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Celos, ¿cultura o biología?

Por la Redacción

De acuerdo con los psicólogos evolucionistas, los celos se desarrollaron hace un millón de años aproximadamente. Allá en la sabana, un hombre tenía que estar, al acecho para evitar que su mujer cometiera adulterio, e impedir que esa pierna de mastodonte terminara alimentando a los hijos de otro.

Las mujeres tenían otras cosas de qué preocuparse. Pero la verdadera amenaza era que el hombre se involucrara emocionalmente con otra mujer, porque entonces ¿quién traería el mastodonte a casa?.

Por lo menos eso es lo que dicen los psicólogos evolucionistas, que a lo largo de la última década han utilizado la teoría darwiniana para explicar toda una serie de cosas, incluyendo la relación entre sexos, difunde el portal sóloellas.com

Según ellos, como resultado de la diferencia de presiones que tenían hombres y mujeres hace mucho tiempo, hoy sus cerebros están programados para responder de forma distinta a la infidelidad de una pareja romántica.

Los hombres sienten más celos con respecto a la infidelidad sexual. En cambio, a las mujeres les duele más la traición emocional, que podría dejarlas sin recursos.

El hecho es que esta teoría se ha ganado gran cantidad de adeptos entre los científicos de la evolución y en la literatura popular.

También ha sido respaldada por diversos estudios -muchos de ellos realizados por el doctor David M. Buss, psicólogo evolucionista de la Universidad de Texas, que presentan evidencias de esa diferencia entre los dos sexos.

«Hombres y mujeres pueden sentir celos por igual, pero las situaciones que los desencadenan son diferentes», escribió el doctor Buss en un documento titulado: La pasión peligrosa: por qué los celos son tan necesarios como el amor y el odio.

Otros expertos no están muy convencidos de esta teoría y señalan que es más probable que las diferencias entre hombres y mujeres que los sicólogos evolucionistas atribuyen a la selección natural -como la tendencia del hombre a la poligamia y de la mujer a la monogamia- son producto de las culturas, no de la evolución.

Durante años, estas dos posturas originaron un debate constante; sin embargo, recientemente se dieron a conocer dos nuevas investigaciones que le dan un giro completamente diferente a este asunto.

No ponen en duda la afirmación de que la evolución juega un papel en la configuración del comportamiento humano, pero sí cuestionan la evidencia presentada por el doctor Buss y otros investigadores según la cual los celos evolucionaron de forma diferente en hombres y mujeres.

En uno de los documentos, que aparecerá en la edición de noviembre de la Revista de la personalidad y la psicología social, investigadores encabezados por el doctor David DeSteno, psicólogo de la Universidad del Noreste, aseguran que la diferencia de sexos revelada en muchos de los estudios emprendidos por psicólogos evolucionistas acerca de los celos es falsa, un producto del método particular utilizado en esos estudios.

Sugieren que, en vez de constituir un mecanismo psicológico para promover la reproducción, los celos pudieron haber evolucionado en cada uno de los dos sexos para un propósito más general, como por ejemplo, proteger los vínculos sociales en una especie social.

«Coincido con el punto de vista evolutivo», indicó el doctor DeSteno. «Creo que es ridículo asumir que la mente humana no estuvo sujeta al cincel de la evolución. Pero también creo que puede haber numerosos argumentos evolutivos acerca de cómo se desarrollan comportamientos sociales específicos».

DeSteno y sus colegas, Monica Y. Bartlett y Julia Braverman, de la Universidad del Noreste, así como el doctor Peter Salovery, de Yale, señalan que el problema con muchos de los estudios dirigidos por el doctor Buss y otros investigadores es que todos ellos utilizan la misma técnica: Se les pide a los sujetos que traten de evocar una relación seria que hayan tenido, que tienen o que les gustaría tener.

Luego se les plantean dos formas de infidelidad, una sexual y la otra emocional, y se les pregunta cuál de ellas les parece más inquietante.

Usando este método, prácticamente todos los estudios han encontrado una diferencia entre los sexos, de acuerdo con la cual, las mujeres tienen más probabilidades de escoger la infidelidad emocional como la peor opción.

Pero el doctor DeSteno y sus colegas efectuaron sus propios estudios, añadiendo otras formas de medir los celos; por ejemplo, pidiéndole a 111 estudiantes de la Universidad Noreste que midieran, en una escala del uno al siete, cuánto les molestaría cada una de las dos formas de infidelidad.

Los investigadores se dieron cuenta de que cuando se utilizaban esos otros tipos de métodos, la brecha entre hombres y mujeres desaparecía; ambos sexos decían que les inquietaba más la infidelidad sexual.

Luego investigaron por qué cambiaban los resultados de las dos técnicas. «Desde una perspectiva evolucionaria, resulta muy extraño que se presenten esas diferencias entre los sexos» en los estudios de elección forzosa y que no se presenten en los otros, dijo DeSteno.

Los investigadores pensaron que una posibilidad era que, en vez de producir una respuesta automática y preprogramada hacia la infidelidad, el método de la elección forzada hacía que los sujetos se sometieran a un proceso de toma de decisión intelectual más complejo, en el que sopesaban las consecuencias que implicaban las dos alternativas desagradables.

Para comprobar esta hipótesis, los investigadores realizaron otro estudio, en el que la mitad de los sujetos llenaron un cuestionario entre cuyas preguntas estaba la de qué les molestaría más, que su pareja romántica «tuviera sexo apasionado con alguien más» o que «forjara un profundo lazo emocional con alguien más».

La otra mitad hizo lo mismo, pero simultáneamente se les pidió que recordaran una serie de números mientras respondían.

Los investigadores encontraron que entre los sujetos que llenaron el cuestionario sin distracción, aparecía la diferencia usual entre los sexos, con más mujeres escogiendo la infidelidad emocional.

Pero entre aquellos que tuvieron que recordar los números, no hubo tal diferencia; las mujeres, al igual que los hombres, optaron por la infidelidad sexual como la que más preocupa y afecta.

«El hecho de que las respuestas de las mujeres en el estudio de opción obligatoria reflejaran las de los hombres constituye una prueba en contra de la existencia de diferencias innatas entre los sexos», afirmaron los investigadores.

2004/BJ/SM

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