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Asumen las mujeres el costo social de cuidar a otras personas

Por Miriam Ruiz

El costo social del cuidado de infantes, enfermos y ancianos, que en los últimos años se ha depositado de manera creciente en la población femenina, tiene solución, plantean especialistas hispanoamericanas.

En principio, asegura la profesora adscrita al departamento de Teoría Económica de la Universidad de Barcelona, Cristina Carrasco, «no tiene sentido que la propia sociedad se plantee como un ‘costo’ el cuidado de su propia población» porque «el objetivo central de cualquier sociedad es la subsistencia de su población en las mejores condiciones posibles».

En las sociedades industrializadas con enormes excedentes en manos de pocas personas, agrega Carrasco en la revista Emakunde, publicada por el Instituto Vasco de la Mujer, «mantener determinados sectores no productivos de la población será visto como un costo porque significa disminuir su ganancia».

Asimismo, consideró que la economía ha funcionado con falsos límites de la vida social y económica, así como de la autonomía masculina, cuyas necesidades básicas quedan cubiertas con la actividad no retribuida de las mujeres.

Con mayor frecuencia, hay una insuficiencia de servicios de guardería, atención a personas ancianas o enfermas que se solventan generalmente con el trabajo femenino, apuntó la académica.

Para Cristina Carrasco, «la población no puede ser un costo para la propia sociedad», por lo que es necesario discutir a partir de esta premisa «qué recursos deben destinarse al cuidado, cómo se organizan y cómo se reparten entre los distintos sectores sociales».

Por otra parte, la funcionaria del departamento de Salud Pública del gobierno vasco, Isabel Larrañaga, dijo que «es preciso impulsar un modelo familiar más simétrico e igualitario en sus roles, en el que las mujeres no sean las únicas depositarias de la funciones de reproducción social».

Ella plantea las complicadas relaciones intergeneracionales del cuidado de menores y personas de la tercera edad, que resulta más satisfactoria para las amas de casa que para las mujeres con trabajo remunerado por su alto costo en términos de tiempo, construcción y control de un proyecto propio, entre otros sinsabores.

Mientras que la diputada federal mexicana Marcela Lagarde pone el acento en la publicación vasca sobre la crítica de la «superwoman» del siglo XX, explotada a través del trabajo invisible y la desvaloración de sus actividades, no sólo por los sectores conservadores sino también por la de varones que se consideran de avanzada y democráticos.

La respuesta para la también antropóloga está en la búsqueda de nuevos modelos económicos, en transformaciones de género ligadas a la construcción de naciones con derecho al desarrollo sustentable y una globalización solidaria y democrática».

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