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Perú: Bebés a la venta

Por la Redacción

«En el Perú existe tráfico de bebés», afirma sin sombra de duda Sandra Soria, directora ejecutiva del Instituto de Estudios para la Infancia y la Familia, organismo no gubernamental que desde hace 16 años investiga el tráfico de menores en el país andino.

Juristas, sociólogos, médicos, y hasta la propia policía coinciden con ella. El tráfico de bebés es un delito conocido por toda la sociedad; incluso, hay quienes afirman, con desparpajo, que lo más fácil en Perú es conseguir una criatura recién nacida, reporta el Servicio de Noticias de la Mujer.

El coronel Oswaldo Santos, de la Dirección de Homicidios de la Policía Nacional, parece confirmarlo: en esa dependencia se denuncian habitualmente robos de este tipo en servicios médicos, maternidades y centros de salud; en su mayor parte no pueden ser resueltos.

Se calcula que anualmente desaparecen unos 1,600 menores entre cero y siete años en todo el país. Obviamente, no todos los casos de infantes desaparecidos se denuncian ni todas las adopciones ilegales son fruto de un rapto: las mafias de traficantes los compran por irrisorias sumas a las desesperadas madres, por lo general adolescentes, solteras y pobres. En otros casos, les hacen creer que sus hijos nacieron muertos.

Sin embargo, el tráfico de bebés es mucho más sórdido de lo que se pudiera pensar y puede llegar a límites de horror. Como ejemplo, en octubre pasado, Claudina Herrera, una joven de 18 años y escasos recursos, fue asesinada salvajemente para extraerle a la criatura que llevaba en el vientre; su cadáver fue arrojado bajo un puente, en un barrio del sur de Lima.

La infortunada muchacha fue engañada por una astuta mujer que le ofreció un parto de primera en una clínica particular. En el camino, fue golpeada en la cabeza y, en estado inconsciente, se le practicó una cesárea clandestina que no resistió.

La raptora, Isabel Palacios, tomó a la recién nacida y se encaminó con ella a un hospital municipal, donde aseguró que acababa de dar a luz en la vía pública. En una bolsa llevaba la placenta de Claudina y parte del cordón umbilical para dar veracidad a su versión. La pequeña se hallaba en estado crítico y fue internada de urgencia en la Maternidad de Lima, a donde había sido trasladada, y Palacios aprovechó para inscribirla como su hija; esto evidencia la falla en el sistema de inscripción de recién nacidos sobre la que han llamado la atención los especialistas.

En su defensa, las autoridades de la Maternidad de Lima señalaron que la falsa parturienta presentaba signos de haber dado a luz recientemente, por lo que aceptaron la inscripción de la pequeña como su hija biológica. Investigaciones médicas posteriores confirmaron que Palacios jamás estuvo embarazada.

En un primer momento, las autoridades policiales se mostraron muy optimistas con respecto a la captura de la banda de traficantes que podría estar detrás de Palacios, principal acusada de este crimen. Pero, con el transcurso de los días, esas esperanzas se desvanecieron; tres meses después el caso sigue estancado.

Para especialistas en salud mental no quedan dudas sobre los trastornos psicológicos de la presunta culpable. «Evidencia una personalidad anormal y marcadamente psicopática», escribió en un diario local el psiquiatra Daniel Jiménez, quien argumentó que la mujer en ningún momento dio muestras de remordimiento o sentimiento de culpa.

En su opinión, lo más preocupante es que «no es sorprendente que ocurran este tipo de incidentes en Perú. Nuestro país está cayendo en una crisis moral y de perversión muy alta», subrayó el especialista.

MODALIDADES DIVERSAS, UNICO FIN

Para algunos, la crisis generada por la situación de extrema pobreza en la que se debaten millones de peruanos propicia el tráfico de bebés. Según Soria, una de las modalidades favoritas de los traficantes es prometer atención de buena calidad a las futuras madres.

Esa fue, precisamente, la base del engaño hecho a Claudina, en el que estuvieron a punto de caer otras jovencitas embarazadas que se atendían en el mismo puesto de salud, según lo revelado a la policía.

De acuerdo con Soria, la otra característica es más abierta: convencer a las muchachas de que vendan las criaturas a cambio de una suma irrisoria comparada con la que se recibe cuando los bebés son entregados a los nuevos padres, por lo general extranjeros.

Paulina N. logró vender de esta manera a su hija, la tercera que iba a traer al mundo. Ella era empleada doméstica y semianalfabeta. Fue su propia patrona quien la convenció de «deshacerse» de la niña que estaba por venir.

«Yo no quería abortar, me daba miedo porque había escuchado historias horribles, pero tampoco quería tenerla, ya tenía demasiados problemas con las otras dos, así que la señora habló con unos amigos suyos que me pagaron los gastos del parto y encima me regalaron 500 soles (unos 150 dólares)», recuerda.

Cuando dio a luz, se negó a conocer a la pequeña «para no encariñarme», dice. «Apenas nació, se la llevaron. La señora que la adoptó era francesa y dicen que la inscribió como su hija. Ahora vive en el extranjero, no sé dónde, pero donde quiera que esté está mucho mejor que yo y que sus hermanas. Tuvo mucha suerte», expresa sin titubear.

Según informes de la Policía Nacional, un bebé puede ser vendido hasta en 10 mil 000 dólares en Estados Unidos. Si el destino es Europa, el precio llega a los 17 mil euros.

La salida de los menores al extranjero no parece ser obstáculo para los traficantes. Si la madre está de acuerdo, el recién nacido será inscrito como hijo legal de los padres compradores. Y si fue raptado, se recurrirá a una red de profesionales, que incluye desde registradores municipales, hasta abogados, médicos y asistentas sociales.

Esto ocurrió con María Isabel Martínez, raptada del lado de su madre por la mejor amiga de ella y luego vendida a una empresaria que ansiaba tener un hijo. La niña fue inscrita con datos falsos y fue preciso recurrir a una prueba de ADN para devolverla a su progenitora.

Ahora, en esta era de adelantos tecnológicos, ha hecho su aparición una nueva modalidad: la compra-venta de bebés por internet. Se trata de mafias muy bien organizadas, aparentemente dirigidas desde el extranjero, pero con agentes en diversos ámbitos del país, que ofrecen menores «al gusto del cliente», mediante enlaces y páginas web.

Luis Lamas Puccio, un eminente penalista, ha señalado que seguir el rastro a estas organizaciones y desbaratarlas sería bastante sencillo si existiese la voluntad política para hacerlo. Así las cosas, no faltan quienes señalan que estos grupos delictivos tienen un gran campo de acción debido a la lentitud en los procesos legales de adopción. El único organismo autorizado para tal fin es el Ministerio de la Mujer y el Desarrollo (MIMDES).

En su página web se señala que, durante 2004 (último dato disponible), se adoptaron 187 niñas, niños y adolescentes. Respecto a los adoptantes, 92 parejas eran extranjeras, principalmente de España e Italia. La cifra es ínfima si se tiene en cuenta la demanda de parejas que ansían convertirse en padres y la gran cantidad de niños en abandono que saturan los albergues del país.

El tiempo mínimo que demoran los trámites de adopción en Perú es de dos años e incluyen entrevistas y gestiones burocráticas que muchas parejas, en especial extranjeras, no están en capacidad de cumplir. Es entonces cuando caen en garras de los traficantes.

Las autoridades del MIMDES alegan que las personas deben rodearse de todas las seguridades del caso antes de dar un bebé en adopción, con mucha mayor razón si vivirá en el extranjero. Y, precisamente por ello, el proceso no termina con la adopción legal: los padres adoptivos son supervisados por las autoridades durante un tiempo mínimo de cuatro años.

06/ZP/YT

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