brutal» por el simple hecho de ser lisiado, afirma.

El año pasado, Bucarita emprendió un juicio en contra del torturador de su hijo. 22 años de prisión fue el castigo que se impuso a esta persona, quien tiene muchos juicios más por torturar a otras personas.

Este es el motivo por la que Buscarita se unió a Abuelas de la Plaza de Mayo, donde su luche echó raíces, ya que en el 2000 logró encontrar a su nieta Laura Victoria, quien fue criada por un coronel a lo largo de 22 años.

«Trabajamos por nuestros niños y por los niños de futuras generaciones, para preservar su identidad, sus raíces y su historia, pilares fundamentales de toda identidad», expresan las Abuelas en su página Web.

07/AL/GG

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