Inicio Conciliar: entre la desigualdad y la utopía

Conciliar: entre la desigualdad y la utopía

Por Teresa Mollá*

Cuando se habla de conciliar la vida familiar y laboral mayoritariamente pensamos en el conjunto de las mujeres trabajadoras como las únicas responsables de ese tipo de arreglos para mantener el orden y la armonía familiar.

Además tampoco se tiene en cuenta otro factor absolutamente necesario para la vida diaria: el tiempo personal.

Como consecuencia de estos dos factores nos encontramos con que el tiempo de disfrute personal de las mujeres queda reducido cuando no anulado.

La actual organización de nuestras sociedades continúa funcionando como si las mujeres actuáramos todavía como amas de casa en la totalidad de la jornada, no contemplando en absoluto la evolución que hemos tenido hacia la integración en el mercado laboral.

Esta forma de organización patriarcal y androcéntrica es la causa principal de que muchos hombres (demasiados todavía) NO se impliquen en las tareas del hogar. Y no me refiero sólo a tareas como compra, plancha, fregado de platos, etcétera, me refiero también a las del cuidado de personas mayores, menores y dependientes que conviven en nuestras casas.

Si en algunos casos hemos ido avanzando en la corresponsabilidad, en otros como los relacionados con los cuidados seguimos, como sociedad, bastante estancados.

Las mujeres, como consecuencia de nuestra condición de dadoras y cuidadoras de la vida, desarrollamos una subjetividad que siempre parece estar pendiente de las necesidades de quienes nos rodean, sean familiares o amistades y, a veces, esta condición nos sitúa en una posición de inferioridad con respecto a ellos o a los otros.

Con este planteamiento, las mujeres cuidamos a quienes nos rodean a cambio de nuestro propio «descuidado» lo que conlleva que ese tipo de actividad (que además viene impuesta por el mandato patriarcal heteroasignado) no sea en absoluto atractiva para los hombres que, en su mayoría no están dispuestos a utilizar su tiempo en cuidar a otras personas e, implícitamente, a descuidarse a sí mismos.

Si a esto le sumamos que el tiempo dedicado a los cuidados es tiempo que restamos o bien al tiempo de trabajo retribuido o al tiempo personal (apenas contemplado en los análisis políticos) nos encontramos con que, como dice Livia Curto: «las mujeres tenemos hambre de tiempo» y ése es el tiempo para nosotras, para nuestro crecimiento personal en todos los sentidos.

Y, «por tanto, no se trata de tener más tiempo, sino de ser más libre para poder gestionarlo».

Además y tal y como afirma Teresa Torns: «Las actuaciones destinadas a regular el tiempo de trabajo en Europa han reforzado la centralidad del horario de la jornada laboral como eje de la organización temporal de la vida cotidiana de las personas, las ciudades y la actual sociedad del bienestar. Tal centralidad ignora otros usos sociales del tiempo, en especial el tiempo del cuidado de la vida, reforzando así las desigualdades de género, clase y etnia».

Si como hemos visto al principio, el cuidado de la vida ha sido asignado como parte del mandato social a las mujeres y estos cuidados han de ser realizados en un tiempo que no puede formar parte de ninguna manera del tiempo laboral, es obvio que ha de formar parte del familiar o del personal, con lo cual queda claro que la doble jornada habitual en las mujeres trabajadoras puede llegar a convertirse en triple, al tener que realizar los cuidados a su entorno utilizando parte de su tiempo personal y, por tanto, al consumirlo en este tipo de actividades implícitamente renuncia a él para utilizarlo en «los otros o las otras».

Y ya para acabar hago mía la siguiente frase de María de los Ángeles Durán que define perfectamente la esencia del presente escrito: «Las mujeres nacemos con el tiempo «hipotecado», con el imperativo cultural de «regalar tiempo» y con la dificultad para «vender tiempo» como trabajo asalariado».

Entonces surge la pregunta: ¿Son equitativas actualmente las estructuras sociales de los usos de los tiempos entre mujeres y hombres o, por el contrario, continúan generando desigualdades?

Por lo que hemos visto hasta ahora nos queda mucho camino por recorrer para que la conciliación entre la vida laboral, familiar y personal sea igualitaria entre mujeres y hombres y, por tanto, deje de ser una utopía.

* Corresponsal, España. Periodista de Ontinyent
[email protected]

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