Inicio Ante el VIH/SIDA, mujeres deben asumir una ciudadanía sexual

Ante el VIH/SIDA, mujeres deben asumir una ciudadanía sexual

Las mujeres mexicanas están expuestas a una mayor vulnerabilidad frente al VIH/SIDA, pues dentro de sus hogares no alcanzan a percibir el riesgo al que están expuestas: sus cuerpos son del espíritu santo, de la ley y de sus maridos.

Así percibe el periodista Arturo Díaz Betancourt la situación de las mujeres ante al VIH/SIDA, ante lo cual no hay más que asumir los retos puntuales: educación sexual científica y laica, una ley general de VIH/SIDA y un sistema de información.

Especialista en el tema, sostiene que se hace necesaria la educación sexual, pero no fundamentada en valores y creencias «eso que lo haga la iglesia». La educación sexual debe estar basada en valores civiles y científicos, en el laicismo y en la evidencia científica, algo de lo que México carece.

Integrante del comité institucional de Letra S –Salud, sexualidad, SIDA– suplemento del diario La Jornada, Díaz Betancourt habla de la urgencia de resolver un segundo reto: tener una ley general de VIH/SIDA, donde se vea a ésta no sólo como una enfermedad que debe ser resuelta desde el área clínica o médica, aunque no descartó la posibilidad de que la Secretaría de Salud deba tener un programa de compensación para las personas que viven con VIH, como las mujeres y sus hijas e hijos.

La nueva ley debe transversalizar las acciones de otras secretarías o instituciones gubernamentales, como las de Educación y la del Trabajo y Previsión Social, entre otras, que busque garantizar el acceso a estos ámbitos y el respeto a los derechos humanos.

A unos meses de la realización del Congreso Internacional de SIDA, en agosto próximo, el también integrante del Comité Técnico de Observación y Vigilancia Ciudadana del VIH/SIDA (Mexsida), afirma que esta ley general podría ser una realidad en septiembre de este mismo año, ahora está en la «voluntad política» de las y los legisladores federales.

El otro gran reto –dice el periodista– es contar con un sistema de información, así y sólo así tendremos las cifras verdaderas.

En la actualidad México gasta alrededor 4 mil 500 millones de pesos en tratamientos anti-retrovirales, casi el doble que el año pasado «y dicen» –sostiene refiriéndose a las instituciones de salud– que cada año hay cuatro mil nuevos casos en el país. Sin embargo, plantea que sin un sistema de información, lo real es que «desconocemos el tamaño de la epidemia».

Para Díaz Betancourt, quien asistió como ponente al Taller sobre Medios de Comunicación y VIH/SIDA convocado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, además de los retos que el Estado debe impulsar, cada persona tiene uno propio: tenemos que tomar en nuestras manos nuestro propio cuerpo.

«Nuestras decisiones en sexualidad y placer no son del Estado ni de la Iglesia ni de los empresarios ricos que quieren definir las políticas en educación sexual, cada persona debe apropiarse de su cuerpo, se llama ciudadanía sexual, es decir, nuestro cuerpo tiene derechos, tenemos derechos ciudadanos con nuestro cuerpo», puntualiza.

MUJERES Y SOCIEDAD MACHISTA

Aparte de la vulnerabilidad biológica que expone a las mujeres frente al VIH/SIDA, la mexicana es una sociedad machista que impide la percepción de riesgo de una mujer dentro de su casa o trabajando en su casa.

Por ejemplo, las estadísticas del Consejo Estatal para la Prevención y Control del VIH/SIDA (Coesida) señalan que tres mil 827 son los casos acumulados desde 1986 en Oaxaca, tres mil 24 corresponden a varones y 803 son mujeres. De estas, 526 son amas de casa, que no percibieron el riesgo como apunta el especialista. En suma, la proporción de casos en la entidad es aún mayor que la del nivel nacional, por cada 3 hombres infectados existe una mujer.

Arturo Díaz Betancourt explica que el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) se concentra fundamentalmente en sangre y semen. En México la prevalencia de infección es por vía sexual y quien le va a transmitir el VIH a una mujer es un hombre, no hay vuelta de hoja.

Por eso, un hombre que diga que fue una trabajadora sexual «quien le pegó el virus» es un asunto que puede provocar mucha risa, porque el virus está concentrado en el esperma. Esa, sostiene, sería la primera inequidad y vulnerabilidad para las mujeres que no perciben el riesgo en que están.

Una segunda vulnerabilidad es que no pueden negociar con el hombre el uso del condón, porque entonces se les estigmatiza y se les califica.

Hay una tercera vulnerabilidad, que tiene que ver con la capacidad financiera. Si son pobres tienen mucho menos posibilidades para negociar y, por otro lado, carecen de información adecuada sobre el VIH/SIDA, la salud sexual y salud reproductiva.

Y, finalmente, la cuarta vulnerabilidad que no tiene que ver con el orden o valor que tiene –explica el entrevistado– es la violencia, porque si ellas no ceden a la relación sexual ante la posibilidad de riesgo, lo que obtienen son golpes «del compañero». Lo cierto es que la vulnerabilidad hace que sean las mujeres las que pierdan frente el VIH/SIDA.

Como muchos hombres, la generalidad es que las mujeres no son dueñas de su cuerpo, «porque su cuerpo es del espíritu santo, de la ley y de sus maridos, eso es terrible». Como es un virus silencioso, las mujeres se dan cuenta que tienen VIH cuando ya hay estragos y pocas posibilidades de regreso.

Por ello, Díaz Betancourt sostiene que el programa nacional para mujeres embarazadas es fundamental, ellas pueden de esa manera hacerse la prueba, aunque tendrían que ser todas las mujeres en edad fértil las que deberían tener acceso a la prueba cuando ellas quieran saber de su condición, por lo que siempre debería haber disponibilidad del reactivo, lo que no siempre ocurre.

VIOLENCIA CONTRA MUJERES

Gabriela Velásquez Rosas, directora del Coesida, afirma que poco se habla de la violencia que sufren las mujeres en la negociación del uso del condón con su pareja, prevenir o buscar consejería, decidirse a aplicarse la prueba de detección de anticuerpos del VIH, revelar su estado serológico a su pareja o seguir el programa médico prescrito para su atención.

En su artículo Violencia en la Mujer y VIH, publicado a propósito del Día Internacional de la Mujer, propone poner en discusión de los actores sociales las implicaciones de la violencia y la transmisión del VIH en la vida de grupos de mujeres, principalmente de las que están empezando a experimentar su sexualidad, las que viven ya una relación «estable» y de las trabajadoras del sexo comercial.

De acuerdo con Velásquez de la Rosa, la proporción de mujeres-hombres con VIH/SIDA ha cambiado. En 1985 era de una mujer por cada 30 hombres, hoy es de una mujer por cada cuatro.

Aunque hay avances en las mujeres en educación, generación de ingresos y el disfrute de la igualdad, millones de mujeres aún están lejos de alcanzar esa condición «y esas mujeres son las más vulnerables a la infección por el VIH, causante del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA)».

Más adelante, la titular de Coesida sostiene que la principal práctica de riesgo para una mujer es tener relaciones sexuales con su esposo o pareja estable, debido a que en la mayoría de los casos la mujer no puede confirmar la fidelidad del hombre y también le es casi imposible abstenerse de tener una relación sexual con su pareja o negociar el uso del condón.

El doctor Peter Piot, director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas en VIH/SIDA (ONUSIDA), menciona que «Es simplista pensar que el problema se reduce en unos transmisores malvados y unas víctimas inocentes. En el juego del SIDA no hay ganadores ni perdedores. Debe ayudarse a los hombres a entender que protegiendo a los demás se están protegiendo a sí mismos».

Con esto último podemos afirmar que el hogar es el sitio más inseguro para muchas mujeres y para que la respuesta al VIH-SIDA sea efectiva, debemos abordar las dimensiones sociales, económicas y culturales del problema, lo que incluye ampliar el acceso de las mujeres a los recursos económicos y el respeto a la autonomía e integridad física de las mujeres, puntualiza la doctora Gabriela Velásquez Rosas.

08/SJ/GG/CV

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