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Acoso sexual: los límites de la impotencia

Por la Redacción

Hace días que le cuesta trabajo sonreír, levantarse en las mañanas, concentrarse en el trabajo o, simplemente, vivir. Apenas duró unos minutos y, aun así, no puede librarse del escalofrío en la piel, las imágenes en su memoria, las lágrimas que vuelven a sus ojos.

«Sentí miedo, asco, pero, sobre todo, mucha impotencia. Estábamos él y yo solos en aquella habitación, sin un testigo. El con todo su prestigio y poder, y yo, una mujer, que iba a pedir ayuda», cuenta una profesional cubana de 41 años que buscaba financiamiento para una iniciativa cultural.

El funcionario, que con anterioridad le había brindado su ayuda, se convirtió de pronto en acosador. «Me vino arriba, trató de besarme y sólo atiné a darle un empujón e irme», relata.

Casi dos décadas antes, su madre había vivido también una experiencia de acoso sexual en el ámbito laboral. Un proyecto que dirigía desapareció de la noche a la mañana y sin razón aparente. Todo porque ella se negó a tener relaciones sexuales con quien era su jefe directo, asegura el servicio informativo SEM.

«Entonces no hice ni dije nada, pero cuando supe lo que le pasó a mi hija no pude quedarme callada. Las cosas tienen un límite», asegura la madre, quien solicitó el anonimato.

Tras varias cartas, la familia supo que el funcionario en cuestión fue «debidamente advertido para que situaciones como esa no se repitan»; sin embargo, conservó su puesto y también su prestigio. Ellas no lo llevaron a los tribunales; ni siquiera sabían que podían hacerlo.

Historias como éstas se repiten a diario en Cuba, y las mujeres, cualquiera que sea su edad, suelen soportar en silencio, confundir o ignorar el acoso sexual de que son víctimas en sus centros de trabajo, en las escuelas o en cualquier esquina o espacio del ámbito público.

«El acoso sexual es, por encima de todo, una manifestación de las relaciones de poder» y «las mujeres están mucho más expuestas» que los hombres, afirma Karelín López, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, en uno de los pocos trabajos publicados sobre este tema en la isla.

El riesgo no sólo aparece cuando las mujeres están en una posición de vulnerabilidad. «También corren peligro cuando se les percibe como competidoras por el poder», asegura López en el estudio A medio camino entre el piropo y la violación: acoso sexual desde una perspectiva de género.

El artículo 303 del Código Penal cubano, modificado en 1997, establece que «se sanciona con privación de libertad de tres meses a un año o multas de cien a tres cuotas a quien acose a otros con requerimientos sexuales». Así y todo, «los mecanismos legales existentes son insuficientes», afirma la especialista.

05/DA/YT

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