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Alimentando el sueño

Por Cecilia Lavalle

Me dijeron idealista. Me dijeron soñadora. Me dijeron pobre optimista. Mis letras de la semana pasada con la lista de mis Deseos de año nuevo para México fue la causante. Aunque a veces me lo dijeron de manera amable. Otras en un tierno tono compasivo. Otras más como quien se dirige a quien de plano es una idiota sin remedio. Yo, como buena optimista aguanté. Y en eso llegaron los refuerzos.

Comencé a recibir cartas de lectores y lectoras diciéndome cuáles eran sus deseos para este país nuestro. Con el ánimo de echarles montón a los «realistas» y de paso alimentar el sueño y acercar la utopía, comparto con ustedes fragmentos de algunos de los deseos que me hicieron llegar.

José escribe: Deseo un México donde se respete al indio, al pobre, a la mujer, al niño, al anciano, al ser con capacidades diferentes. Deseo un México donde no exista ningún estado, barrio, calle, colonia, municipio, ciudad, comunidad, pueblo, institución en manos de un Estado paralelo: la delincuencia organizada.

Deseo un México donde la política sea un verdadero diálogo de ideas, llena de principios, de contenido y un encuentro entre verdaderos hombres y mujeres que busquen reconfigurar, reconstruir a ese México que se nos está yendo de las manos. Quiero a un México que no esté en manos del cinismo, la corrupción, la burla, la frivolidad, la mediocridad, mentes liliputienses.

Deseo un México sin Mesías mediáticos que toman a veces un vocabulario revolucionario, pero que no es más que armazón y pellejo; detrás de tal fachada no hay siquiera ni la intención revolucionaria. Un México donde vivir no sea una tragedia, donde todos y todas tengan un futuro prometedor, satisfagan su deseo y encuentren verdaderas razones para existir. Un México revolucionario no contestatario, un México que sepa cantar, bailar, reír, trabajar pero también pensar.

Eloisa escribe: Yo deseo un México donde pueda caminar tranquila en la calle sin miedo a que me violen. Y deseo también un México en el que mi palabra valga tanto como la de un hombre, un México en el que no quiera ser hombre para tener ventajas que ellos tienen. Deseo un México donde ellos también limpien y cocinen y eduquen a sus hijos.

Mariana escribe: A mí me gustaría un México en el que pueda encontrar trabajo cuando salga de la universidad, a veces siento que no vale la pena esforzarme porque es casi seguro que no voy a encontrar trabajo de lo que estudio. Quiero un México que le de empleo a los jóvenes.

Joel escribe: Mis deseos son un México en el que uno pueda vivir honradamente de lo que gana. No es que uno quiera ser rico, pero el dinero no alcanza para mantener a la familia. Quiero un México en el que los políticos que roban el dinero se vayan a la cárcel y que lo que se robaron se reparta entre los pobres.

Martín escribe: Deseo un México que respete a los ancianos, porque no hay respeto con pensiones de hambre que debemos cobrar haciendo cola por muchas horas.

Elena escribe: Quiero un México donde mi hija pueda ir a la escuela en su silla de ruedas, donde ella pueda ir al súper, al banco, a pagar el teléfono o la luz y haya accesos y espacios para atenderla. Algún día no estaré para ayudarla…

Mario escribe: Yo deseo un México en el que a nadie le importe mi preferencia sexual. Que yo valga por lo que sé hacer, por mis sentimientos, mi inteligencia y mi capacidad, y no por lo que la sociedad considera como «normal».

Renata escribe: Deseo un México donde no haya tanto cinismo. Son cínicos en el IMSS, te descuentan por años un dinero de tu sueldo y luego salen tan campantes a decirte que se lo gastaron y que por eso hay que cambiar el régimen de pensiones, y además cuando los necesitas te tratan con la punta del pie.

Puñados de deseos. Manojos de sueños. ¿Por qué a algunos les suena a imposible? ¿Es tanto y tan bueno lo que deseamos para nuestro país que suena a locura? ¿Estamos condenados a padecer sin remedio lo mucho que se puede padecer en México? ¿No hay remedio?

¿Y si sumamos nuestros sueños y multiplicamos nuestros esfuerzos no haremos, algún día, alguna diferencia? Tal vez los «realistas» dirían que no. Yo, al menos en este 2005, sigo formándome en la otra fila, aunque me llamen idealista, soñadora y pobre optimista.

Apreciaría sus comentarios: [email protected] Articulista y periodista de Quintana Roo.

2005/CL/SJ

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