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Campesinas protestan en Tamaulipas contra SEDESOL

Por Benny Cruz Zapata/corresponsal

.- Cansadas del burocratismo y de la burla oficial a su pobreza ancestral, las mujeres campesinas de Tamaulipas protestaron contra de la burocratización y la política asistencial de la Delegación de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) en el estado, pues ya no están dispuestas a dejarse engañar, pues en ello les va no sólo la tranquilidad alimentaria, sino el futuro patrimonial de sus hijos y la estabilidad familiar.

Acusan las campesinas a los funcionarios de la Delegación de negarles apoyo dentro del Programa Vivienda Rural para los municipios de Soto la Marina, Llera y San Nicolás.

«Desde hace ocho meses nos jugaron el dedo en la boca, prometiendo lo que no pudieron o no quisieron cumplir. La burla duele más, porque los que se iban a beneficiar son pobres entre los pobres, en su mayoría mujeres que, como yo, salimos todos los días a la parcela en aras de sobrevivir», dicen.

Por eso, dejando a un lado todo tipo de prejuicios, burlas y hasta regaños de hijos y maridos, se han sumado a la lucha pública en defensa de los derechos de beneficios de programas sociales que son manejados por la Secretaría de Desarrollo Social.

«Nosotras somos las más fregadas con el regateo que el gobierno hace de sus programas de ayuda, dice doña Herlinda Ledezma, quien a sus casi 55 años de edad y originaria de San Nicolás, el pueblo más pobre de la geografía tamaulipeca, encabeza la enésima manifestación en contra de la delegación de SEDESOL.

«Sólo quien carga el morral sabe lo que trae dentro, expresa enérgica mientras se acomoda el sombrero, el de nosotros ya esta repleto de agravios y desprecio a nuestras necesidades y demandas. Desde hace ocho meses nos jugaron el dedo en la boca, prometiendo lo que no pudieron o no quisieron cumplir».

«La mera verdad, no nos faltan ganas para cobrarnos lo que nos hacen, continúa doña Herlinda, siempre he estado ligada a este tipo de movimientos, ahora con la organización Emiliano Zapata. Son muchas las mujeres que, cuando de defender nuestros derechos se trata, no dudamos un instante en meter las gallinas al corral y encargar los marranitos con el marido para jalar a donde sea necesario protestar».

«No es de gratis que sean las mujeres campesinas las que más sigamos a los grupos de protesta, somos campo fértil, por el coraje que nos da de que se burlen de nosotras. Desde hace mucho, ya no nos avergüenza gritarle a los poderosos sus verdades. En sus oficinas, ellos poco o nada saben de nuestra realidad», sentencia.

«Sí, las mujeres del campo somos las más entronas», agrega doña Marta Flores Azua, originaria de Reynosa. No nos tiembla la voz al momento de gritar a los funcionarios ineptos lo que se merecen. Como ya van de salida, seguramente echaron al cesto de la basura nuestras peticiones. Si fue así, las afectadas son las compañeras de otros municipios, aunque nuestra organización es de la idea de que la afrenta que se hace a unas, nos la hacen a todas».

Lo que no se grita no existe y lo que no existe, no se atiende. Pero no somos botín de nadie, las demandas que hacemos son de beneficio común, asegura doña Marta.

Y afirma que, a diferencia de otros grupos, ellas no ven la protesta como su modus vivendi. Las mujeres campesinas somos harina de otro costal. Si las mujeres somos más honestas y luchonas, las campesinas lo somos el doble, porque ya hemos vencido las barreras que teníamos en nuestras propias casas, ya no nos califican de locas, ahora hasta los maridos se quedan a cuidar a los chamacos, para que nosotros hagamos nuestras protestas.

Paula López Ávila, originaria de un ranchito cercano a Soto la Marina, dice venciendo su timidez: No sé mucho de andar en esto, pero vengo porque ni siquiera llego a ejidataria y necesitamos tener cuando menos un lugar en donde vivir mis hijos y yo. Es tanta la pobreza en el rancho, que a veces no tenemos para comer, mucho menos para conseguir una vivienda. La única forma es a través del gobierno, pero si nos da la espalda de plano nos pasamos a fregar.

A su lado, doña Dora Delgado, de Reynosa, asiente. «Llevamos toda una vida pidiendo en voz baja, pero la sordera del gobierno es tal que ahora lo hacemos a gritos.

BC/GG

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