El año pasado en un anunciadísimo evento se le rindió homenaje a Chavela Vargas. Ocupó con ello los espacios de comunicación de México y el mundo, aunque quizá el resultado no tuvo tanto brillo como se esperaba; digamos que fue como «ensayo general» de lo que sucedió en esta reciente ocasión.
El cumpleaños de Chavela coincidió con que hace poco más de un mes estuvo internada, los pronósticos del hospital no eran nada favorables y los estragos en su salud se aprecian a simple vista: Chavela está hoy en silla de ruedas y aunque promete que no pasaran ni dos meses para que vuelva a caminar, la verdad es que se le nota cansada, aunque su talento y ganas prevalecen.
Pero al fin, tampoco es la primera vez que pensamos que se nos va Chavela, y no sucede, afortunadamente. Hay, en cambio, eventos como el del martes 21 de abril en donde autoridades, intelectuales y artistas unen su voz y pensamiento, en algo que además de darle reconocimiento, por qué no decirlo, también la llenan de energía.
Primero Chavela Vargas recibió de manos de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno de la Ciudad de México una medalla y un reconocimiento como Ciudadana Distinguida y comenzó la sesión…
Las dos imágenes de la noche: Carlos Monsiváis y Eugenia León, uno a cada lado de Chavela, uno fungiendo como el juglar de la cultura multifacética y la otra como lo que es hoy en día, la mujer que llena el escenario que le pongan.
Durante el tributo, Monsiváis contó anécdotas sobre la vida personal y profesional de Chavela; se proyectaron videos testimoniales de gente como Miguel Bosé, Joaquín Sabina, Chucho Valdés y Concha Buida y Pedro Almodóvar, entre otros muchos más. Y entonces empezó la cantada, primero la reina de los universos paralelos Astrid Hadad con Amor con amor se paga, que provocó ovación tanto para ella como para Chavela.
Después la candidez Julieta Venegas, para interpretar Te dije adiós.
«La Negra Chagras», la figura argentina, le dedicó el tema No soy de aquí, ni soy de allá, de Facundo Cabral, canción que ella y Chavela interpretaron hace cinco años en el Luna Park, en Buenos Aires, y que recreó esa atmósfera en donde Vargas ha coexistido siempre, como Cabral: con ese dejo solitario y a su vez cómplice por ser quien mira; pero también quien vive.
La presencia de Lila Downs con Paloma negra le dio otro toque a ese manto musical que se fue tejiendo en honor a Chavela; noche como preciosa joya vivencial que tomó en sus manos Eugenia León para terminar de pulirla y ofrendarla a la Vargas:
Eugenia León cantó primero Vámonos, de José Alfredo Jiménez, y luego dedicó unas palabras que fueron coronadas con el aplauso de una sala abarrotada.
Y al final, Eugenia, pidiendo la presencia de todas las otras voces, indujo los primeros compases de las tradicionales Mañanitas que el público coreó también.
Si bien uno que otro ha insinuado que el concierto a Chavela fue «un adiós a los escenarios», aquí prudentemente aplicaríamos el dicho mexicano: aquel que dice «el que mucho se despide…, pocas ganas tiene de irse»…
Y tan no quiere irse, que en silla de ruedas, con lentes obscuros y evidentemente demacrada, se dejó arrastrar por el entusiasmo que se sentía arriba y abajo del escenario y unió su voz para cantar «Volver, volver»…
La noche cerró con Teatro de la Ciudad vibrando, con un público aplaudiendo de pie y con la costarricense –radicada ahora en Tepoztlán– disfrutando un gran acto de amor, rodeada de sus amigos, celebrando no una despedida, sino siempre una bienvenida a la vida, su propia vida…
09/LV/GG
