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Ciudad Juárez: una trampa urbana para las mujeres

Por Ignacio Alvarado

La tarde del 10 de octubre, Claudia Ivette González Banda no pudo llegar a tiempo para ingresar a su trabajo. Cuatro minutos de retraso en un esquema de formalidad que a muchos resulta absurdo, le costaron la vida.

La mujer de 20 años, dicen los reportes de policía, decidió regresar a su casa en la colonia Monterrey, al poniente de la ciudad, apenas fue notificada del castigo por un supervisor de la empresa Lear Corporation –Niños Héroes y Reforma– en la zona centro.

González debió tomar un autobús de la línea 1-A para trasladarse en su regreso, poco después de las 15:30 horas. Pero en el trayecto fue secuestrada y 26 días más tarde sus restos fueron descubiertos al lado de otros siete cadáveres de mujeres en unos predios de semicultivo localizados a unos cuantos metros de la sede de la Asociación de Maquiladoras.

La manera en que se consumó el rapto lo compartieron, no por casualidad, decenas de mujeres victimadas en el pasado.

En la anarquía calculada con que se planeó el crecimiento urbano de la ciudad, miles de hectáreas quedaron sin fraccionarse y los intereses en juego crearon uno de los sistemas de transporte públicos más deficientes de México.

En 1960, la ciudad contaba con 279 mil habitantes, y disponía de una mancha urbana de un mil 894 hectáreas. Para 1998, la población oficial se estimó en un millón 218 mil. Los datos más recientes del Instituto Municipal de Investigación y Planeación dicen que esta mancha tiene hoy 22 mil 784 hectáreas.

El juego de especulación de la tierra que produjo la apertura de parques industriales impidió un crecimiento compacto de la ciudad, y el encarecimiento de la tierra no dejó alternativas a las colonias de migrantes que llegaron llamados por la oferta de trabajo.

En un manejo político que para algunos expertos privilegió al sector industrial, los asentamientos irregulares en la periferia se toleraron por años, concentrándose así las colonias de la clase obrera en una zona que jamás ha sido urbanizada del todo.

La porocidad que registra Juárez es inmensa: más de 37 mil lotes sin uso permitirían fincar viviendas para otro millón de personas, según estimaciones de la Dirección de Obras Públicas, pero a cambio ofrecen uno de los mayores riesgos para la seguridad de los ciudadanos.

La suma de espacios abiertos y redes de transporte público mal diseñadas y sin control de tiempos formales ha dado como resultado una trampa urbana.

El 13 de agosto, mientras caminaba sobre la avenida Ejército Nacional, muy cerca de donde localizaron los restos de las ocho mujeres, Marcela Silva pudo escapar de lo que, ella dice, fue un intento de secuestro.

«Iba caminando para agarrar la ruta –o autobús– en el Paseo de la Victoria, porque trabajo en el parque Juárez, cuando unos señores que iban en un carro café se pararon y me dijeron que si quería un ‘raid’. Cuando les dije que no, abrieron la puerta y yo me eché a correr de vuelta para la casa», dice.

Silva, una obrera de 23 años, debe caminar todas las tardes por la prolongación de la avenida Ejército Nacional, desde la colonia Lucio Cabañas, en donde vive, hasta la avenida Paseo de la Victoria, para tomar un autobús que la lleve hasta el parque industrial Juárez, en donde comienza el poniente de la ciudad.

Ella camina más de dos kilómetros de terrenos baldíos, cuyo valor catastral alcanzó cotizaciones inéditas a partir del nuevo trazo de vialidades que se planearon en los últimos seis años.

La colonia Lucio Cabañas, en el oriente medio de la ciudad, fue en principio una invasión promovida por los líderes del grupo político Comité de Defensa Popular (CDP), y es uno de los vestigios de la miseria que encierra el enorme hueco que dejaron los especuladores de la tierra, en el centro geográfico de la ciudad.

Pero los modelos de colonias empobrecidas como esa o como las decenas que existen en el poniente, se reproducen en el sur y suroriente de Juárez, en donde se apuntaló el nuevo crecimiento de la maquiladora. Y lo mismo que en aquellos espacios urbanos, la marginalidad es evidente.

«Se trata de una gran zona que concentra todo el aislamiento que se ha acrecentado en los últimos 30 años», dice Alfredo Limas, investigador encargado del Departamento de Estudios de Género de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

«Esa es una relación que se puede hacer entre la industrialización de lo urbano, y el creciente rezago y marginación de la ciudad. Y lo más grave es que son esos lugares de la ciudad, carentes de servicios urbanos, de equipamiento cultural y de estructuras de seguridad, por los que transitan cientos de miles de mujeres todos los días».

       
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