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Asesinas complicidades patriarcales

Por Teresa Mollá Castells*
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La semana pasada podría definirse perfectamente como una semana trágica. Y lo es porque siete mujeres y dos niñas han sido asesinadas y otra sigue hospitalizada como consecuencia de los golpes recibidos por su agresor.
 
En todos los casos, los agresores asesinos han sido hombres que en algún momento de sus vidas dijeron amarlas y respetarlas e, incluso, seguro que abrazaron a las niñas que luego asesinaron.
 
Los asesinos son hombres. Que nadie se equivoque con los intentos de “igualar” este tipo de terrorismos entre mujeres y hombres. No, no es así. Los asesinos son hombres. A las mujeres nos asesinan los hombres. Y en la mayoría de los casos, nos asesinan los hombres con quienes compartimos o hemos compartido nuestras vidas. Las cosas claras. Los asesinos son los hombres.
 
Y por tanto el patriarcado se empeña en normalizar de cualquier manera y a cualquier precio estos brutales asesinatos de mujeres para que queden impunes o dejen de tener impacto social.
 
Los medios de comunicación importantes, los grandes, se han convertido en perfectos aliados del patriarcado para naturalizar estos asesinatos al darles un tratamiento mediático poco adecuado y en la mayoría de los casos son tratados como sucesos.
 
Y no son sucesos ni crímenes pasionales. Ya está bien de mitos para continuar culpabilizando a las víctimas para justificar a los asesinos.
 
Y si faltaba alguna cosa, comenzábamos la semana con los resultados de la macroencuesta sobre violencia de género del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que en su fiel papel guardián de los estereotipos patriarcales reforzaba los motivos que las mujeres daban para no denunciar o por la retirada de las denuncias con motivos como “la vergüenza”, “el miedo”, “era el padre de mis hijos” y otros, reforzando de ese modo las disculpas hacia los asesinos, y exculpándose institucionalmente por su inactividad de protección hacia las mujeres víctimas.
 
La voz y los motivos de las mujeres víctimas (todas somos de una forma u otra víctimas de la violencia patriarcal) siempre cuestionadas, siempre puestas en duda y además culpadas por decir en voz alta lo que nos están haciendo, por denunciar que se nos maltrata de muchas maneras y a todas.
 
La culpa, esa gran aliada del patriarcado que pretende a través de ella mantener el sistema intacto. Un sistema que normaliza los asesinatos de las mujeres para permitirse seguir haciéndolo.
 
La culpa por no denunciar, por retirar la denuncia, por señalar social y familiarmente como maltratador al padre de sus hijas e hijos. La culpa por denunciar. La culpa por ser asesinada como consecuencia del silencio. La culpa por no proteger a su descendencia. La culpa, siempre la culpa. Pero para las víctimas. Nunca para los asesinos.
 
Asesinos que además cuentan con la complicidad de gentuzas que buscan dar la vuelta a la situación y además de no acatar la ley, se sacan de la manga las denuncias falsas como nuevo mito que pueda exculpar y justificar a los maltratadores con el beneplácito y el aplauso de muchas mujeres y hombres que son el sostén del patriarcado más rancio.
 
Asesinos y maltratadores que cuentan con recursos detraídos de los destinados a las víctimas para su rehabilitación, mientras que los tratamientos y recursos para ellas siguen disminuyendo.
 
Quien alimenta al patriarcado es, irremediablemente, cómplice de cada uno de los asesinatos de mujeres. Cómplice de cada golpe o insulto o de cada situación violenta para las mujeres y niñas.
 
Y en ese paquete cómplice están los políticos de todo signo y condición que están preparando las elecciones sin tener en cuenta estos asesinatos y sin condenarlos. Y sobre todo quienes desgobiernan por recortar recursos en esta materia y no profundizar en soluciones reales y desde la escuela con formación y prevención en todos los niveles sociales.
 
También están los de faldas largas y negras que destinan sus voces a glorificar a quien murió hace miles de años y olvidan a quien muere a su lado y a quien previamente le han aconsejado paciencia ante tal situación límite. Y por su eterno silencio ante estos asesinatos mientras claman ante otro tipo de situaciones.
 
También están las gentes de los frufrús con su pedante altanería de impartir la justicia que creen, y no verdadera justicia social y equitativa.
 
Por cuestionar continuamente la ley integral y por su falta de preocupación por su propia formación en esta materia, que siempre les parece subsidiaria sin tener en cuenta que la vida de todas y cada una de las mujeres asesinadas debe tenerse en cuenta del mismo modo que se tienen en cuenta las vidas de las personas asesinadas por ETA o por el terrorismo político.
 
No pueden faltar las complicidades de los medios de comunicación que tratan las noticias como si desgranaran una vaina de habas sin introducir en sus textos periodísticos condenas explícitas hacia estos asesinatos ni procurarse un código ético para redactar este tipo de noticias que, insisto, no son sucesos ni crímenes pasionales, son ASESINATOS MACHISTAS.
 
Y la complicidad de la población en general que no condena estos asesinatos, ni acude a las concentraciones y que busca explicaciones ante estas situaciones reforzando el modelo patriarcal para no complicarse la vida en absoluto en este sentido.
 
Y con todas esas complicidades, en una sola semana asesinan a siete mujeres y dos niñas y otra mujer sigue ingresada y en los informativos aparecen las playas repletas de turistas, los encapuchados inundando las calles, entorpeciendo la vida de quienes no creemos en esta patochada.
 
Los trabajos de rescate de tres espeleólogos en Marruecos para los que sí se destinan los medios necesarios (son hombres, claro), los trabajos sobre el terreno de la catástrofe del avión en los Alpes y un largo etcétera, pero los asesinatos de mujeres son tratados como sucesos y de pasada, como si fueran vidas de segunda o tercera categoría, como si ese tipo de noticias molestara a la audiencia. Patriarcado en estado puro.
 
Y la tristeza y la rabia aparecen de nuevo. La rabia empuja a la denuncia pública constante. Pero la tristeza por constatar la falta de interés casi generalizado y las diferentes complicidades ante estos viles asesinatos de mujeres y niñas por pura maldad de los asesinos y su justificación patriarcal, se asienta.
 
Continuaremos con las denuncias públicas de estos asesinatos. Cuestionaremos el sistema. Combatiremos el patriarcado. Y seguiremos señalando con el dedo las complicidades y a los cómplices que permiten que se nos siga asesinando por ser mujeres.
 
[email protected]
 
*Corresponsal en España. Periodista de Ontiyent.
 
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