Inicio Artistas, mensajeros del espíritu de la humanidad: Ana Lara

Artistas, mensajeros del espíritu de la humanidad: Ana Lara

Por Guadalupe Sosa Ramón

«Escuchaba sonidos, los armaba en mi cabeza; no tenía miedo ante la hoja en blanco porque ya sabía lo que quería, lo había repasado, estudiado y armado en mi mente. Me pareció fascinante poder traducir los sonidos que escuchaba en mi cabeza en notas musicales».

Eso dice Ana Lara, una de las mejores y escasas compositoras mexicanas de música clásica, quien está convencida de que la o el artista es un mensajero de los dioses, como creían las culturas antiguas.

Algunas de sus obras son: «Ángeles de Fuego y Hielo», para orquesta; «Bhairay», para cuarteto de cuerda; «Aulos», para quinteto de vientos, «Requiem», para coro a capella; «Hacia la noche», para flauta,» Ícaro», para flauta; «Koaia», para cello y «Ocho Poemas Haiku», para guitarra.

Ana Lara estudió composición en el Conservatorio Nacional de Música, con Daniel Catán y Mario Lavista. También realizó estudios de composición en la Academia de Música de Varsovia y en 2004 obtuvo el grado de Maestra en Etnomusicología por la Universidad de Maryland, Estados Unidos.

Fue Compositora Residente de la Orquesta Sinfónica Nacional y miembro del consejo editorial de la revista Heterofonía. Es además coordinadora del ciclo de música contemporánea del Festival Internacional Cervantino y miembro del consejo consultivo del ConArte AC.

Su obra abarca desde la música para instrumentos solistas, de cámara, sinfónica y coral hasta música coreográfica y teatral. Se ha hecho acreedora a las becas Jóvenes Creadores. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores, por mencionar sólo algunos de sus logros.

DEL ROCK AL CLÁSICO

A un costado de Radio UNAM, en una pequeña cafetería, Ana relata en entrevista con Cimacnoticias que fue a los 20 años cuando ingresó formalmente a estudiar música. Entró al Conservatorio Nacional de Música de México a los 17 años, sin ninguna razón familiar, ya que en su familia la única música que se escuchaba era el rock, un gusto de sus hermanos mayores.

No me gustaba la música de mis hermanos, no me llamaba la atención para nada. Fue entonces, a los nueve años, cuando me encontré con un disco de música clásica y fue en ese momento que me quedé perpleja ante el nuevo mundo que se me mostraba. En mi familia no había antecedentes musicales, «era un mundo ajeno para mí».

A los 17 años sabía que la música clásica debía estar conmigo siempre, no sabía de qué forma, pero tenía muy claro que sería para toda mi vida. Y sabía que para estudiar música se requería muchísima disciplina y no estaba muy segura de tenerla. Por ello me di un año de prueba; si tenía disciplina y talento, me dedicaría a ella y, si no, estudiaría Antropología o Biología.

Ana se decidió por la composición porque para el manejo de otros instrumentos, como el piano, se necesitaba de repasar mucho tiempo la misma obra. «La disciplina estaba conmigo. La rutina no. Y la composición me abrió un mundo infinitamente inagotable de creación.»

AL CORAZÓN DEL SONIDO

Fue en el Conservatorio Nacional de Música, recuerda, en la clase de Mario Lavista y Daniel Catán, que se me abrió un mundo que no había imaginado. Ahí me convencí de que quería componer.

Descubrí que escuchaba sonidos, los armaba en mi cabeza; no tenía miedo ante la hoja en blanco porque ya sabía lo que quería, lo había repasado, estudiado y armado en mi mente. Me pareció fascinante poder traducir los sonidos que escuchaba en mi cabeza en notas musicales.

El artista es un mensajero de los dioses, como creían las culturas antiguas, dice convencida.

Los filósofos, explica Ana, preguntaron a los dioses sobre los secretos del espíritu humano, y ellos les decidieron contestar a los artistas, no a los filósofos. Somos mensajeros del espíritu humano, las y los artistas somos una especie de médium, responde con un cierto aire de orgullo, pero con modestia.

–¿Qué papel ha tenido la música en tu vida?

— La música me ha ayudado cuando he tenido problemas, ella disipa la tristeza. Escuchar un buen concierto para mí es lo mejor. La persona que presencia el concierto no es la misma persona cuando sale del recinto. Es una conexión con algo sobrenatural y superior.

Ana Lara, como promotora cultural, produce y conduce un programa en Radio UNAM desde hace 20 años, dedicado a la música contemporánea.

«Hacia una nueva Música», que es el nombre del programa, «me ha dejado grandes experiencias, creo que lo más satisfactorio es que me encuentre con personas y me digan lo que sintieron con el programa de radio, con ciertas obras, por ejemplo».

El programa de radio, añade la compositora, me ha permitido ayudar a mis colegas. Entrevisto a compositores no muy conocidos y eso me satisface enormemente porque es una forma de contribuir con la difusión de sus obras y la música contemporánea.

–¿Qué es lo que más placentero de ser compositora?

— Lo más satisfactorio es cuando escucho los aplausos, cuando la gente se levanta de sus lugares al terminar una de mis obras y aplauden. Es algo inexplicable y muy satisfactorio. Además, el hecho de que alguien se siente a estudiar mis obras, que le dedique un largo tiempo y que además las interprete, es para mí, algo maravilloso.

LA VIOLENCIA, POBREZA ESPIRITUAL

Para Ana, la violencia en la sociedad, contra las mujeres, no es sólo cuestión de pobreza, pero sí es una consecuencia de la pobreza. Y no sólo una pobreza material, sino espiritual.

Muchos estudios, recuerda Ana, hablan del miedo a lo femenino que se refleja desde la antigüedad. Lo femenino devorador, el carácter negativo de lo femenino aparece en conjunto de cuentos, leyendas y mitos, donde mujeres como las sirenas, deidades femeninas, embrujaban a los hombres.

Los hombres tienen miedo del poder de una mujer. Los hombres violentos reflejan el miedo que tienen de las mujeres, y no encuentran otra forma de relacionarse con ellas más que por el camino de la violencia.

–¿Te han temido, Ana?

–¡Uy! Por supuesto. Una percibe el miedo, responde sonrojada con la vista perdida entre la plazuela circundante. Lo veo a veces en mis compañeros. Por ejemplo, cuando no saben cómo tratarte y llegan a ser muy delicados. Otras veces, cuando no les gusta que les digan qué hacer o en qué fallaron.

«En mi carrera, nunca tuve problemas de discriminación por el hecho de ser mujer, me enteraba de casos, pero en lo personal a mí nunca me sucedió. Puedo decir que no hubo ningún obstáculo en mi carrera profesional», finaliza la compositora, manteniendo el timbre de su voz seguro y en alto.

09/GSR/GG

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