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Busca ecofeminismo poner un alto a la barbarie ecológica

Por Guadalupe Vallejo Mora

El interés de las mujeres por involucrarse en las luchas ambientalistas, el denominado ecofeminismo, busca preservar la biodiversidad y poner un alto a tanta barbarie ecológica nacional y mundial, coincidieron mujeres indígenas, académicas, investigadoras y funcionarias.

Al participar en Primer Encuentro Nacional Artístico-Cultural: Ecofeminismo, Etnias y Alimentación Transgénica, las participantes dejaron claro que ninguna nación tiene el derecho de depredar los recursos naturales en aras del «progreso» o el «enriquecimiento de algunos bolsillos», como es la introducción de productos genéticamente modificados o transgénicos.

La degradación del medio ambiente es un problema social que requiere una movilización urgente. El cuidado de la «madre tierra» es desde ahora es una tarea que debe involucrar a mujeres y varones por igual, si lo que se quiere es evitar una crisis ambiental cuyas consecuencias serían desastrosas para la humanidad entera, puntualizaron.

En el Primer Encuentro Nacional Artístico-Cultural, que concluirá el próximo viernes, las participantes provenientes, en su mayoría, de comunidades indígenas de diversas partes del país expusieron con tristeza el deterioro ambiental que experimentan sus lugares de origen, sin que ninguna autoridad local, estatal o federal pongan un alto al ecocidio.

La directora del Instituto Michoacano de la Mujer (IMM), Rubí de María Gómez Campo, destacó que el ecofeminismo tiene que ver con la recuperación de la visión ancestral que algunas culturas tienen de lo femenino asociado a la tierra.

«Por su capacidad reproductiva las mujeres son asociadas míticamente a través de leyendas y de la tradición oral a la tierra como fecundadora de vida y como madres en la capacidad nutricia. Esto es, la tierra no sólo da vida sino que alimenta».

Por ello –abundó-, este Primer Encuentro busca tener un carácter integral, conocer la realidad de las comunidades indígenas, porque son ellas las que producen y cuidan la naturaleza y, más allá de buscar la «apropiación» de la tierra, lo que se quiere es cuidar el agua, la tierra, el aire, porque cierto, «no todas somos madres, pero sí todas somos hijas o hijos».

En su oportunidad, la asesora externa de la Secretaría de Cultura, Margarita Verduzco, destacó que el ecofeminismo es un término recientemente acuñado, cuya corriente a nivel internacional se ha fortalecido en la India, siendo una de las más importantes representantes Vandana Shiba.

«El asunto no es tanto como que la ecología sea sólo una cuestión de mujeres, sino de entender que todos, independientemente del género, debemos de tomar una forma mucho más materna de cuidar la vida», dijo.

Basta recordar que desde siempre las mujeres hemos cuidado la semilla, en todos los significados: en nuestros propios vientres la hemos dado a luz y cuidado del fruto y con esa idea de «maternar al mundo, hombres y mujeres, podemos maternar esta tierra que nos ha dado tanto».

Verduzco agregó que las y los seres humanos no hemos sido capaces de cuidar y de salvar de la barbarie hacia donde nos están llevando estos sistemas económicos, que depredan y cuyo único interés es un enriquecimiento a costa del emprobrecimiento de la tierra y de poblaciones enteras.

Entonces con una visón ecofeminista podemos buscar la manera de cuidarnos «los unos a las otras, las unas a los otros», apuntó la asesora externa de la Secretaría de Cultura.

En entrevista para Cimacnoticias dijo que la depredación de la naturaleza se observa no sólo a nivel nacional sino mundial, pues «no ha habido un poco autoridad de la sociedad en general para decir hasta aquí, la tierra es de todos y no podemos seguir permitiendo que la sigan devastando».

UN EJEMPLO

La indígena Lidia Bautista Hernández, de Cheranastico, Municipio de Paracho, Michoacán, denunció que el pasado viernes 10 de junio alrededor de 100 personas de su comunidad, entre hombres, mujeres e infantes, decidieron bloquear en una medida de desesperación y presión, una de las principales carreteras que comunican su localidad para exigir se castigue a los talamontes.

Recordó que al filo de las 12:00 horas del jueves, las campanas de la iglesia sonaron en señal de que «algo feo pasaba». De inmediato, se dieron cita a las afueras del templo decenas de mujeres y hombres, quienes conocieron por parte de uno de ellos, del ingreso de gente armada a su comunidad a bordo de unos 30 camiones que en la clandestinidad de la noche se dedican a talar sin control los árboles de la zona.

«Si alguien les dice algo, ellos se bajan y golpean a quienes se opongan, nos intimidan, por eso exigimos que detengan esto, porque hemos ido a visitar a las autoridades y nadie nos escucha», apuntó Bautista Hernández al hacer esta denuncia pública.

La participante puntualizó que «se están acabando a nuestra madre tierra, a nuestro hogar, ya que es en la naturaleza donde las comunidades indígenas tienen su medio de subsistencia. Demandamos solución no largas», anotó.

2005/GV/SJ

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