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Carta Abierta

Por Fabiola Calvo

Mis queridas mujeres de Irak y Palestina:

Enciendo la televisión a la hora del noticiero y las imágenes que llegan desde vuestros países me impactan. Para quienes vivimos en el mundo de la comodidad quizá sea realidad virtual, no estamos padeciendo las balas, las bombas ni a un país agresor o invasor.

La Europa de los 25, acaba de elegir nuevo parlamento y aunque hasta el momento poco decide, la verdad, esperemos que pueda incidir en la política exterior de la Unión Europea con un sentido de justicia, de respeto a los pueblos y a su soberanía, pero tampoco lo tengo tan claro.

Me produjo una gran preocupación la alta abstención que marcó la jornada democrática del 13 de junio. Los centros electorales estuvieron por largos momentos, sin un alma, mientras que las playas y centros de recreación estaban llenos ¿Será que desconocen cuanto costó conseguir el derecho al voto?

Y luego se quejarán de las decisiones. Dejan que otros decidan por ellos. O ¿será que están castigando a sus partidos? Yo creo que los cambios se hacen con acción, participación y con propuestas.

Y les hablo de estas elecciones porque en Europa también toman decisiones y asisten a las reuniones de los «grandes» en las que desde luego está implicado tu futuro, el de tus hijos, de todos los tuyos y también de los míos.

Quisiera compartir con ustedes tantas historias, preguntarles, mirarlas a los ojos, a sus tristes ojos y que me pudiesen responder, pero ahora sólo puedo comentarles mis inquietudes y desasosiego.

Porque a lo mejor sabrán, no lo sé, que en todo el mundo se hicieron –hicimos- manifestaciones contra la guerra (invasión) en Irak y también que aún se debate pero no se hace nada, contra las masacres que comete Israel en Palestina.

Mejor dicho, un día es de solidaridad, de lucha por justas causas y el resto del año, de amnesia, claro está, con algunas excepciones.

No vale el olvido. Puedo saber o suponer que ustedes, mis queridas mujeres, viven con el corazón encogido y con todas las limitaciones que me pueda imaginar… y muchas más, necesidades que en la tranquilidad de las sociedades industrializadas zanjamos yendo a la esquina.

Yo me pregunto cómo hacen en medio de una guerra para resolver mes a mes la incomodidad de la menstruación, porque si no hay comida menos habrá toallas higiénicas o compresas, sumado a la escasez de agua, de falta de energía eléctrica y todo este tipo de servicios.

¿Y los partos? Si no hay medicinas cómo atienden una complicación. Tampoco sé como alimentan a sus hijas e hijos recién nacidos porque si no hay comida difícilmente podrán amamantarlos.

Mis queridas mujeres, las que no queréis una guerra, en otros lugares diferentes a Irak y Palestina conocemos cifras, pero ellas, tan frías como cualquier número, no nos hablan de tu dolor cada día, ni permiten sentir lo que produce la barbarie, la tortura a vuestros hijos, padres, hermanos.

Ya sé que no ven la guerra en la televisión; la sienten, la viven, la padecen. Muchos y muchas la ven desde una cómoda silla como si fuese una película. A lo mejor se conmueven ero luego…

Puedo compartir con ustedes el dolor de perder un hijo, pero no fue en una guerra. Sí, también es dolor pero es diferente porque puedo compartirlo sin esperar un disparo de un ejército que es invasor y mañana seguirá en Irak teniendo el mando, sólo que junto con otros y se denominará «invitado», y otro como el de Israel que dice que lucha contra el terrorismo haciendo terrorismo en Palestina.

A pesar de los pesares quiero que sepan que aún desde esta comodidad que para muchas y muchos no es tan cómoda, intentamos robarle horas al sueño. Trabajamos en organizaciones que denuncian y exigen a sus gobiernos, que cuando es necesario marchamos detrás de una pancarta –que algunos desde la derecha ridiculizan-.

También proponemos para que este mundo cambie y en esas propuestas están ustedes queridas mujeres de Irak y Palestina.

Por la paz, reciban un abrazo muy cálido.

*Periodista colombiana residente en Madrid, Premio 2003 La Mujer en la Unión Europea

2004/GV/SM

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