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Cibercafés reservados para mujeres en Palestina

Por Mariana Ramírez-Corría

La noticia no deja de llamar la atención. No exactamente por la novedad musulmana, sino porque son mujeres las de avanzada.

Sabaya Net Café es propiedad de Ahlam Muhleh, en Ramala. Cuenta con una docena de ordenadores en los que la clientela navega, chatea y habla por teléfono a través de la red.

No debería llamar la atención. ¡Cuántos cibercafés hay en el mundo! Pero, a diferencia de la inmensa mayoría de los cibercafés, en este, cuyo nombre significa chicas en árabe, no se oyen nunca los disparos que emanan de los videojuegos guerreros, reporta el Servicio de Noticias de la Mujer.

«Aquí nadie habla en voz alta», asegura Amal Shaker, una mujer nacida en Indiana, Estados Unidos, quien viajó a los territorios palestinos por primera vez a los 19 años y administra el establecimiento inaugurado hace año y medio.

El negocio y las tradiciones conservadoras se dan la mano en un lugar en el que la tranquilidad es ley. Sólo acceden, salvo contadísimas excepciones, mujeres. ¡Silencio! Navegan ellas.

La idea de abrir Sabaya Net Café se le ocurrió a la mayor de los siete hijos de Ahlam. «Ella estudió informática y pensó que podría ser un buen negocio». Les fue muy bien al comienzo. Las chicas van allí a preparar sus trabajos para la escuela o la universidad, a chatear con sus prometidos, a consultar todo tipo de páginas web.

«Los padres lo prefieren así, porque saben que no habrá muchachos con los cuales su hijas puedan intercambiar teléfonos», aclara la gerente.

Quienes no comulgan con el Islam militante, como Hiba T Darwish, jefa de prensa de la vecina Universidad de Birzeit, no ven con buenos ojos esta segregación que ya florece en las ciudades palestinas.

El atuendo personal tradicional para las mujeres se impone por la presión social. «Hasta hace unos cuantos años, casi nadie llevaba el hijab (pañuelo para cubrirse la cabeza). Pero ahora te hace la vida más fácil. Eres más respetada», explicó Haya, una joven de 22 años, natural de Nablús, que en días pasados consultaba páginas web en el Sabaya Net Café.

Son muy pocos los muchachos que entran en el Sabaya, aunque Amal, la gerente, insiste en que no hay una prohibición rigurosa. «Si quieren copiar un disquete, enviar un correo o consultar cualquier página, pueden hacerlo. Eso sí, nosotras decidimos quién permanece y quién no. Y si una muchacha provoca un escándalo, tiene que marcharse», concluye Amal.

Por eso exige silencio, porque la navegación continúa.

05/MR/YT

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