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Anita Hernández Lucas

Por Erika Cervantes Pérez*

Para la mayoría de las nuevas generaciones el oficio de tortillera no es relevante, pero para Anita Hernández Lucas fue parte de su quehacer político-sindical al ser líder de 600 mujeres dedicadas a esa labor en Guadalajara, Jalisco.

Anita nace en la Ciudad de México en 1916. Su madre y su padre participaron en la Revolución Mexicana. Su padre muere en combate y al término de la lucha armada su madre recibe una pensión de manos del gobierno de Álvaro obregón. Luego decide mudarse con sus hijas e hijos a Guadalajara.

En la capital tapatía, su madre (cuyo nombre no quedó registrado por la historia) se emplea como tortillera y Anita aprende de ella el oficio.

Sus hermanas y hermanos mueren a causa de la pobreza. Anita se acostumbra a recorrer al lado de su madre los molinos de nixtamal para pedir empleo, cuyas jornadas se realizan en las más precarias condiciones de 3:30 de la madrugada a 6 de la tarde, sin horarios para comer o descansar.

Las duras condiciones de trabajo llevan a Anita y su madre a las reuniones de los sindicatos para pelear por sus derechos. Ahí conocen a María Díaz Hernández y a Guadalupe Heliodoro Martínez, dirigentes sindicales magisteriales.

A fines de los años 20 y principios de los 30, Anita y su madre se involucran en el movimiento obrero y se suman a las reuniones del Círculo Feminista de Occidente, donde las trabajadoras aprendieron que tenían los mismos derechos que los varones. Las tortilleras demandaron ocho horas de trabajo, un día de descanso y vacaciones.

Al carecer de preparación académica, Anita tuvo el apoyo de María Díaz y Guadalupe Martínez para elaborar sus demandas y el pliego petitorio para los patrones de la industria de los molinos de nixtamal.

Las profesoras le aconsejaron que las demandas no eran negociables y que no debía perder los derechos de las trabajadoras.

En 1936 la madre de Anita es electa secretaria general de las trabajadoras tortilleras, pero declina y propone a la asamblea que se elija a Anita, quien se queda en el cargo.

Como secretaria general, Anita lucha por mejorar las condiciones de las y los trabajadores de los molinos y se suma a las movilizaciones de las y los trabajadores lecheros que habían mostrado solidaridad con su gremio.

Ambos sindicatos en Guadalajara solicitaron un precio especial para las familias pobres en la compra de leche y tortillas, demanda que no prosperó.

Anita también fue nombrada supervisora del trabajo y síndica, y como parte de sus tareas estaba recorrer las empresas y supervisar que se respetaran los derechos de las y los trabajadores, además de asistir a las reuniones sindicales y al Círculo Feminista de Occidente.

La fecha de la muerte de Anita no está registrada, pero su trabajo y ejemplo nos heredan la defensa de los derechos de las trabajadoras y la construcción de la participación política de las mexicanas.

*Periodista y fotógrafa feminista independiente, integrante de la Red Nacional de Periodistas.

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