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Chicanas: ni pochas, ni pandilleras

Por Eva Valle*

Venimos de la misma raíz pero apenas si nos conocemos. La impresión que muchos mexicanos tienen acerca de las chicanas está dominado por las características que los medios de comunicación difunden: periódicos, cine (estadunidense y mexicano) y televisión. En general la gente en México piensa que las mujeres chicanas somos pochas, pandilleras o indocumentadas.

Pero la experiencia de las latinas en Estados Unidos abarca una realidad mucho mas compleja. En los últimos veinte años cada vez más mujeres latinoamericanas han logrado no sólo ocupar nuevos espacios sino además triunfar en ellos: lo mismo son académicas que empresarias, estudiantes, profesoras, abogadas, comerciantes, políticas e incluso presidentas de varios sindicatos.

Una visión amplia de las chicanas requiere tomar en cuenta las transformaciones que cada una de ellas han conseguido en sus distintas realidades, lo mismo que las nuevas formas de activismo político donde la «política de protesta» ahora coexiste con la nueva «política de la identidad.»

Con la evolución de estas nuevas formas de lucha feminista la posibilidad de imaginar una nueva sociedad se hace cada vez más amplia.

*Las luchas precursoras: la universidad y la comunidad

Entre los años 60 y 70 se inician los estudios chicanos. En esos años los chicanos lograron tener acceso a las universidades por lo en un momento dado pudieron discutir los temas más candentes de sus comunidades: empleo, educación bilingüe, poder económico y lo derechos de los trabajadores agrícolas y de los inmigrantes indocumentados.

Con vigor, activistas chicanos lucharon por los derechos de los obreros y contra las grandes empresas multinacionales. La huelga contra la empresa Farah, en 1972, capturó la imaginación de los estudiantes chicanos y recibió el apoyo de miles.

Más de cuatro mil trabajadores, en su gran mayoría mujeres, en Texas y Nuevo México se negaron a trabajar hasta no recibir mejores salarios y el reconocimiento oficial del sindicato de los trabajadores textiles. Los chicanos y las chicanas pronto se dieron cuenta de que su lucha también tenía que ver con los poderes institucionales que apoyaban a la empresa: la prensa y la policía, entre otros.

El esfuerzo de las chicanas las llevó a examinar el papel de la mujer y la organización tradicional de la familia. Así, académicas y obreras protestaron unidas contra la esterilización forzada que el gobierno estadunidense estaba haciendo a las latinas de escasos recursos; pero además exigieron acceso a los servicios médicos y las guarderías, lo mismo que el derecho de controlar sus propios cuerpos, incluyendo la anticoncepción y acceso al aborto.

* La institucionalización del movimiento

Para los años 80 el movimiento chicano se había institucionalizado en gran parte de Estados Unidos. En las universidades pronto se formaron organizaciones como el de Mujeres Activas en Cartas y Letras. Las feministas condenaban el machismo y la desigualdad generando un debate dentro del movimiento.

Sin embargo, los logros universitarios no transformaron el nivel de vida de la mayoría de las latinas. Las trabajadoras entonces enfrentaron lo que se conoce como triple opresión: de clase, de género y de raza.

No obstante, conforme las mujeres obtuvieron independencia económica, poco a poco fueron adquiriendo mayor libertad de expresión lo que les permitió ejercer mayor influencia en su estructura familiar y social. A causa de este nuevo poder pronto surgieron revistas, antologías y libros describiendo la realidad compleja de las chicanas y mexicanas en Estados Unidos.

Durante los años 90 el ambiente político fue más ecléctico: los temas se diversificaron y la lucha se fragmentó al grado de que los derechos de los individuos remplazaron las luchas colectivas. El enfoque para formar una nueva identidad empezó con la búsqueda de nuevas imágenes y modelos públicos.

De esta manera se redefinieron los imágenes de Sor Juana Inés de la Cruz, de la Malinche y de la Virgen de Guadalupe y Frida Kahlo. Sor Juana cobró importancia por su independencia, su capacidad intelectual y su resistencia a las normas; Frida Kahlo, por su parte, fue exaltada por su arte, su pasión y su política radical. La nueva representación de estas mujeres íconos en la cultura mexicana permitió imaginar una nueva sociedad.

Dentro del debate sobre la identidad, la política sexual cobra nueva importancia. El tema domina varias conferencias de la Asociación Nacional de Estudios Chicanos. En la reunión de 1999 en San Antonio, el grupo Chicana Lesbiana luchó por defender un espacio exclusivo para mujeres y asegurar así que podrían hablar abierta y honradamente sin discriminación.

Desde entonces, autoras chicanas como Gloria Anzaldúa o Cherrie Moraga le agregaron al discurso público temas que exploraban la sexualidad y la libertad de amar y de expresar intimidad.

*Eva Valle es catedrática del Centro de Estudios Chicanos de Cal State University Dominguez Hills

       
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