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Aquí no termina la lucha de las mujeres de Atenco

Por Anayeli García Martínez

Después de la represión del 3 y 4 de mayo de 2006, en Texcoco y San Salvador Atenco, la participación de las mujeres fue fundamental para mantener viva la lucha social de este movimiento.

La historia de Atenco, y de las mujeres con machete en mano, se remonta al año 2001, cuando por decreto presidencial, se expropiaron más de mil hectáreas de Texcoco y San Salvador Atenco, con el fin de construir un nuevo aeropuerto.

Los ejidatarios comenzaron una resistencia civil organizada en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). En 2006 la problemática se agudizó.

El 3 y 4 de mayo de ese año, la policía estatal y federal sitió el municipio, con el pretexto de impedir que unos floricultores vendieran sus productos, lo cual, provocó enfrentamientos que dejaron 211 detenidos, 47 eran mujeres.

Los «operativos» fueron cruciales, no sólo para las residentes de Atenco, quienes hasta ese momento se dedicaban a atender la casa y la parcela, también para las mujeres que ese día se encontraban en el lugar, algunas de ellas extranjeras.

Todas se convirtieron en parte activa de las protestas, marchas, foros y exhortos para exigir justicia, unas en apoyo a sus esposos y líderes, otras, en contra del ultraje que vivieron.

Rápidamente, trascendió fronteras el hecho de que 26 de las mujeres detenidas fueron violadas sexualmente por policías. De ellas, sólo13 denunciaron y ante la falta de justicia, dos desistieron.

Por tres años, la investigación estuvo a cargo de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas, pero en julio de 2009 la cerró, y declinó su competencia, a favor de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México.

Desde entonces no hay avances, es así que 11 mujeres continúan la resistencia, ahora ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Las mujeres campesinas tomaron la dirigencia de la organización luego de las sentencias de marzo de 2009 y septiembre de 2007 por los delitos de secuestro equiparado y ataques a las vías de comunicación, que se dictaron contra 12 hombres, entre ellos, tres líderes del FPDT: Ignacio del Valle, Héctor Galindo y Felipe Álvarez Hernández.

Entonces, se volvió común ver a Trinidad Ramírez, mejor conocida como «Trini», caminar con un pañuelo rojo en el cuello, el brazo en alto, y machete en mano, para exigir la libertad de los presos y la de su esposo, Ignacio del Valle.

Desde la represión de Atenco, se desintegró su familia. Sus tres hijos, Ulises, César y América, también son víctimas de la criminalización de la protesta social. César estuvo preso dos años y medio, aunque quedó libre el 8 de marzo de 2008. América aún enfrenta dos órdenes de aprehensión por «secuestro equiparado».

El 30 de junio, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) consideró que los 12 presos de Atenco no tuvieron un debido proceso, y que los jueces y magistrados del estado de México, se basaron en pruebas ilegales, e insuficientes para condenarlos.

Determinó liberar a quienes enfrentaban penas que iban de 35 a 112 años de prisión. Y aunque Ignacio del Valle quedó absuelto, Trinidad aún no recupera a su familia, América del Valle -su hija- permanece resguardada, en espera de que se le conceda asilo político en Venezuela.

¡Que nos devuelvan a nuestros hijos!

A decir de los integrantes del FPDT, las mujeres asumieron por igual el liderazgo y las responsabilidades en la defensa de la tierra, fueron las madres y esposas de los presos quienes alzaron la voz para pedir la libertad y justicia.

Catalina González Rosas, esposa de Felipe Álvarez Hernández, preso en el penal de máxima seguridad del Altiplano, no estaba acostumbrada a las marchas, las mantas, las consignas y las reuniones. Todo lo aprendió cuando tuvo que «descuidar» su casa para estar «pendiente» de lo que sucedía con Felipe en la cárcel.

Hoy, dice, volveré a sentarme a la misma mesa con mi esposo, aunque él aún está triste porque «mi suegra murió antes de ver a su hijo libre».

Rosa Nelly Urrutia Castañeda, madre adoptiva de Héctor Galindo Gochicoa, quien fuera abogado del FPDT, no podía visitarlo en el penal en un inicio, porque no es su madre biológica.

Pese a ello, nunca lo abandonó, participó de forma activa en la campaña nacional e internacional Justicia y Libertad para Atenco, desde donde evidenció la injusta condena de su hijo, a 67 años y medio de prisión.

Maribel Ramos Rojas, madre de Julio César Espinosa Ramos, también se unió a la lucha. El encarcelamiento de su hijo, le cambió la vida en todos los sentidos; «económico, psicológico, moral y de salud», se quedó sola porque él es lo único que tiene.

También fueron encarcelados, Jorge Alberto y Román Ordóñez Romero, relata su madre, María de León Romero Morales, «a mis hijos los agarraron a cinco kilómetros de distancia de Atenco. No somos del Frente, pero nos unimos a ellos para pedir su libertad porque son inocentes».

Las mujeres se mantuvieron firmes durante cuatro años, un mes y 26 días, tiempo en el que sus familiares permanecieron «privados de su libertad».

Aunque obtuvieron un logro, han declarado que su lucha no termina aquí, que regresan a sus casas, pero están seguras de que falta la libertad de América del Valle, justicia para las 26 mujeres violadas sexualmente, y el castigo para los responsables de la represión.

10/AGM/LR/LGL

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