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AMLO da miedo

Por Marta Guerrero González

Andrés Manuel López Obrador es incapaz de ver más allá de su proyecto personal. Por eso piensa que todo cuanto ocurre en el país interviene para bien o para mal con su ambición política.

Pero el tabasqueño se ha pasado de la raya en varias ocasiones y hemos aguantado sus diatribas en consecuencia de una alternancia que verifique la rendición de cuentas y sobre todo, mantenga la expectativa de triunfo, para alertar al gobierno a realizar mejores acciones y un desempeño ejemplar.

El puntaje de aceptación de López Obrador debe ser un reto para el gobierno. En la media que se descalifique, menos presión habrá dentro de los Pinos. Pero dicha competencia debe darse de cara a la nación.

No se puede gobernar un país bajo deliberada omisión, es decir como si en el Distrito Federal hubiera un hueco y la República fuese un territorio alrededor de la isla capitalina. Sin embargo, eso es precisamente lo que sucede. En aras de acabar con el presidencialismo se ha rehuido el entendimiento y la fortaleza de la cooperación.

En tanto, abandonado a su suerte, el jefe capitalino, escucha voces y se siente rodeado por enemigos cuya única tarea es tumbarlo, por usar su lenguaje.

Por fuerza, esa persona acosada, hostigada, criticada y atacada debe ponerse a la defensiva constantemente; a eso se dedica todas las madrugadas Andrés Manuel.

Andrés ha perdido toda proporción en cuanto a su situación política y en cuanto al referente social. Ni siquiera él puede creerse que todo mundo lo ataca, ni que todos se confabulan para desmerecer su actuación como gobernante. El señor gobierna para todos, sabe lo que sucede en su reino o debería saberlo.

La Marcha fue una acción legítima y sus declaraciones nos enseñan el estado de salud del jefe de todas las policías de la ciudad.

Nos queda claro la inmediata respuesta defensiva, la falta de compromiso social, la ceguera y los engaños tanto en estadísticas como en resultados.

Estos días se ha exhibido como nunca, la falta de concordancia dentro de lo que debiera ser un equipo con definiciones y metas establecidas. Nos queda claro que a López Obrador le está pasando lo mismo que a su presidente; se está quedando solo.

De pronto su gabinete no sabe que se espera de ellos, no lo oyen ni lo ven. Por eso lo desmienten, por eso contradicen su dicho. Vieron la Marcha, escucharon las voces y aprobaron el clamor de la ciudadanía, sin importar que su jefe opinara distinto.

El que antes tomara los pozos petroleros para ser escuchado, ha declarado su desprecio por las clases medias, por posturas de derecha y por una sociedad que a su juicio no merece su atención. Ahora sí, su nivel de aceptación bajó en caída libre. Perdió la mitad de las preferencias electorales y sobre todo, el potencial económico disponible en la capital. Son muchos los decepcionados.

En todo el país no se habla de otra cosa, más que de la metida de pata del «peje». No tiene nada de risible, sin embargo.

Nos alerta sobre un comportamiento autoritario, de nulo perfil de estadista, y de la grave personalidad dictatorial de quien hace un año, era el presidenciable más cotizado en el mercado político del país. Ahora mucha gente le tiene miedo. Eso es lo peor que le puede pasar a un candidato.

*Periodista y escritora mexicana

2004/BJ/SM

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