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Cáncer, compañero de la humanidad

Por la Redacción

Aunque no se cuenta con un registro puntual del cáncer a través de la historia, existen evidencias del conocimiento que de él tuvieron civilizaciones antiguas. Por ejemplo, los egipcios diferenciaban los tumores malignos de los benignos, como dejaron asentado en papiros que datan del año 1500 a. C aproximadamente.

Así lo explicó la historiadora Elsa Malvido Miranda en su conferencia Morir de cáncer, una historia antigua, en la cual hizo un recuento histórico de esa enfermedad que al parecer es consustancial al ser humano. Para ejemplificar su persistencia a través del tiempo, mencionó el diagnóstico de un osteocondroma en un fémur de restos prehistóricos.

Del estudio de los papiros mencionados, se deduce que para los egipcios el mal no tenía cura y el único tratamiento que existía era un paliativo, consistente en extirpar o quemar los tumores que brotaban de la piel, aunque se sabía que después volvían a aparecer en otras partes del cuerpo.

Otras evidencias del cáncer en el antiguo Egipto son las que encontró el inglés Augustus Granville, cuando hacia 1825 diseccionó una momia femenina y determinó la existencia de tumores en los ovarios. En otros cráneos, pertenecientes a la Dinastías III y V, encontró indicios del padecimiento, semejantes a los hallados en restos de los años 3500 y 3000 a.C. También identificó tumores malignos en momias de la vigésima Dinastía.

En Persia, en el año 520 a.C., se practicó la curación de un supuesto tumor de pecho que sufrió Atossa, la esposa de Darío. Aún cuando se cree que el diagnóstico se confundió con un padecimiento inflamatorio, se le ubica como un registro antiguo de patología tumoral.

En su recuento, la coordinadora del Seminario de Estudios sobre la Muerte, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) explicó que el médico británico Douglas Darry encontró, en 1909, en una persona momificada entre los siglos IV y VI a.C. aproximadamente, pruebas de la enfermedad en el cráneo.

Otras investigaciones en cráneos y en huesos con perforaciones provocadas, sugieren la existencia de tumores en poblaciones prehispánicas de Estados Unidos, México y Perú. En Asia, la falta de literatura traducida a las lenguas de occidente ha dificultado el conocimiento de casos de cáncer.

TRATAMIENTOS

Al referirse a los tratamientos utilizados a lo largo de la historia para combatir los distintos tipos de cáncer, mencionó la hidroterapia, el empleo de enemas ?líquidos que se introducen por vía rectal en la porción terminal del intestino?, las dietas especiales, el ejercicio y el uso de la herbolaria tradicional, de ungüentos y de sanguijuelas.

En los citados papiros egipcios, pudieron identificarse ocho casos de tumores en pecho de mujeres, los cuales fueron cauterizados con un instrumento caliente, al que se llamaba «taladro de fuego», utilizado para destruir el tejido maligno que brotaba. Otro tipo de erupciones externas también eran extirpadas con un procedimiento quirúrgico similar al que se practica en nuestros días.

En el papiro egipcio de Ebers ya se contemplaba la hidroterapia como una práctica habitual. Consistía en la introducción de sustancias líquidas al intestino a través del ano, tratamiento que médicos ingleses y estadounidenses recomendaban en el siglo XIX.

La medicina occidental o hipocrática intentaba combatir el exceso de bilis negra en el cuerpo, que identificaba como la causa del cáncer. Ese pensamiento de Hipócrates perduró por mil 400 años.

En 1712, Juan de Esteyneffer publicó en México su Florilegio Medicinal. En este texto se proponía, para mitigar el dolor y evitar que prosperara el tumor, el uso de sanguijuelas, tomar remedios y aplicar ungüentos, elaborados con plantas, como la siempreviva, la verdolaga y la lechuga, además de animales, como ranas verdes y cangrejos de río.

Las recetas de Juan de Esteyneffer contenían además otros ingredientes poco comunes, como extraer leche de una madre, cocinar el excremento humano y comer semillas de amapola, entre otros. En algunos casos, la efectividad del remedio se vinculaba, por ejemplo, a la aparición de la luna.

En 1913, el doctor John H. Kellogg propuso una alimentación saludable basada en semillas y hacer ejercicio como medio para evitar la propagación del cáncer. Actualmente, se vincula a la depresión humana como inductora del proceso canceroso, toda vez que el organismo se debilita y queda expuesto a desarrollar diversas enfermedades.

La conferencia Morir de Cáncer, una historia antigua, formó parte de los trabajos del Taller de estudios sobre la muerte, en el que se abordan diversos temas en conferencias que van dirigidas a todo el público y que se realizan cada 15 días, en forma gratuita, en la dirección de Estudios Históricos del INAH, ubicada en la calle de Allende, número 172, esquina Juárez, en el centro de Tlalpan.

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