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Cincuenta euros de multa por una bofetada y no es machismo

Por Teresa Mollá Castells*
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Esta semana asistíamos estupefactas a la noticia que confirmaba la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Castellón sobre una sentencia en la que un hombre fue absuelto del delito de violencia de género, por abofetear a su ex pareja al considerar que no se trató de una reacción “machista” y se le imponía una multa de 50 euros (800 pesos mexicanos).
 
La asociación de Juristas Themis ha puesto a disposición de la víctima sus servicios jurídicos de forma gratuita para interponer un recurso ante el Tribunal Constitucional, puesto que no hay para menos porque en esa sentencia se hace una interpretación totalmente contraria a la doctrina marcada por el Tribunal Constitucional, perjudicando a las víctimas de violencia de género.
 
Y es que la violencia de género estructural aparece por cualquier rincón al que nos asomemos. Podríamos decir que casi está interiorizada por parte de la ciudadanía, que podría ser algo consustancial a la vida misma y a la existencia de mujeres y hombres en el mundo. Es como una interpretación rancia del llamado “derecho natural” que tanto nos ha perjudicado a las mujeres.
 
Hace unas semanas y en este mismo espacio hablaba de algunas citas “sagradas” que permitían a los señores de faldas largas y negras con su nuevo Papa a la cabeza mantener silencio frente al terrorismo machista.
 
Pues bien, este tipo de sentencias van en la misma línea. Pretenden, sin lugar a dudas, mantener el orden establecido y no cuestionar los privilegios de los que disfrutan los hombres desde hace cientos o miles de años, y por tanto y al mismo tiempo pretenden aleccionarnos a las mujeres.
 
Cualquier silencio que permita o no condene cada uno de los asesinatos de mujeres que se producen es un silencio cómplice. Esta es mi opinión y no la voy a cambiar.
 
Esos silencios provienen habitualmente de quienes nos gobiernan que, con su cobardía habitual no reconocen que esto también es terrorismo, pero machista y eso les fastidia mucho.
 
También mantienen silencio los dirigentes de faldas largas y negras amparándose en “la resignación cristiana” y en “el santo sacramento del matrimonio”, aunque dentro de ese sacramento se golpee y mate a las mujeres.
 
Y con este tipo de sentencias y silencios, también son cómplices todas aquellas personas que pertenecen a la carrera judicial que por acciones como éstas o con silencios permiten que se nos siga matando a las mujeres.
 
A esta gente del “frufrú”, como les llama un amigo mío (por el roce que producen las togas y las puñetas), la hago responsable en todas sus instancias por no acometer con la dureza exigible la legislación vigente en esta materia, y escudarse en otras leyes para evitar la aplicación de la Ley Orgánica 1/2004 de medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.
 
Y así nos va, puesto que en lo que llevamos de año son ya 15 las mujeres asesinadas por parte de sus parejas o ex parejas y varios los menores también asesinados por los miserables y cobardes de sus padres con el fin de amargar la vida de las madres por desear alejarse del agresor.
 
¿Nos podemos permitir tantas muertes de mujeres y sus hijas e hijos, mientras los de los frufrús siguen interpretando las leyes según sus propias convicciones?
 
Presumen de imparcialidad a la hora de interpretar normas jurídicas, pero es bastante conocido que no lo son, ni mucho menos progresistas, aunque algunos militen en asociaciones que pretenden serlo, puesto que si realmente se creyeran sus propias palabras, pondrían en práctica las tres equis y, como podemos comprobar, no lo hacen en absoluto.
 
Así nos encontramos con que siguen valiéndose de su poder para seguir maltratando, de nuevo, a las mujeres, al cuestionar sus voces, al no tener en cuenta el sexismo imperante en las leyes y al no incluir en sus sentencias ni sus actitudes la terrible herencia recibida a lo largo de cientos de años de machismo y de desigualdad social en todos los ámbitos.
 
Actitudes como las de quienes han dictado esta sentencia deberían llevar implícito un expediente de oficio por parte de las instancias judiciales superiores y, al no hacerlo, con su silencio se convierten de forma automática en cómplices al permitir que socialmente se pueda abofetear a una mujer con una simple multa de 50 euros.
 
Es terriblemente machista, vejatorio e impropio de una sociedad que pretende ser moderna.
 
Pero es todavía peor que entre las prioridades de esas asociaciones dentro de la judicatura, llamadas y autoproclamadas como “progresistas”, no se encuentre la defensa de la vida de las mujeres y sus hijas e hijos, pero en cambio sí se encuentren otros objetivos.
 
Así por ejemplo la semana pasada y después de un acto público, Joaquim Bosch, portavoz de Jueces para la Democracia (teóricamente una asociación progresista dentro de la judicatura), escribía esto en una red social:
 
“Uno pensaba que su labor era actuar contra quienes infringen la ley. Pero no que acabaría teniendo que defender a la justicia de las acciones del propio gobierno. Defenderla de las limitaciones gubernamentales en el acceso a los tribunales, a través de las tasas.
 
“De la vigencia de leyes hipotecarias contrarias a las normas europeas. De la falta de medios para actuar contra la corrupción. De las reformas que pretenden limitar la independencia judicial. Como ha ocurrido en Portugal, donde los magistrados del Tribunal Constitucional han tenido que defender a la justicia de las medidas de su gobierno, para que no siguiera practicando recortes en beneficio de los más ricos.”
 
¿Alguien encuentra una sola palabra sobre la defensa de la vida de las mujeres y sus hijas e hijos? Yo no la he visto. No está en su agenda reivindicativa. No existe como problema de primera magnitud y por tanto somos muchas las que nos preguntamos:
 
¿Qué ocurriría si hubiesen sido asesinados por terrorismo 15 hombres y algunos de sus hijos? ¿Estaríamos hablando en los mismos términos? Creo que no.
 
Y, por supuesto, eso me lleva a la siguiente conclusión: para muchos segmentos importantes de nuestra sociedad (léase clase política, señores de faldas largas y negras, quienes llevan frufrús, algunos medios de comunicación y otros) la vida de las mujeres tiene menos valor que la de los hombres.
 
Y mientras no se considere que cada asesinato de mujeres a manos de un hombre es terrorismo machista y se denuncie públicamente por parte de toda la sociedad, no estaremos en el camino correcto. El silencio hace cómplices a quienes callan y me da la impresión que cada día son más quienes callan.
 
Al terrorismo machista hay que darle el tratamiento correspondiente a lo que es terrorismo. No podemos permitir que quienes imparten justicia, hacen política, predican credos o crean opinión consideren las vidas de las mujeres como de segunda clase.
 
Las mujeres somos seres humanos plenos. Tenemos derechos plenos. Exigimos ser tratadas con todos nuestros derechos.
 
Exigimos que la justicia sea plenamente igual para mujeres y hombres. De lo contrario no podremos creernos que estamos en un Estado de Derecho, ya que estaremos, como después de la Revolución Francesa, en un estado de derecho masculino.
 
A pesar de ello, somos muchas las que continuaremos recordando que esos derechos nos corresponden, que también son nuestros y que seguiremos en la lucha para conseguir que la igualdad recorra todas las instancias que todavía se resisten a ello.
 
Somos, estamos y estaremos, como antes fueron, estuvieron y nos dejaron el testigo. Como nosotras (y cada vez más nosotros) dejaremos el testigo a quienes vengan detrás. Pero lo conseguiremos.
 
[email protected]
 
*Corresponsal en España. Periodista de Ontinyent.
 
13/TMC/RMB

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