A principios de mes el grupo denominado Minuteman Project comenzó sus operaciones de vigilancia en la frontera entre los estados de Arizona y Sonora. Los miembros del grupo aseguran estar realizando una actividad patriota pues están contribuyendo a la seguridad de Estados Unidos al no permitir la entrada de migrantes indocumentados al territorio de ese país. La duda es, entonces, ¿la migración irregular es una amenaza? Aunque ellos aseguran que sí, habría que preguntárselo a los empleadores que aprovechan la mano de obra de los y las migrantes.
Por muy novedoso que nos parezca, esta no es la primera vez que grupos civiles toman la decisión de «vigilar» la frontera y detener con el uso de armas a migrantes indocumentados. Este tipo de grupos comenzó a surgir desde hace varios años. En el 2000 se hicieron famosos los hermanos Barnett, que en la frontera de Texas formaron un grupo similar. En ese entonces y en años posteriores aparecieron páginas de Internet reclutando jóvenes que quisieran pasar un verano «cazando» indocumentados.
Las modalidades pueden cambiar, cambian las personas y los lugares en los que se encuentran, lo que no cambia es que este tipo de grupos actúa fuera de la ley. No cambia el que son grupos xenófobos que más que proteger a Estados Unidos sólo crean ambientes de discriminación y ponen en riesgo la vida de los inmigrantes. No cambia el hecho de que los gobiernos deben sentarse a platicar de manera más profunda respecto al tema migratorio, para evitar que estos grupos aparezcan.
Durante el tiempo que estos grupos han actuado han habido diversas protestas de organizaciones civiles en ambos lados de la frontera. También declaraciones de congresistas mexicanos que exigen al presidente Vicente Fox una respuesta enérgica ante esta situación. Por su parte, el Ejecutivo Federal ha declarado vigilar el respeto a los derechos de nuestros connacionales, ha presentado «quejas» a su contraparte y se han entablado grupos de diálogo. No obstante, año con año la historia se repite.
Año con año los flujos migratorios crecen y miles de hombres, mujeres, niños, niñas y adolescentes continúan viajando a Estados Unidos con la esperanza de una vida mejor para ellos y sus familiares. Esto nos habla de la necesidad de hablar del tema migratoria de una manera más seria y desde una perspectiva más amplia.
Los flujos migratorios no se van a detener por la existencia de este tipo de grupos, que representan un riesgo más entre muchos otros que enfrentan en su camino. Tampoco estos grupos se van a detener. Por el contrario, corremos el riesgo de que estas posturas se radicalicen, de que generen confrontaciones violentas que eviten conciliar una agenda de desarrollo y de derechos humanos.
Corremos el riesgo también de que se generalice la idea de los migrantes como una amenaza a la seguridad, cuando sabemos que la migración tiene su origen en causas económicas ligadas a la falta de desarrollo y oportunidades en los países de origen de los y las migrantes.
Este año es el Minuteman Project y tal vez el año próximo se cambien de nombre, pero tal parece que son ya una constante en la agenda migratoria. Una constante que no hemos sabido borrar de la agenda y que cada año aparece y desvía la atención de los que en realidad debería discutirse en la agenda binacional.
Es tiempo de que ambos gobiernos asuman el tema migratorio desde una perspectiva de responsabilidad compartida, como un tema en el que ambos países juegan un papel importante y en el que las medidas que se adopten para favorecer la migración regular o documentada son la única manera de evitar que este tipo de grupos se sigan formando. De eliminar esta constante y de disminuir otros riesgos a los que se enfrentan los migrantes como los cruces por zonas cada vez más inhóspitas y los riesgos de caer en redes de tráfico y/ o trata de personas.
KA/GM
