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Aumentan las denuncias por maltrato infantil

Por Miriam Ruiz

Las denuncias formales en la Ciudad de México sobre maltrato a la infancia aumentan día con día a pesar de la desconfianza al sistema judicial y a la aceptación social para educar a las niñas y niños mediante el castigo, informó Rosario Uribe, funcionaria del albergue temporal para menores de la procuraduría de justicia capitalina.

El maltrato infantil es «estadísticamente más significativo que el terrorismo porque lo incluye, y más devastador que él por el daño que produce a la humanidad», declaró la funcionaria esta mañana durante la inauguración del Congreso nacional de trabajo social médico del Hospital General de México, que finaliza el 14 de junio.

Para Uribe, el maltrato a menores es consecuencia de las desigualdades sociales y por la falta de empleo donde las niñas o niños son chivos expiatorios. Sin embargo, a pesar de las dificultades para erradicar esta práctica las autoridades capitalinas reciben cada vez más denuncias.

Muestra de ello es la línea telefónica de ayuda Niñotel, que tan sólo en el trimestre de julio a septiembre del 2001 recibió mil 31 llamadas; otro es la Casa del Árbol –dependiente del ombudsman capitalino– que recogió 398 denuncias y la Fiscalía para Menores, de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), 133.

Rosario Uribe hizo hincapié en la responsabilidad de las instituciones mediante el personal docente o de salud para alentar el castigo como herramienta educativa.

Además de las agresiones o abandono hacia niñas y niños por la familia, el maltrato institucional es otra de las variantes de la violencia, la cual se refiere «a cualquier procedimiento de los poderes públicos que produzcan abuso, negligencia y dañen al menor».

Una más es el síndrome de Munchausen, donde la madre o padre le practican al menor constantes exploraciones médicas o le suministran fármacos innecesarios.

Las marcas de golpes, las alteraciones graves de la conducta, la baja autoestima, la sensación de maldad o incapacidad y las conductas ansiosas o autodestructivas, lo mismo que el rechazo al contacto físico también son muestra de la violencia hacia las niñas o niños.

La única posibilidad que tienen los pequeños es reaccionar a las agresiones comportándose de manera rebelde, actuando como «niña o niño problema» con la idealización del padre o la madre agresora y culpándose por lo golpes que recibe; en muchas ocasiones se vuelven transparentes, o sea con una actitud pasiva y complaciente.

       
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