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Clientes, mayores prostituyentes en explotación sexual de mujeres e infancia

Por Heysel Escamilla Alcántara

Para prevenir, sancionar y erradicar la trata de personas debe considerarse el papel de quienes hacen uso de los servicios sexuales y de quienes consumen los productos derivados de este delito, como la pornografía, pues con ello fortalecen estas actividades.

Esta es la posición de la Coalición Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC), instancia que ha denunciado cómo «la explotación de mujeres, de niñas y niños se hace posible sólo gracias al cliente, aunque su participación en este asunto aparezca como secundaria, como secuela de un flagelo o como subproducto de una oferta».

La Coalición, cuya directora regional es la mexicana Teresa Ulloa Ziáurriz, retoma la posición expuesta en el artículo «Hombre que va de putas», del psicoanalista Juan Carlos Volnovich, quien aborda el tema de trata de personas desde el punto de vista del «cliente».

Volnovich señala que el papel de cliente se ha invisibilizado en la legislación contra la trata de personas, a pesar de que «es el protagonista principal y el mayor prostituyente».

Respecto al perfil de los clientes o consumidores, el psicoanalista señala que son tipos como cualquier otro: abogados, arquitectos, políticos, desocupados. Pueden estar casados o solteros. Y las edades van desde adolescentes hasta adultos mayores.

«En definitiva, todo varón homo o heterosexual, en cuanto ha dejado de ser niño, es un potencial cliente. Así no sería exagerado afirmar que la sola condición de varón ya lo instala en una población en la que hay grandes posibilidades de convertirse en consumidor», explica.

AMORY ODIO INCITAN A LA PROSTITUCIÓN

En «Hombre que va de putas», el psiconalista expone una serie de argumentos, clasificados en cinco grupos, extraídos de una encuesta para fundamentar la afición a la prostitución de los entrevistados.

El primer grupo es la abstinencia sexual y la soledad afectiva en la cual, como víctimas de sus propias carencias, aspiran a la comprensión y pretenden otorgarle un sentido aceptable al consumo sexual.

En el segundo es la desconfianza, el temor y el odio que les inspiran las mujeres. En este grupo se encuentran los varones que fundan su misoginia en experiencias conyugales desastrosas.

En el tercero se agrupa a los consumidores de mercancías. Son varones que se dicen empujados a la prostitución porque afirman que sus parejas los someten a una vida sexual insatisfactoria: «Este grupo de hombres están convencidos de que las urgencias del deseo, que los llevan a tratarlas como objetos descartables, están dictadas por su naturaleza masculina».

El cuarto grupo «incluye a los que explican el consumo de prostitución por cumplir el imperativo de una sexualidad que eluda cualquier tipo de responsabilidad que pueda devenir de una relación estable con el ‘sexo opuesto’. Pagan para ahorrarse los vínculos que toda relación afectiva supone y pagan para confirmar que sus partenaires no desean otra cosa más que su dinero».

La última categoría es la que incluye a los adictos al sexo, «esos varones impulsivos y compulsivos que no pueden renunciar a este tipo de encuentros fáciles e inmediatos; relaciones que no reclaman el pasaje por rituales de seducción y conquista y para quienes el sexo está ubicado en el lugar que la droga tiene para los toxicómanos».

De acuerdo con Juan Carlos Volnovich, la demanda de prostitución se propaga porque «todo está puesto al servicio de la dominación, la denigración femenina y, dicho sea de paso, de la humillación masculina en aras del refuerzo de la virilidad convencional».

La importancia de estudiar el papel que tienen los clientes en la trata de personas, de acuerdo con el psicoanalista, es que son ellos «los que deciden la incorporación creciente de productos exóticos y de la cada vez más reducida edad de la ‘mercadería’ que consumen».

De ahí, concluye, que al poner el foco en las mafias, al penalizar a los proxenetas y a las mujeres que ejercen la prostitución, se elude a los clientes y, de esta manera, «la sociedad en su conjunto se encarga de aliviar la responsabilidad que cae sobre aquellos que inician, sostienen y refuerzan esta práctica».

09/HE/CV/LAG/GG

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