Inicio Brasil, un país de contrastes donde aún no hay equidad de género

Brasil, un país de contrastes donde aún no hay equidad de género

Por Rafael Maya, enviado

«La mujer brasileña simboliza belleza, calor, encanto y lucha: ahora llegó la hora de representar a Brasil». Así es la frase de una cápsula de televisión para una campaña del Tribunal Superior Electoral de este país, cuyo fin es difundir la ley de cuotas, aprobada en 1997, y garantizarles a las mujeres el mínimo de 30 por ciento en las candidaturas a cargos de representación popular.

Y es que, a menos de dos semanas que se efectúen los comicios generales (6 de octubre) en los que 115 millones de brasileños elegirán presidente de la república y gobernadores, además de renovar los congresos federal y estatal, el bombardeo propagandístico de decenas de candidatos y candidatas ocupa hasta el tedio la programación de la radio y la televisión brasileñas.

Bajo este panorama, por primera vez en la historia de esta nación suramericana –tierra de contrastes donde la vasta riqueza natural de selvas y ríos es proporcional a la miseria económica de su gente (80 millones de pobres en una población de 170 millones)–, las mujeres brasileñas acudirán a las urnas siendo mayoría en el padrón electoral.

No obstante, la supremacía de 58 millones de mujeres con derecho a voto (50.8 por ciento del padrón) no se ve representada ni en las candidaturas –con todo y ley de cuotas– ni en los cargos de dirección partidista; y mucho menos en la administración pública federal ni en el poder judicial.

VERGÜENZA NACIONAL

En su oficina, a donde alcanza a llegar la brisa marina de la playa de Flamengo, Jacqueline Pitanguy, directora de la ONG Ciudadanía, Estudio, Investigación, Información y Acción (CEPIA, en portugués) asegura que es una vergüenza que en ocho años de gobierno, del socialdemócrata y saliente mandatario Fernando Enrique Cardoso, ni una sola mujer haya ocupado alguno de los 21 ministerios existentes.

De edad madura, cabello largo y rubio, Pitanguy amplía su sorpresa: «Esta situación es inexplicable en un país donde las mujeres han avanzado en muchas áreas.»

En efecto, es difícil entender porqué es escasa la representación de las mujeres en la política, en una nación donde, por ejemplo, la ciudad más poblada (Sao Paulo) fue la primera urbe del país y una de las primeras en América latina que legisló sobre el aborto legal para víctimas de violación sexual, en 1991.

LAS MUJERES EN EL PODER

Actualmente en Brasil sólo dos mujeres ocupan cargos de gobernadoras estatales: Benedita Da Silva, en Río de Janeiro, y Dalva Figueiredo, en Amapa: ambas militantes del Partido de los Trabajadores (PT), órgano que por cuarta ocasión lanza a Luiz Ignacio Lula da Silva como candidato a la presidencia de la república, favorito además en las encuestas.

Benedita da Silva, mujer negra y comprometida con la causa de las mujeres, a decir de dirigentes del PT, contiende por la relección al cargo. En un hecho inédito, cuatro mujeres –entre ellas Benedita– y solamente un hombre disputan la gubernatura del estado de Río de Janeiro.

De cinco mil 500 municipios que integran el país amazónico, sólo 319 están encabezados por mujeres; de 82 senadores y 520 diputados federales, únicamente cinco y 33, respectivamente, son mujeres.

En el poder judicial, conformado por los supremos tribunales Federal y de Justicia, y en los tribunales superiores del Trabajo y Electoral, apenas si hay seis magistradas.

DESENCANTO FEMENINO

Para los próximos comicios generales ninguna mujer competirá para llegar a la presidencia. Cuatro varones, entre ellos los únicos que tienen posibilidad real de triunfo: Lula da Silva, del PT, y el oficialista José Serra pelean por dirigir los destinos de esta nación, la economía más grande de Latinoamérica.

En abril pasado Roseana Sarney, hija del expresidente José Sarney y primera mujer en la historia de Brasil que contendió por la presidencia, renunció a la candidatura luego de que se vio envuelta en un escándalo de corrupción.

Ante la escasa representación femenina en las candidaturas y cargos de dirección gubernamental y partidista, Ana Lipke, titular del Consejo Estatal de los Derechos de la Mujer en Río de Janeiro e integrante del PT, advierte que a pesar de que la presencia femenina en los partidos es muy amplia y activa, las militantes siguen sin llegar a los cargos principales.

Ana Lipke lamenta que los partidos conservadores hablen de los derechos de las mujeres como una moda, y que al mismo tiempo no cumplan con la cuotas del 30 por ciento.

«Los partidos no estimulan la capacitación de cuadros femeninos, y en el mejor de los casos cumplen con la ley de cuotas sólo para cubrir huecos, ya que a las mujeres les dejan las candidaturas que no tienen posibilidad de triunfo.»

En una actitud autocrítica, y al término de una reunión del gabinete estatal en el Palacio de Guanabara, Lipke señala que el PT no está exento de esa realidad y que, a pesar de que en el partido hay hombres sensibles al tema de género, el machismo prevalece. «Incluso Lula todavía está aprendiendo», apunta con una sonrisa que oculta algo de decepción.

En ese mismo tono la secretaría nacional de las mujeres del PT, Concepción Nascimento, agrega que aunque las militantes de base son muy activas en su participación, ésta se ve limitada por su condición de trabajo en el hogar.

«Además ocurre un problema curioso: dentro del partido, el voto de las mujeres es más conservador en comparación con el de los hombres. Es decir, todavía hay resistencias de muchas mujeres a impulsar cambios de fondo.»

CONFERENCIA DE MUJERES BRASILEÑAS

La socióloga Angela Freitas, integrante de la Red Nacional Feminista de Salud y Derechos Reproductivos, toma un sorbo a su café y en medio del bullicio que nos envuelve en un restaurante clasemediero ubicado en el centro de Río, destaca que a pesar de la casi nula representación política de las brasileñas, el movimiento feminista se organiza y, sin la injerencia de partidos políticos, ya les presentó a los candidatos presidenciales su plataforma de demandas.

Alrededor de dos mil mujeres (negras, indígenas, blancas, lesbianas y discapacitadas) de todas las regiones del país se reunieron el pasado mes de junio en la ciudad de Brasilia para lanzar una plataforma política feminista (calificada por el PT como neoliberal), en la que «por primera vez», resalta Ángela al tiempo que se acomoda los lentes, «las mujeres brasileñas hicieron una propuesta de desarrollo para el país con enfoque de género y contra el neoliberalismo».

La socióloga, quien se define a sí misma como autónoma y dice desconfiar de todos los partidos políticos, considera muy importante que las brasileñas no hayan abordado únicamente los temas considerados como exclusivos de las mujeres; como violencia sexual y salud reproductiva.

EL EJEMPLO DE MÉXICO

Ángela Freitas, también coordinadora regional de la Campaña 28 de septiembre por la despenalización del aborto en América latina y el Caribe, afirma que la carta de la Ronda Ciudadana por los derechos civiles en México (en la que participan organizaciones de mujeres como GIRE y Católicas por el Derecho a Decidir), les sirvió como ejemplo para que ellas elaboraran la carta de principios de la Conferencia Nacional de Mujeres Brasileñas.

Además, Freitas lamenta que Brasil esté muy lejos de tener partidos feministas como México Posible, ya que las líderes brasileñas prefieren hacer trabajo de asesoría y capacitación en las organizaciones de gobierno y los grupos partidistas, antes «que meterse en líos con candidaturas».

MUJERES NEGRAS: DOBLE DISCRIMINACIÓN

La amplia oficina de Criola (ONG de mujeres negras cuyo objetivo es incidir en la lucha contra el racismo, el sexismo y la xenofobia), transpira orgullo negro por cada uno de sus rincones.

Fotografías, cuadros, mapas de África y la escultura de una mujer negra con un largo y colorido traje típico, tal de vez de Ghana o posiblemente de Sierra Leona, saturan el lugar mientras otras integrantes de la organización danzan de un lado a otro.

Una de las coordinadoras nacionales de Criola, Jandelice Ferreira, de escasos 21 años de edad, explica que las mujeres negras en Brasil («que son mayoría»), en comparación con las mujeres blancas, tienen menos oportunidades de desarrollo en todos los ámbitos; de ahí que las afrobrasileñas tengan que luchar con mayor ahínco en favor de la equidad, contra el racismo y la discriminación que padecen de los mismos hombres negros.

Jandelice expresa que su organización es autónoma y sólo mantiene una relación de amistad con la gobernadora de Río de Janeiro: la afrobrasileña Benedita da Silva, de las contadas mujeres negras que han tenido acceso al poder político.

¿LULA ES EL CAMBIO?

A pesar de que las ONG de mujeres consultadas critican la estructura jerárquica y corporativa del PT, incluidas las dirigentes de esta organización de izquierda entrevistadas, en todas ellas priva la esperanza de que con el triunfo electoral de Luiz Ignacio Lula da Silva, «se den transformaciones políticas y sociales en favor de las brasileñas».

Igualmente coinciden en que falta mucho camino por andar para que las mujeres de este enorme y cálido país tengan un acceso más equitativo al poder político.

A decir de las dirigentes del PT Ana Lipke y Concepción Nascimento, para lograr ese objetivo primero debe haber una transformación cultural; y para ello, al menos este partido de izquierda, debe tener una revolución interna por medio de la capacitación de cuadros femeninos.

Leila Linhares, directora adjunta de CEPIA, destaca que en estos momentos los asuntos de las mujeres «son centrales para la democracia», por lo que las mujeres que ingresen a la política ya no deben abordar la agenda de los derechos de la población femenina como tema exclusivo de las mujeres. «Hay que dialogar con los hombres», sostiene.

«De nada nos sirve llenar el poder público de mujeres si no tienen propuestas con enfoque de género. Si votamos por mujeres por el simple hecho de que lo sean podríamos caer en una trampa», remata y en sus ojos brilla la arena blanca de la playa al asomarse por el enorme ventanal.

       
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