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Acto de congruencia

Por Cecilia Lavalle*

Disiento, dijo, y renunció. Aunque eso representara ponerse en el lado incómodo de la banqueta, aunque eso significara nadar contracorriente. Y en un país en que el cinismo es la norma de la clase política, un acto de congruencia es digno de admiración.

Javier Corral renunció la semana pasada al Comité Ejecutivo Nacional de su partido, Acción Nacional. Y renunció porque disiente, no sólo en la manera en que se conducen los destinos del partido político al que pertenece hace más de 26 años, sino en la manera en que se conduce el gobierno del presidente de la República en ciertos temas.

Abogado de profesión y periodista por pasión, su vida laboral ha estado marcada por su afán por democratizar los medios de comunicación.

Por ese ideal ha luchado desde años, lo mismo como estudiante que como docente que como diputado local o federal que como senador que como militante del PAN o como presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), organización que el mismo contribuyó a fundar.

No es pues, para el licenciado Corral, ni una moda, ni una estrategia electoral, ni una pose política; es un ideal, y, en ese sentido, suele representar todo menos comodidad, tranquilidad y buena fama, las feministas lo sabemos bien.

Su lucha le ha enfrentado con tirios y troyanos. Porque en México la clase política –salvo honrosísimas excepciones– evita ofender a los poderosos medios de comunicación masiva con el pétalo de una insinuación de la necesidad de reformar la ley, a no ser, por supuesto, que esas reformas amplíen sus ganancias y su poder.

Recordemos que en 2006, cuando se cocinaban en el Congreso las reformas a la Ley de Radio y Televisión, el entonces senador Corral fue uno de los más tenaces opositores por considerar que se favorecía a los grandes monopolios televisivos. La percepción era generalizada, tanto que popularmente se le llamaba Ley Televisa.

La Ley fue aprobada por la Cámara de Diputados en siete minutos, por unanimidad y sin lectura previa. También fue aprobada por la Cámara de Senadores, sin cambiarle una coma. Entonces, Corral y otros senadores iniciaron una controversia constitucional que, al final, echó por tierra las reformas.

En ese tiempo asistí a una conferencia en la que dijo muchas verdades. Conservé esas notas, porque me parecieron una especie de declaración de principios inusuales en un político. Recuerdo que pensé que sus palabras representaban una vara pública muy alta, con la que algún día le mediríamos. Llegó el día.

En aquella ocasión dijo que «hay personas que se someten a lo que está por debajo de la razón y por encima de la dignidad»; afirmó que «cuando todos se ponen de acuerdo sin discutir, hay que sospechar, porque alguien no está pensando mucho»; y sostuvo que «hay muy pocos momentos en la vida en que se presenta la oportunidad de demostrar de qué estás hecho, porque debes tomar decisiones que marcan la biografía personal».
La carta de renuncia que dirigió al Comité Ejecutivo Nacional del PAN no tiene desperdicio. Es un texto valiente y representa un acto de congruencia (íntegra se encuentra en amedi.org.mx).

Declara que uno de las razones que le llevaron a renunciar es que, «Sin debate alguno se autorizó explorar la posibilidad de una alianza total con la profesora Elba Esther Gordillo para las elecciones 2009. Cuarenta a favor, uno en contra fue la votación… No me molesta perder votaciones, me preocupa el silencio que puede convertirse en complicidad».

Pero el motivo principal «es la incompatibilidad absoluta que ahora veo entre las acciones y decisiones que toma el Gobierno y la dirigencia del Partido, con la causa fundamental en que muchos mexicanos nos hemos empeñado a lo largo de la última década: el combate a los monopolios y la lucha por la democratización de los medios de comunicación».

Acusa al Gobierno y al Partido de haberse sometido al poder de las televisoras y ello explica «la forma, pero sobre todo el fondo, de la remoción del senador Santiago Creel como coordinador de los senadores del PAN… Me pareció, sino staliniano, cuando menos grotesca la defenestración de Creel, como sacrificio humano para agradar a los dioses, no del Olimpo, sino de los medios».

Cuando parece que el país se desmorona dominado por una clase política pragmática, cínica, que sólo privilegia sus intereses personales, me alegra saber que hay políticos que tienen el valor de ser congruentes con sus ideales y su filosofía de vida. No todo está perdido, pues.

[email protected]

* Periodista y feminista mexicana en Cancún Quintana Roo, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.

08/CL/GG/CV

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